Tenía pensado irme una semana de vacaciones a la Costa, pero hubo varios factores que me acobardaron: el temor a que la ola de calor ponga mimosas a las aguas vivas, la posibilidad de que Ómicron sea algo más que una gripezinha y el miedo a que el vuelo rasante de un helicóptero policial lance contra mi humanidad una lluvia de sombrillas en forma de proyectiles misilísticos. Hasta que Sergio Berni no suba a YouTube un tutorial sobre la manera correcta de clavar en la arena esos artefactos, no regresaré a Pinamar; ni a las solitarias playas de Mar de las Pampas (solitarias sobre todo porque cuando la gente pregunta el precio de un bombón helado o una lata de gaseosa, huye despavorida).
Como todavía me faltan unos años para alcanzar la edad jubilatoria y por ende no puedo tramitar en el PAMI la financiación para viajar Caribe, resolví que no estaría nada mal pasar unos días en las sierras. Quedan bastante más cerca y permiten practicar deportes de riesgo, como esquivar la crecida de los ríos corriendo sobre las piedras o sortear el acoso de los naranjitas que cotizan en dólar blue el estacionamiento en los balnearios. Pero las imágenes de los paradores colmados de jóvenes que compiten por ver quién lleva la conservadora más grande y quién rompe más tímpanos con sus torres de sonido, me espantó tanto como a Leo DiCaprio descubrir que un meteorito gigante se ha obstinado en estamparse contra la Tierra.
Opté entonces por el siempre gratificante chapuzón en la pileta, aunque varias veces temí que la sensación térmica digna del averno hubiera evaporado el agua y que al lanzarme pudiera descubrir que me recibe una superficie sólida en vez de una líquida. Mediante acondicionadores de aire y ventiladores procuré materializar la utopía de un poco de frescura, pero los cortes de luz me obligaron a proveerme de abanicos y agitarlos al estilo de Locomía. Hubo quienes le echaron la culpa de este colapso energético a que demasiadas personas han adquirido splits, algo así como responsabilizar por la inflación a quienes “de modo irresponsable” salen a comprar pan, leche y carne.
Más allá de que me propuse descansar de mis actividades laborales, me mantuve atento a las noticias, que giraban en torno al incremento de los contagios, de los precios, de la tensión interna en Juntos por el Cambio y de las rispideces entre Alberto y Cristina Fernández, quienes de tanto maquillar sus diferencias de opiniones ya parecen músicos de Kiss. En Córdoba, tras la aprobación de ley del juego online, el panorama quedó más agrietado que una masa de hojaldre. Dirigentes de la UCR coquetearon con Hacemos por Córdoba, el PRO local le hizo un guiño a Juan Schiaretti y la conducción del radicalismo provincial afianzó su vínculo con Luis Juez, quien a su vez puso entre paréntesis su relación con Mauricio Macri.
Semejante menjuje es lo más cercano al poliamor que se ha visto desde que el mendocino Nazareno Fernández oficializó su relación triangular con Eliana y Maira, y escandalizó a aquellos que no solo no consiguen enamorar a nadie, sino que además no se bancan ni a sí mismos. En este barajar y dar de nuevo que se insinúa en la política cordobesa de cara a 2023, habrá más de uno que se convertirá en swinger, en tanto otros se entregarán a la bigamia y hasta a la alianza partidaria con derecho a roce. Lo que está claro es que también en estas lides ha pasado de moda el amor romántico.
Muy lejos de estas minucias, mientras Rusia despliega su poderío bélico en la frontera con Ucrania, el ministro de Economía Martín Guzmán esgrime una artillería de argumentos para conseguir que el FMI acepte negociar los términos de un acuerdo con Argentina. “Va a ser más fácil convencer a Vladimir Putin de que está equivocado y debe pedir disculpas, que lograr una reducción de los intereses que impone el Fondo”, me dijo un experto en relaciones internacionales. Por las dudas, para pagar la deuda, desde el gobierno se instrumentaría un nuevo impuesto que afectaría las fortunas de miembros de la nobleza como el Rey del Colchón y el Rey del Pañal, entre otros.
(*) Sommelier de la política