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HISTORIAS ASOMBROSAS DE CÓRODBA

Un argentino en el Titanic, como Di Caprio

22-8-2021-Titanic
. | CEDOC PERFIL

Cuando Edgard Andrew, que estaba estudiando en Londres, se enteró de que su barco, el Oceanic, no iba a partir por una huelga de carboneros, supo que debería adelantar su viaje una semana. Y pagar la suma extra que se necesitaba para viajar en el Titanic. Es que se casaba su hermano, que vivía en Nueva York, y de no adelantar su viaje se perdería ese gran evento.

Furioso, le escribió a su novia argentina, Josey Cowan, que viajaba a Inglaterra desde este país: “Figúrese que debería estar orgulloso de viajar en el barco más grande del mundo. Pero en realidad, desearía que el Titanic se hundiera en lo más profundo del océano”. Es que, por partir una semana antes, no podría verla.

En algún lugar el destino se estaba por empezar a reír a carcajadas, como casi siempre lo hace con todos los hombres. Durante el viaje, en segunda clase, Edgard se hizo íntimo amigo de una joven maestra de Bath, Inglaterra, llamada Edwina Troutt.

Cuando el barco chocó contra un gigantesco iceberg, ellos estaban cenando juntos en el comedor y se rieron de lo exageradas que les parecieron las reacciones de la gente a su alrededor ante ese incidente. Cuando poco después el hundimiento de ese barco, del que la soberbia de sus constructores les hiciera decir que ni Dios podría hacerlo naufragar, era inminente, él tenía puesto un salvavidas que había encontrado, mientras la muchacha trataba de subirse a uno de los botes. Edgard no dudó. Tal como ella lo relató recién más de 40 años después, él le dio su salvavidas para aumentar sus chances de sobrevivir. Y luego se lanzó a las heladas aguas para ver si podía alcanzar un bote semivacío. Nunca más se supo de él.

Se llamaba Edgard Andrew, había nacido en la estancia El Durazno, del exgobernador Ambrosio Olmos y su esposa Adelia María, a 28 kilómetros al sudeste de Río Cuarto. Su sobrino nieto, Enrique Dick, escribió un libro excelente sobre el tema.

El Museo del Carruaje, en Villa Ciudad Parque (en Calamuchita), está dedicado en parte a este hecho, al igual que el museo virtual Edgar Andrew, en Internet.

En 2000, el explorador George Concannon, quien trabajó en History Channel y en la producción de la película Titanic, descendió en un sumergible de dos metros de largo a más de 4.000 metros de profundidad. Allí encontró junto al barco hundido la valija de Edgar, con 50 objetos, libros y cartas que le pertenecían, en buen estado. Y se comunicó con sus parientes que aun quedaban con vida en Argentina.

La joven maestra inglesa nunca olvidó, hasta que falleció a sus 100 años de edad, al valiente muchacho de 17 años nacido en el otro extremo del mundo, ese que diera su vida por ella, en un gesto magnífico pero poco conocido, en esa noche trágica de 1912 en el Atlántico Norte.

Se llamaba Edgard Andrew. Era de la zona de Río Cuarto, era cordobés, argentino y, cuando hizo falta, también demostró que él era un héroe…

(*) Autor de cinco novelas históricas betsellers llamadas saga África.