CULTURA
crítica

Cómo leer a Libertella

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| cedoc

“Jamás me mostré en la misa dominical” reconoce Héctor Cudemo, el personaje beat del debut literario de Héctor Libertella de El camino de los hiperbóreos en 1968, quien retornaba treinta años después para Memorias de un semidiós. Fue el regreso del álter ego del escritor que hizo de la incertidumbre, la reescritura y el sueño un modo de agujerar la realidad y los fantasmas nacionales.

Novela ensayo, a veces museo saboteado de la memoria, construida a la manera de un policial esquizoide, aquí se plantea la política y el crimen transformados en pasiones de nuestra cotidiana, “Y era el Desierto: un palacio más perfecto e intacto que cualquier otra obra del hombre, porque los indios no le habían tocado ni un punto ni una coma a su orden natural. Acaso el enorme recinto de lo que, en homenaje a los míos, llamaré Museo Cudemo”, se entusiasma el narrador que disparó de las pampas, más precisos de los quilombos bonaerenses, a las grandes ligas de las américas del norte. La esposa imposible, la familia extraña por lo lejana, los abogados sacapleitos y las mafias conjugan tiempos y verbos, espacios y devenires.

No solamente vuelve Cudemo sino que hay varios huecos de ánimas que revisita Libertella, como el boliche marplatense Brassens, o el “mono asexuado de pies a cabeza” recurrente en sus textos, por ejemplo en el antidispositivo “El árbol de Saussure”, su utopía filológica y macedoniana de los dos mil. En un mundo que tiende a la desaparición del signo, y su reemplazo por los ceros y unos de la transacción mercantil, la novela explora espasmódicamente la subjetividad bajo “la luz maligna de una luna que le quitó el color a las rosas”, “en otras palabras, no prestarle a las cosas más que una suerte de atención flotante, de manera que las olas y ondas de ese espacio no sé si de éter, pero invisible, migratorio y volátil, ahora dotaran a mi punto ciego de, por lo menos, dos de esas propiedades (yo elegí: “flotante”, “volátil”), sin ninguna necesidad de concentración mental”, remata Cudemo a punto de decir, derecho viejo, Chau, no va más.

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La grafía libertelliana es una sospecha permanente a los sistemas y las autoridades, en los restos de un mundo perdido. Incluso reactivo a las identificaciones e interpretaciones del momento, párrafo contra párrafo, que es una manera de leerlo. Si el telón de fondo de esta novela supuestamente accesible del autor de la inapresable ¡Cavernícolas! era el menemato y el poder ubicuo de Alfredo Yabrán, entre las pesadillas actuales queda la sorpresa de una escritura sin clavijas “a ver qué ve de nosotros el común de la gente”. Es que para Libertella el lector no solamente es imprevisibilidad sino que una herramienta más de la creación.

La primera edición de Memorias de un semidiós ocurrió en Perfil. Y fue parte de la colaboración de Héctor Libertella con esta editora sumando dos antologías, aquellas que figuraron el canon y el contracanon de la literatura argentina. Entre medio, el efecto Libertella.

Memorias de un semidiós

Autor: Héctor Libertella

Género: novela

Otras obras del autor: El camino de los hiperbóreos; Diario de la rabia; El árbol de Saussure; ¡Cavernícolas!; Aventuras de Los Misticistas; El lugar que no está ahí; La arquitectura del fantasma. Una autobiografía; Personas en pose de combate

Editorial: Blatt & Ríos, $ 24.700