CULTURA
crítica

Artificios, convenciones, procedimientos

El libro clasifica los textos de los distintos autores en tres secciones: descubrimiento, mímesis y rebelión. En la primera, por ejemplo, encontramos el testimonio de Julien Green, quien sostiene que “nuestro sistema completo de pensamiento, podemos suponer, se lleva a cabo de manera natural dentro de los términos de un lenguaje definido.

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La lengua es un lugar es una antología en la que dieciséis autores escriben acerca de lo que significa cambiar de idioma en la vida y en la literatura. ¿Qué implicancias tiene el exilio en la lengua literaria de un escritor?, ¿qué lengua elige un escritor bilingüe y por qué?, ¿qué circunstancias pueden llevar al abandono de la lengua nativa y a la adopción de una nueva? Estas son algunas de las preguntas que el libro aborda, no para ofrecer una respuesta certera y unívoca, sino al contrario, para ampliar y problematizar esas preguntas. En el prólogo, Pablo Duarte afirma que “esta selección de textos no es remedio para las dudas. Es una profundización de interrogantes. ¿Qué interrogantes? Las que surgen del encuentro entre dos lenguas en una ubicación específica: la de la escritura. La escritura literaria. La escritura que tiene, en distintos grados, conciencia de su condición como artificio”.

El libro clasifica los textos de los distintos autores en tres secciones: descubrimiento, mímesis y rebelión. En la primera, por ejemplo, encontramos el testimonio de Julien Green, quien sostiene que “nuestro sistema completo de pensamiento, podemos suponer, se lleva a cabo de manera natural dentro de los términos de un lenguaje definido. Un lenguaje no es solo el medio para designar los objetos o describir las emociones; es en sí mismo un proceso de pensamiento”. Asimismo, la escritora Jhumpa Lahiri, nacida en Londres, con dominio del inglés y del bengalí, habla de su descubrimiento y su fascinación, ya de adulta, por el idioma italiano; y Alejandra Kamiya cuenta el destierro del idioma japonés que le fue impuesto por su padre, y cómo a través de los años supo rondar esa lengua hasta encontrar formas de compensación, por ejemplo en la traducción de la poesía de Akutagawa. En tanto, dentro de la mímesis se destacan los textos de Sylvia Molloy y de Edgardo Cozarinsky. Molloy, atravesada por el español, el inglés y el francés, define el ser bilingüe como el “hablar sabiendo que lo que se dice está siempre siendo dicho en otro lado, en muchos lados”; en la lengua siempre hay doblez, siempre hay otra manera de decir las cosas, y la conciencia de esto, aclara. “vuelve patente la otredad del lenguaje”. Esa frontera entre las lenguas es también la que señala Cozarinsky, en su caso entre Buenos Aires y París, entre el español y el francés: “Debo admitir que solo me atrae lo mezclado, lo mestizo”. Finalmente, en la sección llamada “Rebelión” pueden destacarse los testimonios de Eva Hoffmann, cuya inmigración de su Cracovia natal a Vancouver le permite descubrir el inglés y le cambia para siempre su percepción sobre el lenguaje; y de Aharon Appelfeld, quien vive la pérdida del yídish como un duelo, pero aprende el hebreo y escribe toda su obra literaria en ese idioma.

La lengua es un lugar permite pensar las lenguas en general (y el lenguaje literario en particular) como artificios, y reflexionar acerca de sus convenciones y de la potencia creativa de sus procedimientos.

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La lengua es un lugar

Autores: Aharon Appelfeld, J.M. Coetzee, Edgardo Cozarinsky, Julien Green, Eugène Ionesco, Alejandra Kamiya, Jhumpa Lahiri, Sylvia Molloy, Mercedes Roffé y otros

Género: antología

Editorial: Gris Tormenta, $ 25.200