Está pronto a salir el libro de fotografías de Leonardo Marino, Suburbios cercanos, una colección de imágenes tomadas entre el 2009 y el 2015, en distintos puntos del conurbano bonaerense.
Estos suburbios son cercanos, porque Leonardo es un artista de Monte Grande y el territorio que retrata es, antes que paisaje, un lugar vivido, transitado y habitado. Un medio cotidiano que no es mero material mostrable, sino espacio vincular, donde las personas construyen una memoria y proyectan un porvenir.
En el arte, transformar un espacio en paisaje, es sobre todo recortarlo del contexto, objetivarlo -no es inocente que la parte de la cámara que capta la luz que un espacio emite se llame así: objetivo-. Esa imagen que emite el espacio se hace paisaje al quedar atrapada dentro de la fotografía. Así se vuelve heredera de una larga tradición estética, la de la pintura, que transforma para sí. El espacio es contextual y vincular, pero el paisaje es universal: dice algo que cualquier persona puede llegar a comprender, si mira con las normas de esa tradición.
Un paisaje circula en una foto y se ofrece a ser mirado. Tanto por aquellos que conocen el lugar porque lo habitan, como por los ojos lejanos, que sólo van a conocer ese lugar, a través de la imagen congelada en la fotografía. También el mismo fotógrafo redescubre en el paisaje de su foto el espacio que su cuerpo ha vivido y transitado. Fotografiar es un ejercicio de reflexión y de memoria.
Dice Leonardo sobre el proceso creativo que desembocó en el libro: “Fotografiar el Conurbano es más que nada tratar de encontrarme a mí mismo. Entender quién soy y de dónde vengo. Lo alucinante es que también hablo de algo más amplio y común a muchos. No hubo una idea rectora. Fue confiar en la intuición de que había o tenía algo interesante para decir. Un proceso que fue mutando y transformándose. Desde el territorio. Dar vuelta el mapa. Hablar desde la periferia. Una historia personal y a la vez universal.”
Leonardo comenzó esta serie, fotografiando la imagen de un auto incendiado a la vera del camino. Ese auto, se dijo, anunciaba el comienzo de la ciudad y reflejaba la expulsión de su basura hacia las afueras, hacia los suburbios. A partir de la fotografía de ese auto, comenzó la expansión de esta serie, que se pregunta qué es esa frontera, el conurbano, donde la cuidad se anuncia violenta y expulsiva, pero también -como lo señala Juan Diego Incardona en uno de los bellos textos que acompañan el libro- el campo se cuela por todos lados. En ese con-urbano que es a la vez con-rural, los cielos abiertos y luminosos se mezclan con el humo, los pastos con el cemento resquebrajado, el murmullo del viento con el rugido de los colectivos.
Es ese fuego cruzado entre ruralidad bucólica -esa inmensa tradición que el paisaje arrastra desde la pintura europea- con violencia urbana -una tradición paisajística más joven, hija adorada de la técnica fotográfica- lo que Leonardo logra combinar en la composición de sus fotos. En medio de ese paisaje, encontramos el tránsito de la gente. Gente que, como el mismo Leonardo, hace a la vida de la imagen, del lugar, del territorio. Por habitar el espacio real, son esas personas las que hacen el paisaje habitable.
Más de su obra en www.leonardomarino.com.ar
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