Este debe ser uno de los momentos más complicados de la gestión de Juan Schiaretti como gobernador de Córdoba. Jamás antes debió soportar tantas situaciones que le trajeron muchos dolores de cabeza, a casusa de errores –muchos de ellos no forzados– cometidos por funcionarios de su administración.
Esa es la realidad y casi no hace falta repasarlos, aunque hay que decir que seguridad y salud están al tope de ese odioso ranking de situaciones desagradables que golpearon a la sociedad y tuvieron y tienen un fuerte impacto político sobre la figura del jefe del Ejecutivo provincial.
El mal momento del oficialismo provincial también tiene fuertes vínculos con la durísima derrota electoral del peronismo en la ciudad de Marcos Juárez, donde el cacique peronista decidió jugar fuerte y poner el pecho, especialmente en el último tramo de la campaña electoral.
Al reconocer el golpe que significaba esa derrota a manos de Juntos por el Cambio, uno de los viejos compañeros de ruta del gobernador apeló a una ironía para graficar con cierto sarcasmo, la situación que sufre el peronismo en estas pampas: “Algunos de nuestros enanos tienen chances de jugar en la NBA (aludiendo a la poderosa liga profesional de básquet de los Estados Unidos)”.
A la carga. Sin embargo, Schiaretti desafía los pronósticos y prefiere mirar la otra mitad del vaso y considera que el contexto de estos días le permite mover sus piezas, según lo indicaron fuentes de su entorno. Esos voceros agregaron que el gobernador está muy seguro que Juntos por el Cambio tendrá en Mauricio Macri o Patricia Bullrich a su espada principal para 2023, por encima del actual jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. No hay argumentaciones que fundamenten esta opinión. Las fuentes solo mencionan el ordenamiento en esa tabla de posicionamientos.
También juega todas sus fichas a que en el kirchnerismo, es decir Cristina Fernández, Sergio Massa y también Alberto Fernández, estarán más ocupados en resolver el galimatías que le presenta la realidad, dominada por una fortísima crisis económica, antes que mirar a 2023. Sin embargo, otros dirigentes calificados del PJ remarcan que si Sergio Massa logra que la crisis ceda, será seguramente candidato presidencial y a eso lo sabe perfectamente Cristina Fernández.
Tampoco le asigna grandes chances a Javier Milei, más allá de sus ampulosos movimientos, a los que ve circunscriptos a grandes ciudades y a sectores muy jóvenes y desencantados de la sociedad.
Por esa razón moverá sus piezas y a partir de esta semana presentará sus “aspiraciones nacionales”, a través de mecanismos particulares: avisos nacionales en medios tradicionales y participación mediática en programas de televisión porteños que tienen difusión nacional. También hará alguna incursión en ciudades de la provincia de Buenos Aires.
Esa fue la decisión que adoptó el miércoles pasado, luego de dos días de reuniones con un grupo cerrado de colaboradores y consultores.
El gurú que hace años lo acompaña, Guillermo Seita, le presentó un menú con tres alternativas de instalación de su figura a nivel nacional, según confió otro vocero schiarettista a este medio. Una era muy disruptiva, la segunda se ubicaba en un término medio, incorporando algunos elementos más conservadores y la restante era más clásica, por así denominarla. El mandamás provincial eligió la tercera que, además, era la más barata o la menos costosa para utilizar palabras más ajustadas a la realidad.
La prueba de esta “aspiración nacional” se extenderá por tres meses, es decir hasta fines de diciembre de este año. En ese momento, hará las mediciones del caso y verá si está en condiciones de avanzar o replegarse.
El factor Gill. Los informantes subrayan un dato que consideran muy importante: Schiaretti dejará en manos de su candidato a gobernador, Martín Llaryora, una serie de definiciones políticas y sobre todo de campaña. Entre ellas, contaron, figura cerrar una alianza o acuerdo con el intendente de Villa María, Martín Gill, quien podría causarle problemas al proyecto provincial del actual intendente de Córdoba si se “independiza” y encabeza, por ejemplo, una boleta del Frente de Todos como aspirante a ocupar el despacho más confortable del Centro Cívico.
Algunos llaryoristas manifiestan que Gill podría ser un gran ministro de Educación, en un eventual gobierno del sanfrancisqueño, aunque otras voces elevan la cotización del intendente de Villa María y lo ubican en cargos electivos.
Hoy la disputa interna del peronismo provincial pasa por definir la candidatura a vicegobernador. Ese punto seguramente Schiaretti no lo delegará. En ese sentido, una voz que lo acompaña desde hace años, admite que el panorama es incierto. “Hay muchos que pueden ser, pero hoy no hay nada definido ni lo habrá en el corto plazo”, expresa con tono de incertidumbre. E informa que la fórmula puede ser completada con un intendente peronista, con un referente de la vieja guardia “para compensar con Llaryora”, con Alejandra Vigo, la esposa y socia política del mandatario provincial o con una persona exitosa en otro ámbito.
Para el final de la enumeración de posibles compañeros de fórmula dejó a la variante más explosiva: algún intendente díscolo del radicalismo. Otro referente del PJ, conocedor de esa lista imaginaria, lanzó con crudeza una primera reflexión: “Si el candidato a vice de Martín (Llaryora) es un intendente radical, se armaría un quilombo de proporciones en Juntos por el Cambio”.
Un árbitro llamado Cristina. Los schiarettistas descuentan que habrá consenso y que la lista oficial del PJ cordobés sumará todas las variantes internas, incluido el kirchnerismo, pero la cuestión, si se mira un poco bajo el agua, es algo más compleja y puede constituirse en un fuerte obstáculo.
Ocurre que voces del Instituto Patria en la ciudad de Buenos Aires adelantaron que Cristina trabaja para ser candidata presidencial y quiere armar listas propias en todo el país. Por eso, ya avisó que en Córdoba quiere una boleta del Frente de Todos –o como se llame la alianza– con candidatos “de confianza”.
Cristina Fernández y su hijo, el diputado nacional Máximo Kirchner, defienden a capa y espada esa hipótesis de trabajo. Otras fuentes del sector confiaron que más adelante se verá cómo se integran las fórmulas, pero hasta ahora está anotada la diputada nacional Gabriela Estévez y habrá que ver qué resuelve el intendente de Villa María, Martín Gill: si anuda un acuerdo con el PJ schiarettista, si elige una variante independiente o si, finalmente, decide armonizar su postura con el Frente de Todos.
De momento, se muestra con un nutrido grupo de intendentes, encabeza giras y plenarios y hace poco realizó diversas actividades con la diputada Natalia de la Sota lo que, obviamente, dinamiza los comentarios internos, algunos de los cuales parecieran ser vertidos al borde de la histeria.
En cálculos schiarettistas, una lista comandada por Estévez lograría ocho puntos, aunque si es Gill el principal candidato, los votos podrían llegar al 12 por ciento, lo cual genera muchísima preocupación en el oficialismo.
Velozmente buscan un antídoto por si no logran sumar a Gill ni a otras corrientes K o a grupos massistas. Y acá se paran y recuperan el entusiasmo. Piensan, con alguna razón, que si Diana Mondino es candidata a gobernadora por el partido de Milei, se generará un nuevo escandalete interno en la coalición opositora. Los votos K se neutralizarían con los de la banquera y empresaria, lo cual sería un beneficio claro para Llaryora.
Llega cierto punto donde todo tiene que ver con todo.