Que se publique una recopilación de ensayos de Kenneth Goldsmith bajo el título Escritura no-creativa. Gestionando el lenguaje en la era digital no dice mucho, pero si agregamos que el autor en cuestión leyó en la Casa Blanca ante Obama y que una de sus últimas intervenciones fue leer el reporte de autopsia del joven afroamericano asesinado por la policía en 2014 en la Universidad de Brown, situamos mejor a este poeta performático. Goldsmith parece aplicar la operación de Andy Warhol de dar a conocer sus obras de otro modo, esto es, no pretender que sus obras se conozcan en un museo sino hacer que se hable de ellas. Sus libros son coherentes con este planteo, ya que procura llegar incluso a los que no lo lean.
Goldsmith no es un poeta que se dio cuenta de que en las artes visuales había conceptos que retrataban mejor los cambios que vivía el mundo, sino que es un escultor que en 1989 descubrió la poesía concreta que, como él mismo describe, buscaba “crear una forma transnacional, panlingüística que pudiera ser entendida por cualquiera”, y cuatro años después internet: “Hemos necesitado que surgiera internet para constatar cuán profética fue la poesía concreta”. Para él, la poesía concreta y la surrealista están presentes en la era digital en los íconos del escritorio de cualquier dispositivo; que Steve Jobs o la gente de Amazon no se hayan referido a ello no quiere decir que no estén ahí: “Realmente es sorprendente que la poesía fuera capaz de comprimir el mundo en una imagen pequeña y funcional”. En cuanto a su paso de la escultura a la escritura no-creativa, cuenta que cuando conoció internet “dejó de ser interesante ponerme a trabajar la madera y lo único que quería hacer era estar en internet”.
Este es un ambicioso volumen de ensayos porque parte con una descripción de la historia de las vanguardias y de los movimientos posteriores y enseguida traza una línea hacia donde debería ir o avanzar la escritura. El mundo actual, asegura, más que ser una sociedad de la imagen es una sociedad del texto, de ahí los desafíos que se le planteen a la literatura, que se ha quedado cincuenta años atrás en relación con las artes visuales. Conceptos como autoría, apropiación, recontextualización y montaje se vienen aplicando en las artes visuales desde hace décadas; sin embargo, hoy ante un plagio el mundo de la literatura se sigue escandalizando: “El plagio es el mayor cumplido que se le puede hacer a un artista”.
“El ambiente digital ha cambiado el campo literario por completo”, escribe, y las obras literarias han sido incapaces de dar cuenta de ello. Pero ¿por qué ha pasado esto? Según él, el lenguaje, al ser algo preciado para la gente, no ha querido perturbarlo “por miedo a que no podamos entendernos mutuamente”, pero más importante aun es que a la hora de jugar con el lenguaje desafiamos “estructuras comunicacionales, políticas, sociales y legales; si perturbamos el lenguaje, perturbamos también a la sociedad y desafiamos la política y el orden. No hay mucho en juego con una imagen colgada en una pared, pero con el lenguaje todo está en juego”.
En Escritura no-creativa hay una serie de citas a autores y artistas del pasado, como Duchamp, LeWitt, Benjamin, Joyce, Beckett, y también a autores del presente, como Robert Fitterman, Vanessa Place y Ara Shirinyan, sin embargo no hay nadie que tenga la relevancia de Andy Warhol, de quien dice que quizá sea “la figura más importante para la escritura no-creativa” y figura inspiradora “para los escritores de hoy”, porque él como nadie hizo apología de la contradicción, empleó ideas de otros, impulsó la documentación de hechos en apariencia triviales, buscó el aburrimiento; en suma, fue un genio no-creativo.
Por eso la documentación es algo fundamental en esta nueva era: el propio Goldsmith ha documentado y organizado miles de películas, escritos y grabaciones en su sitio Ubuweb: “Lo único que hago es mover archivos, subirlos a Ubuweb, pero nunca los uso”. Para él, tanto Warhol como Benjamin fueron acumuladores. Antes ser acumulador era una patología, “ahora todos somos acumuladores de material digital, y podríamos decir que el archivo es el nuevo arte folclórico”, de este modo “nos hemos convertido en gestores de información, y esto teniendo en cuenta el precedente de Warhol y Benjamin lo veo como una práctica artística. A la larga descargar archivos es hacer poesía”.
Su libro Inquietud es otra de las pruebas de la influencia de Warhol; allí documenta un día en su vida, describiendo los movimientos de su cuerpo de manera objetiva. Inquietud provoca eso, inquietud. Cuando hay tantos escritores dedicados a escribir bien, estas ideas resultan más que un simple ejercicio, una necesidad interrogativa: hacia dónde va la literatura