Rodolfo Rabanal nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1940. Entre sus novelas figuran El apartado (1975), Un día perfecto (1978), En otra parte (1982), El pasajero (1984), El factor sentimental (1990), La vida brillante (1993), Cita en Marruecos (1995), La mujer rusa (2004) y El héroe sin nombre, publicada en diciembre de 2006 por la editorial Planeta.
También escribió libros de cuentos (No vayas a Génova en invierno o Los peligros de la dicha) de relatos infantiles (Noche de Gomdwana) y el guión de la película Gombrowicz, o la seducción.
En el 79 recibió la Beca Fullbright y nueve años después, la Guggenheim. Fue traductor de la Unesco en París y durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, se desempeñó como subsecretario de Cultura. Además, ejerce el periodismo.
Desde su casa en Uruguay, anticipa que está en los tramos finales de un libro de ensayos aún sin título: “ Son más bien literarios. Uno de sus principales trabajos se llama El roce de Dante y el segundo en interés, Divagaciones. Veremos qué cosa sale”.
—¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
—Creo que Upa, un libro para chicos de cinco años, en mis tiempos. Y después, La isla del tesoro, de Stevenson.
—¿Cuál es su autor favorito vivo?
—No tengo ninguno y voy de uno a otro buscando quizá lo que no encuentro o encuentro a medias.
—¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
— Las Obras Completas de Borges y La divina comedia.
—¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
—Los ensayos de Chesterton, el diario de Tolstoi, la divertida y loca novela de Haruki Murakami que se llama Kafka en la orilla y sobre todo, ahí sí, Movimientos del pensar, de Wittgenstein.
—¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
—Ninguno, porque sólo leo lo que sospecho que me va a gustar.
—¿Qué libro quisiera releer pronto?
—El fuste torcido de la humanidad, de Isaiah Berlin.
—¿Cuándo escribe?
—A la mañana a mano y a la noche en la computadora, casi todos los días.
—¿Quién debería ser el próximo Nobel?
—Mi ignorancia al respecto es total.
—¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
—Me parece que carezco de rituales dignos de mención. Me preparo un café, miro el jardín del fondo, prendo un cigarrillo y me pongo a trabajar. Si me sale muy bien la página abandono y me voy a dar una vuelta para disfrutar y no malgastar la suerte.
—¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
— Hay varios, según las épocas, según las rachas cambiantes del gusto. Uno es éste: “ Todas las familias felices son más o menos diferentes; todas las familias desdichadas son más o menos parecidas” (Anna Karenina, Tolstoi). Y más o menos siempre: “ Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé” (El extranjero, Camus). Y también está la primera frase del El viejo y el mar, de Hemingway: “ Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez”. Y por supuesto, aunque no siempre: “ En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…” Y si se me permite, figura en la memoria el ímpetu casi brutal de la Ilíada: “ Canta, diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo, funesta para los griegos…”.