Hace casi un año y medio que el historiador e investigador Juan Pablo Baliña creó el Archivo Visual Argentino, un espacio de memoria colectiva y colaborativa que busca rescatar lo que a veces termina olvidado o en la basura: las fotos familiares que cuentan la historia de la vida cotidiana de todos los tiempos.
Baliña asegura que el mayor fondo documental que tiene la Argentina está en los álbumes particulares, en las casas, arriba de un ropero. Por eso, se propuso la recuperación invitando a la gente a desempolvar sus fotos, digitalizarlas y compartirlas en este archivo que no sólo rescata la imagen documental sino también los relatos y las emociones del momento en el que fueron tomadas.
El archivo (IG @ArchivoVisualArgentino) tiene unas 15 mil fotos. A través de él nos asomamos a la vida del monte santiagueño, a registros inéditos de la construcción del ferrocarril o a la memoria de un explorador que trazó mapas cuando la cordillera de los Andes era una incógnita.

Inauguración del puente de Rodríguez del Busto, donado por él mismo a la Municipalidad de Córdoba, 28 de octubre de 1888. El español Antonio Rodríguez del Busto, periodista y empresario inmobiliario de fines de la década de 1880, hizo levantar este puente de madera para dar acceso a uno de sus loteos en la margen izquierda del río Primero, que llamó Las Rosas. Si bien la ubicación precisa del puente no está clara, se estima que pudo haber estado a la altura de la calle Enrique Tornú. Al parecer, en 1911 una crecida se llevó la débil estructura. Fotografía de Jorge B. Pilcher
-¿Cómo surge el proyecto?
-Trabajé en diferentes archivos públicos como investigador, y en algunos privados. Conozco familias con increíbles álbumes fotográficos. Alguna vez me pregunté cómo reunir tantas historias visuales. Un día, mirando un polvoriento álbum antiguo en una vieja chacra en las afueras de Puerto Madryn, levanté la mirada y vi que la dueña de la casa y su hija estaban mirando Instagram en el mismo momento que yo miraba el álbum. Ahí fue el cruce. Esto que yo estoy mirando en papel tiene que estar disponible para todos los que quieran.
-¿Es una manera diferente de escribir la historia?
-Es un intento. Creo que siempre hay que buscar maneras diferentes de contar la historia. Porque los contextos cambian, las preguntas cambian. Y si las preguntas cambian, las respuestas no pueden seguir siendo las mismas. Quiero decir: el hecho histórico es el mismo, pero se lo puede mirar desde diferentes ángulos.
-¿Cuántas fotografías hay y cómo se conforma el archivo?
-Nunca las he contado, pero más de 15 mil con seguridad. Es un archivo virtual que reúne muchísimos archivos físicos vinculados a nuestro país. Es decir, muchos pequeños archivos públicos y privados han ido aportando sus álbumes y colecciones y con eso hemos conformado el Archivo Visual Argentino. Hay provincias donde ha tenido más alcance que en otras.
-¿Hay fotos de Córdoba?
-De Córdoba por ahora hemos recibido muy pocos aportes. Es algo curioso, por la gran tradición histórica de esta provincia.

Circa 1930. Capilla de Candonga, Sierras Chicas. La construcción es de 1730 y funcionó como el oratorio de la Estancia Santa Gertrudis, que trabajaba en el envío de mulas al Alto Perú. Fue pintada varias veces por diversos artistas cordobeses. La palabra Candonga signifique “mula de tiro”, por haber funcionado como posta de mulas con destino a Potosí. La Capilla es uno de los grandes exponentes de la arquitectura colonial en Córdoba. En el año 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional. La fotografía es del suizo Gastón Bourquin.
-¿Cuál es la importancia de preservar las fotografías?
-Tiene que ver con pensar o repensar nuestro sentido, nuestros diversos sentidos. Creo que no se trata de preservar las fotografías sino nuestro sentido. Auscultarlo. ¿Cómo explicamos esto y lo otro? Seguramente la historia visual pueda ayudar mucho a comprender, a radiografiar. De eso se trata la historia, de comprender procesos, no juzgar personas.
-¿Cómo elegís las fotos que publicás?
-Por las historias que hay detrás y por su estética. Si ponés una imagen de un edificio magnífico, rígido e impoluto, no creo que eso genere mucho atractivo. En cambio, si ponés rostros, escenas cercanas que tienen que ver con nuestra vida como sociedad, con la gente de a pie, eso sí interesa. La historia interesa. Pero mucho más, las pequeñas y cercanas historias.
-¿Por qué dirías que está funcionando el Archivo Visual Argentino?
-Creo que la base y la nafta del proyecto es la colaboración de tantas personas generosas. Cualquier investigación se monta sobre lo que ya han investigado otros especialistas. Son como capas de sentido que se van sumando (...) Imaginemos que cualquier persona pueda aportar su “capa de sentido” sobre una imagen… al final del día tendríamos una imagen con un sentido floreciente, radiante. En pocas palabras, el proyecto es una convocatoria, es una invitación a que vos que estás leyendo esto vayas a buscar esa caja de arriba del ropero, debajo de la cama, y nos compartas alguna foto y nos ofrezcas tu recuerdo, tu registro de esa imagen. Por más que sea borroso.

Hotel en Jesús María. Circa 1880. El Hotel Suizo, en la esquina de las calles Colón y Tucumán, perteneció al suizo Antonio Bottazzini y había abierto en 1871. Con el tiempo, y en manos de otros propietarios, se llamó del Plata y Plaza. Fue demolido en 2014. El autor de la imagen es el inglés Jorge Pilcher, que vivió en Uruguay, donde trabajó en un banco y conoció a su esposa. Después de eso, se aquerenció en la ciudad de Córdoba, donde abrió una casa de fotografía en sociedad con su compatriota Alexander Witcomb.
-¿Qué ofrece la gente que se contacta?
-Hemos recibido cientos de mensajes ofreciendo su recuerdo. La lista es interminable, pero en todos los casos hay una voluntad de compartir, de dotar de sentido ese recuerdo. Y mientras unos comparten sus antiguas fotografías, otros comparten su mirada sobre esa fotografía. Es increíble la cantidad de registros que se pueden obtener con aportes de diferentes personas.
-Las fotos son más que un documento…
-Decía que cada uno colabora con su recuerdo. Y acá brota una dimensión nueva para pensar la historia o la historiografía. Lo que pasó por el corazón, no sólo por los documentos, también está escribiendo la historia. En este punto se mezclan muchas cosas: emociones, sentimientos, músicas, asociaciones, mitos, lecturas y un etcétera enorme. Lo que ocurrió antes y después de un hecho incide en ese espacio que llamamos recuerdo y también en la forma de estudiar y escribir la historia. Las fotos nos hablan, sí, pero lo hacen en la voz de sus observadores, no siempre de sus protagonistas.
-¿Podrías nombrar algunos colaboradores destacados del archivo?
-Quique Figueroa, un vecino del centro porteño, encontró una caja de 200 fotografías al lado de un contenedor, en la calle, y nos llamó para que rastreásemos la historia del obraje santiagueño. También nos ayudaron Jorge Ham Leloir, Rafa Ayerza, Guillermo Srodek-Hart y las familias Frey, Marenco, Pi, Jacobacci y tantas otras. Ellos y muchos otros colaboraron con fotografías. Y otros tantos compartieron su mirada. Sin embargo, uno lo hizo metódicamente: Diego Fariña, un observador finísimo de la vida campera y de sus paisanos.
-¿Cómo combina una foto histórica con una red social?
-Es paradójico contar la historia de manera visual asumiendo que en una vidriera de cosas aparentemente novedosas se puedan ver puntas que vienen de raíces más profundas. Hay también una paradoja entre una red social y la fotografía histórica, montada en esa plataforma aparentemente efímera. Pero creo que la digitalización y las redes pueden ser una buena combinación.

Iglesia y residencia de los religiosos de la estancia jesuítica de Alta Gracia. La iglesia se terminó de construir en 1646. Después de la expulsión de la orden pasó por varios propietarios, incluido Santiago Liniers, hasta que fue parcelada al morir el último de ellos, José Manuel Solares (1783-1868). En 1968, la iglesia y la residencia de los jesuitas fueron expropiadas por el Estado nacional y hoy albergan un museo. Fotografía de Jorge B. Pilcher.
-Es un proyecto que tiene muchas historias del campo argentino. ¿La historia mira habitualmente a la ciudad? Ustedes, ¿qué enfoque tienen?
-Varios puntos me disparan esta pregunta: lo que intentamos hacer en el Archivo Visual Argentino es cubrir experiencias muy diversas de lo que terminó siendo un país. Construimos una historiografía que no sea “porteñocéntrica” ni que sea tan institucional. Hay una idea de volver a una historia más amable, más visual, menos solemne pero no menos seria.
Cómo continúa el proyecto
Juan Pablo Baliña refiere que se encuentran en el proceso de armando de un libro que se llamará “Paisanos”, con las mejores imágenes del Archivo Visual Argentino en 2024. “Paisano, decía Atahualpa Yupanqui, es el que lleva un país adentro. Es decir, no es aquel que necesariamente nació en Argentina, sino el que finalmente logró sentirla, el que la lleva en el pecho, el que le gusta y la llora (...) Diría que llamar paisano a alguien es una cucarda, un reconocimiento. Retratar esos paisanos es la idea del libro”, destaca.