El gobernador Juan Schiaretti decidió su candidatura presidencial como una manera de asegurar su supervivencia en la política, más allá del 10 de diciembre y para evitar un tema tabú: concluir su mandato en la provincia sufriendo el síndrome de ‘pato rengo’, que habla de los gobernantes que se acercan al final de su gestión con el poder menguado. Además, siempre está presente el ánimo de conducir los destinos del país a partir del modelo de gestión que puso en marcha junto a su socio político, José Manuel de la Sota, en Córdoba. De eso no hay dudas.
Ayer, sus principales espadas –locales y de otros distritos– estuvieron en la Capital Federal enfrascadas en la definición de las nóminas, mientras el propio gobernador y su candidato a la sucesión, el intendente de Córdoba, Martín Llaryora, terminaban de acordar la lista para la provincia de Córdoba, repartiéndose los dos primeros lugares.
El mandatario es el jefe político de un bloque de tres diputados nacionales y una senadora nacional y este año arriesgará sólo una banca, la del riocuartense Carlos Gutiérrez. Pero aspira a crecer porque anhela que el frente ‘Hacemos por Nuestro País’, si finalmente consigue unos 30 puntos, colocará dos parlamentarios en la Cámara Baja.
Las aspiraciones nacionales están vinculadas a la designación de Florencio Randazzo como compañero de fórmula y a la presencia de Hilda ‘Chiche’ González de Duhalde en la lista de candidatos a diputados bonaerenses, a lo que hay que sumar a Diego Bossio como candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires.
Randazzo, según casi todas las encuestas, tiene un nada desdeñable 5% de intención de voto en la provincia de Buenos Aires, pero hay que ver si ese caudal electoral se traslada al frente en el que va como candidato a vicepresidente.
Sin embargo, ayer reinaba el optimismo en las filas del peronismo schiarettista porque consideran que la canasta del gobernador podría crecer ante la decisión del kirchnerismo de llevar a Sergio Massa como candidato presidencial.
No parece ser una hipótesis razonable, pero en el Centro Cívico afirman que ante el enojo y el desencanto por haber marginado a ‘Wado’ de Pedro y Juan Manzur en la recta final, el frente cordobés puede sacar alguna tajada.
Las metas. Schiaretti apuesta a seguir en el centro de la escena local y crecer a nivel nacional. Sus metas centrales son tres:
1-Su obsesión con no terminar el mandato debilitado. Por eso da pelea para ser el principal elector y mostrarse siempre como el dueño de la lapicera. Su imagen de hacedor y triunfador podría verse acrecentada hoy si finalmente Llaryora se impone en los comicios provinciales. Recuerda que él eligió a Llaryora, con quien pretende establecer una nueva sociedad política similar a la que edificó con José Manuel de la Sota, aunque la situación obviamente es otra.
Seguirá inaugurando obras y mostrando gestión hasta el último día de su mandato, porque está convencido que de esa manera no cede poder y continúa en la cima. Él es el centro de todo y conoce todos los caminos, además de disponer de la mayoría de los resortes para que la estructura funcione correctamente.
2- Crecer a nivel nacional y sentarse a la mesa de los que deciden en el peronismo. Los 30 puntos –o algo menos– que pueda sumar en Córdoba le permitirán ensanchar la estructura parlamentaria del peronismo cordobés y sus aliados en el Congreso de la Nación. Convertirse en árbitro en determinadas circunstancias es algo que le interesa y hasta le divierte. Ya pasó una vez este año, cuando la senadora Alejandra Vigo urdió un plan que dejó al kirchnerismo en minoría, lo cual fue celebrado como un gol en una Copa del Mundo.
Aquí también debe sumarse un tema al que ni sus asesores, consultores y compañeros de ruta de los últimos tiempos valoran o le dan el justo peso que el objetivo tiene: ser parte de la mesa de las decisiones.
¿Qué significa eso? Estar en algún lugar muy expectable dentro del Consejo Nacional Justicialista, organismo al que en los últimos años se le ha licuado el poder porque a la primera línea dirigencial dejó de obsesionarla. Hoy, el titular del PJ es Alberto Fernández pero no hay una actividad que rompa el molde.
Schiaretti forma parte de esa vieja guardia del justicialismo que ve al Consejo Nacional partidario como un organismo rector, a partir del cual se derrama todo el funcionamiento y la organización del partido. Si lo propusieran para encabezar el partido, aceptaría encantado, de eso no hay dudas.
3-Schiaretti eligió a Llaryora como su sucesor y eso no es nuevo. Hace años que mentalmente lo seleccionó y a los primeros palotes de esta relación hay que buscarlos a comienzos de los 2000, cuando De la Sota le puso un candidato en la interna al hoy intendente de Córdoba. El actual gobernador siempre lo bancó y casi en silencio le brindó su respaldo. Ese es un dato que no hay que subestimar ni tampoco dejar de lado a la hora de los análisis sobre el futuro inmediato y mediato.
Hay coincidencias ideológicas y metodológicas que los llevan a ensalzar la gestión como punto de partida para cualquier proyecto y también una mirada compartida sobre el despegue, el crecimiento y las relaciones que van más allá de las fronteras de la Argentina. Hay afecto personal, lo cual es muy importante.
Sin embargo, persisten algunas dudas que no pasan necesariamente por Schiaretti, sino por sus segundas y terceras líneas, donde la sintonía fina no es buena porque existen desconfianza y celos. Entonces, los schiarettistas temen que el llaryorismo se convierta en un tren que se lleve puesto todo. Eso piensan, eso repiten y eso le hacen llegar a su jefe político.
Del otro lado, Llaryora también trata de conservar la calma para que la convivencia no sea más compleja de lo que fue hasta hace poco. Pero aquí la última palabra la tienen los líderes y lo que hagan para mantener en caja a sus segundas y terceras líneas.