CULTURA
UNA NARRATIVA ARGENTINA

Destinos conurbanos

Lo primero que surgen son interrogantes. ¿Debemos buscar en la obra de un escritor, o una poeta, que haya una identificación fuerte con el Conurbano? ¿Qué hace que un artista sea del Conurbano? ¿Hay una cuestión temática, o solamente estilística? Para responderlos, convocamos a investigadores, autores y editores que nutren esa amalgama territorial donde más allá de la administración de la carencia, existe la celebración, la posibilidad del goce y del mañana.

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Narrativa Argentina. | pablo temes

El colectivero baja cruzando la General Paz. El capot del motor está abierto. Mira a un costado, de un lado la marea humana, allá los edificios devoradores, y tapa los intestinos mecánicos del coche de vidrios cargados de polvo. Un gesto que acaso enuncia una frontera, un borde, y que marca al Área Metropolitana de Buenos Aires, entre los luces del centro y las lamparitas de los suburbios. Lo que antes era posible, mostrar el cómo funciona con sus fricciones y mugres, por alguna punidora mano invisible, ahora parece impugnarse. Este trabajo sucio de vivir afuera, aunque imprescindible para cualquier sociedad, enlaza con una de las bífidas estratagemas que en las literaturas de los conurbanos se torna vital y cotidiana, pensando las nuevas palabras, las nuevas emociones, las nuevas teorías de sociabilidad, o simple recuperando desde la periferia, las doctrinas del buen vivir que la gente del otro lado del cinturón de defensa preferiría olvidar. “Son los riesgos que corremos/por buscar la verdad”, escribe Walter Lezcano.  Y quien junto a otros escritores del Conurbe, pusieron todos en marcha ese motor de Rastrojero, que nunca te deja a pie, con una narrativa multiforme de discurso propio, que tira centros a la literatura nacional.

Libros, jornadas, artículos, ciclos, ferias y escritores se multiplicaron en los últimos treinta años, en la siempre conflictiva distinción de literatura del Conurbano. La profusión de atención editorial, mediática y académica buscó colgar el cartel a escritores emergentes de entre los 17 millones de habitantes, en los cuarenta municipios alrededor de la Ciudad de Buenos Aires. O incluso anudó narradores consagrados, quienes prestos mudaron sus locaciones a calles de tierra y cuadras de necesidades básicas insatisfechas. “Entiendo que necesiten ubicarnos de acuerdo a nuestros escritos. Y con el cartel de ser un artista del Conurbano me llevo muy bien. Porque es de donde vengo, por donde me tocó ganar asfalto. Y porque siempre es algo que aparece en mis textos. Incluso en los que he coqueteado con períodos históricos, mis personajes tienen cosas bien matanceras”, rubrica Leonardo Oyola, uno de los primeros narradores de las oleadas que removieron el territorio con cariño, en su caso Isidro Casanova. Incluso su “Kryptonita” (2011), las aventuras de cómic, western y cumbia de la banda de Nafta Súper, contó con versiones cinematográficas y televisivas. 

“Una de las preguntas que surgieron en los Simposios Internacionales de Literaturas y Conurbanos es justamente qué es la literatura del Conurbano. Nosotros, en varias de las ediciones armamos mesas homenaje de autores que nos parecen representativos como María Elena Walsh y Ioshua. Pero surge esa pregunta en cada versión, ¿debemos buscar en la obra de un escritor, o una poeta, que haya una identificación fuerte con el Conurbano?, ¿qué hace que un artista sea del Conurbano?, ¿hay una cuestión temática o una cuestión estilística?”, sostiene la escritora e investigadora Carolina Bartalini. Desde la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela coordina, con Martín Biaggini, el mencionado encuentro de estudiosos, escritores, editores y artistas, que en tres ediciones, arrojó un panorama con ejes expansivos desde tratar las lenguas y glotopolítica a los colectivos literarios y políticas públicas. Y destaca Bartalini que en el balance, además de hacer notar que el interés en las literaturas de los márgenes es un rasgo de este milenio, “creo que el denominador común en las narrativas del Conurbano se pueden identificar por la cantidad de referencias que tienen al territorio, y también, por las marcas de los movimientos. Es una literatura que está fuertemente marcada por el traslado. Asimismo, con el tiempo y con la escasez de tiempo. Con lo precario. Con lo indeterminado. Puede ser que a veces eso caiga en cierto realismo mágico, pero como decía Gabriel García Márquez, uno utiliza lo que tiene a mano. Lo que para mí resulta interesante es que este tipo de narrativas de las periferias surca toda América Latina”, afirma.  

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A las colecciones y libros que rastrillan los conurbanos, entre ellos la agotadísima “Conurbe. Cartografía de una experiencia” (2020), la compilación de cuentos por Julián López para Libros de la Unhar, y el best-seller de Pedro Saborido, “Una historia del Conurbano” (Planeta. 2020), se suma la tangente en poesía, con la Colección AMBA de Patronus Ediciones. “En las narrativas y poéticas actuales se identifica al Conurbano con una personalidad cristalizada, pero que en realidad es bastante lábil. No sería lo mismo el poeta del centro de Lomas de Zamora que el de Villa La Cava, en el corazón de San Isidro. Igual ahora se reconoce que existe mucho más que el típico estereotipo del lúmpen y del santo de la pobreza. Y esa es la distintiva que nos motivó para nuestra colección de poesía. Aparecen muchas experiencias en el Conurbano que el centro no te da ni comprende”, comenta Javier Roldán, nacido en Merlo, sobre el emprendimiento junto a su esposo Alfredo Machado, de Avellaneda. Entre los autores reconocidos del sello aparecen los debutantes en versos Leo Oyola y Mariana Komiseroff, y próximamente editarán a Gabriela Cabezón Cámara. “Si fuese feliz no escribiría”, en “Gyr. Cronograma de una ausencia” (Patronus.2022), arremete Komiseroff. Esta escritora de Don Torcuato, que con la novela “De este lado del charco” (Conejos. 2015), que retrata a una familia uruguaya en el Conurbano de los setenta, fue hot list de la Feria de Frankfurt en 2017. 

Talking Conurban

Como de –mala– costumbre quizá todo empiece con Esteban Echeverría y los extramuros refalosos de “El Matadero”. El niño Jorge Luis Borges y el guapo Roberto Arlt viajaban acodados en tren del centro a los suburbios. “Romances del pago de La Matanza” de Elías Carpena (1958) aún continuaba con aquella centralista ruralización de los arrabales, que remite a la herencia de los payadores y tangueros, aunque un contemporáneo Bernardo Verbitsky en “Villa Miseria también es América” (1957), en un límite geográfico similar, demarcaría hacia otro rumbo, coincidente con la radicalización de las reivindicaciones sociales y los movimientos juveniles. El profesor Martín Biaggini en “Roberto Juarroz baja en Temperley” (Leviatián) destaca que a mediados de los sesenta se irradiaban en los municipios decenas de aglutinadoras revistas literarias como “Vivir sin Comas”, editada en Avellaneda por el colectivo El Ladrillo; Zum Zum de San Antonio de Padua; “Barrilete” del grupo Pan Duro; y la paradigmática “El Escarabajo de Oro” de Abelardo Castillo, Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre. Un fermento literario pisoteado en dictadura aunque el Conurbano, mote que surge en el habla cotidiana justamente en el proceso, sería el gran protagonista de la novela epigonal de la época, “Flores robadas en los jardines de Quilmes” de Jorge Asís. Este escritor y periodista que con “Los reventados” (1974) adelantaba varios campos de batalla que “Vivir afuera” (1998) de Fogwill, y “El origen de la tristeza” (1999) de Pablo Ramos, desperdigarían sin compasión y en toneladas de testosterona. Más sutil, igual en ferocidad, serán los relatos morenenses de inocencia y barbarie de Hebe Uhart en “El budín esponjoso” (1977) y “Señorita” (1999). 

“Creo que flotan ciertas ideas que tienen que ver con esa indefinición delincuencial que tipifica a los conurbanos, pero que es más que nada una manera en cómo contarnos desde el centro. Y lo que pasó a partir de la crisis del 2001 es que aparecieron discursos que pusieron en contradicción aquellos prejuicios”, señala Diego Melero, uno de los hacedores de The Walking Conurban en redes, u otra manera de contar con humor la épica y la poética del Gran Buenos Aires. “Discursos que han sido fuertemente consolidados en los medios, que solamente aparecen para cubrir noticias del Conurbano cuando hay alguna tragedia; y no vienen cuando se abren fábricas autogestionadas de tecnología y que se exporta al exterior. No hay una categoría definida sino creo que cabría pensar al Conurbano y sus literaturas con categorías flotantes”, puntualiza. Y valorando a Washington Cucurto entre los precursores, en su realismo atolondrado, marca esa camada de la vuelta de hoja del milenio, encabezada por Juan Incardona, Félix Bruzzone, Josefina Licitra, Leo Oyola, Edgardo Scott, Sebastián Pandolfelli, Germán Maggiori y  Cabezón Cámara de “La Virgen Cabeza” (2009). Que se dieron además a conocer muchos con editoriales autogestivas bonaerenses, varias con los mismos escritores devenidos editores, Ediciones del Diego, Colección Chapita, Ediciones del Sur y Mancha de Aceite, entre otras. Y en ferias masivas que crecieron febriles en la continuidad de la Flia –Feria del Libro Independiente y Autogestiva–, y los encuentros municipales, junto a centros culturales barriales y librerías con nutridas actividades, como Notanpuan en San Isidro, o Sudestada en Lomas de Zamora.    

Gran Gran Conurbano

“Con respecto al “circuito”, es sabido que el mercado siempre va a intentar  reducir nuestra obra a un objeto de consumo, pero por suerte, existen de este lado de la General Paz otras formas de producir y compartir la experiencia artística”, indica Nina Ferrari de Moreno, autora de la reciente plaqueta “La seca de la suerte”. Conocida en zona oeste por sus intervenciones poéticas en espacios públicos, la escritora y dramaturga, detalla. “Por ejemplo, en los ciclos de poesía donde se habilita el micrófono abierto, proponiendo una relación comunal con los concurrentes. O la entrada al sobre, sistema con el que nos manejamos en el colectivo teatral al que pertenezco, porque conocemos el territorio, y sabemos cuáles son las condiciones de vida de las mayorías. De hecho, hemos sido nosotros también en su momento “invitados” por otros artistas (populares) cuando no teníamos dinero para una entrada, o para comprar un libro”, comenta sobre quiénes consumen los libros de las nuevas editoriales, La Máquina Eterna de Haedo, La Carretilla Roja de Guillón, la bonaerense Tren en Movimiento y la Editorial Municipal de Berazategui. Varias de ellas toman el impulso de las desaparecidas a partir de 2015, en la hecatombe editorial macrista. 

En este punto Carolina Bartalini comparte aproximaciones de un estudio sobre el ecosistema del libro del Conurbano –que no existe ni privado ni público–, y que encara la Universidad Jauretche, donde se aprecian cuatro maneras de publicación: las editoriales universitarias, las editoriales zonales o municipales, las editoriales independientes autogestivas, y una cuarta categoría, no menos relevante, que son las publicaciones de los mismos autores. Y  que asegura que “el mayor agite de la literaturas del Conurbano pasa por los centros culturales y los ciclos de lecturas”. Bartalini figura a la gran mayoría de lectores de estas literaturas, a quienes considera más bien territoriales que foráneos, “aunque tenemos que ponderar que no hay quizás un lector que sea de un solo territorio, sino que hay un lector de los conurbanos que se va a desplazando con los distintos espacios”. Movimiento es hacer y consumir literaturas en el Conurbe.

“Se lee en todas partes. Leer es una elección. Hay quienes quieren encontrarse en las voces de quiénes contamos el Conurbano. Y hay otras personas que, aún, siendo oriundas, no quieren más de lo mismo, más de lo que les toca vivir. Me parece no solamente justo sino perfecto. Mientras se lea, mientras se elija leer, no hay que obligar ni imponer un texto o autor”, enfatiza Leo Oyola, un viajero leedor de sus textos, y que lleva a las provincias las santerías del homo conurbanis, hace poco compartiendo asfalto en Rosario y Venado Tuerto. Porque esto de las literaturas de las periferias, o de los conurbanos, brota en la cordobesa Camilia Sosa Villada, en la bahiense Marie Gouiric, o en la ahora puntana Marlene Ayala. 

Cuánto valés, mi General

“Lo que cambió en estos años de la literatura del Conurbano fue que se perdió esa cosa medio machista, que tenía en los dos mil, y surgieron las disidencias en la narrativa. Otra página distinta a la cultura del aguante. La primera camada estaba muy centrada en el campito y el fútbol, aunque de esa primera tanda es también la crecida avellanedense Mariana Enríquez de “Cómo desaparecer completamente” (2004). Pero esto cambió con voces potentes feministas y territoriales como la de Dolores Reyes. Por ejemplo aparecen libros que uno no se puede imaginar que tengan que ver con poéticas del Conurbano como otro tipo de mundos, más cercanos al animé, o salidas discordantes al típico chabón o minita. Hay todo un lirismo en poesía y narrativa impensable en el “Pija Birra Faso” de Ioshua”, resalta Javier Roldán. Como el que se tamiza en María Insúa de Avellaneda, en la novela “Bicho taladro” (Paisanita Editora.2019), “podría darte agua y leerte poesías. Te leería unas de Mary Oliver en las que habla su perro Percy. Me hacen reír o pensar o quizás las dos cosas al mismo tiempo. Pero a vos te gusta el mar. Hay una que dice: Estoy enamorada del Océano /que levanta sombreros de espuma / en la furia de la tormenta / o se expande, suave y azul, /la cama más preciosa del mundo”

Sin embargo, en este quiebre el también poeta Roldán pone de referente pionero al “Rimbaud del Conurbe”, Ioshua. Este poeta y performer punk de Libertad, Merlo, prematuramente fallecido en 2015, hoy objeto de reediciones y homenajes universitarios, es un figura que atrae la devoción y las escrituras. “Qué me importa el barro, el frío y el hambre… qué me importan los días que pasé arañando las veredas, mordiendo en los baldíos y llorando en los vagones./¡Mi corazón es más cruel!/¡Mi furia es más tenaz!”, versos de Ioshua recuperados en la antología “Todas las obras acabadas” de Nulú Bonsai Editora, que superó la quinta edición en 2021. Y que dialogan con la obra del moronense César González, escritor y realizador audiovisual, que, nada es casualidad, tituló el último libro “El niño resentido” (Reservoir Books). “Este libro da miedo y tiene la llave para salir del miedo. Suplico que lo lean. A ver si logramos ir juntos para algún lado que no sea la guerra”, golpea la reseña de Lucrecia Martel. 

La reivindicación social construye el trasfondo y vertebra a las distintas camadas de escritores de los conurbanos, en un conato de su orillo en el derrumbe de 2001. “Es inevitable el pedido de equidad ante los sistemáticos atropellos que se vienen sufriendo desde siempre, amplificados en gobiernos como el que estamos padeciendo”, recalca Oyola. Y suma Diego Melero, “No me parece que haya una línea que tenga que ver con la justicia social, pero sí es fuerte la presencia del peronismo en los relatos. Es que es el gran organizador de estas vastedades. Y es el único sujeto político que habla. Porque es el peronismo quien le habla al bonaerense a diario. Y le habla porque, si uno piensa en términos históricos, el proyecto modernizador fue pensado para la Capital Federal, dejando sus áreas aledañas, realmente con poca atención. Uno podría suponer que el proyecto de país de la Generación del 80 llega hasta la General Paz. Entonces fue el peronismo el interlocutor válido que encontró la inmensa población. Y de allí, la constantemente de la reivindicación social, sea en los libros, o en la música hip hop”. Y analiza el creador de The Walking Conurban, con miles de seguidores y colaboradores, “existe una delgada línea entre la reivindicación y romantizar. No lo niego. Pero digo, entonces, ¿nos quedamos solamente con los relatos de “Policías en Acción”? No. Entre romantizar y la distopía, donde parece que estamos acorralados, hay mucho más en el medio, y sobre todo, en las variedades de narrar los conurbanos”, subraya. Y agrega, “sabemos que no somos la caricatura que hicieron de nosotros. Ese personaje que solamente tiene aguante para ofrecer. Hay una potente vida comunitaria que posee el Conurbano para brindar. Y la literatura trata de inventar esa lengua, cosa que quizás se vea en décadas, o que nunca ocurra. O escapan las literaturas del Conurbano del laberinto de la lengua, que generalmente fija, y estanca en categorías. En el habla está la verdadera riqueza de la lengua, y creo que eso que aparece tan fuerte en los relatos del AMBA, nos hace estar hablando ahora”, remata. 

En tanto, Nina Ferrari profundiza, “muchas veces alzamos la voz para interpelar esa naturalización de la desigualdad, y los mecanismos del marketing nos licuan los discursos, volviéndose demagógicos. Es algo a lo que debemos prestar atención, pero no por eso señalar con el dedo o descalificar el trabajo de los colegas. Por mí, que los pobres y marginales romanticen o deliren todo lo que les plazca, pero para eso, primero necesitamos que accedan a la producción y financiamiento cultural, para dejar de ser contados por las clases medias o altas. En todo caso, creo que lo importante, si vamos a hablar de justicia e igualdad, es amplificar voces, ampliar el espectro. Democratizar, en definitiva”. Es escribir y punto. 

Hacemos por vos

No caer en un nuevo exotismo for export, lejanos de los cantos de sirenas del mercado, hacia nuevos terrenos inexplorados, son los horizontes de quienes narran y transpiran la periferia urbana, y que, por cierto, a no descuidar, releen punzantes a lo argentino. “Creo que la interrogación de los conurbanos ya forma parte de lo que sería una narrativa argentina. Porque ya está incluso legitimada por lo social. Imagino que ella es una identidad que se va ir asentando, incluso, porque cada vez la sociedad es más expulsiva, más precarizada, y las sociedades necesitan mecanismos, o dispositivos, de supervivencia. Y el arte, que sale victorioso de los espacios de la comunidad, se hace necesario. En un contexto donde el mercado editorial se vuelve cada vez más algorítmico, y más de nombres propios, observo que hay una necesidad de estas literaturas que marcan voces distintas”, referencia la investigadora Carolina Bartalini, y cita que internacionalmente ya se está recortando el fenómeno que “surge de un clima de época muy preciso como fue el Boom de la literatura latinoamericana de los sesenta”.  

“Hacer literatura del Conurbano es dibujar un mapa con la lengua seca y el territorio puesto”, poetiza Nina Ferrari. Un territorio que en la administración de la carencia, existe a pesar de todo, la celebración, la posibilidad del goce y el mañana. Una vida en el barro que no es solamente la dura calle sino que es un lugar también para vivir, para soñar y poner la pileta. Sergio Gramajo de Laferrere en la imprescindible “Talón rajado” (La Máquina Eterna. 2021) presenta un Conurbano que es historia y paisaje, en modo comunitario, en cálido “tono sepia. El color de la tosca que se ve a los costados cuando se viaja en tren”.

Martina Cruz de Temperley, Pilar Sanjurjo de Almirante Brown, Danilo Zárate Pacheco de Merlo, Matías Gómez de Monte Grande, María Cecilia Perna de Zárate, Gonzalo Montenegro de Malvinas Argentinas, Postisha de Morón, algunos de los recientes narradores y poetas que inventan e inventan una lengua propia del mestizaje, fuera de sector, bombeada por los flujos migratorios y de los otros. 

Quizá a algunos les parecerá menores, o marginales, abrazados al territorio, a un bombo y a la desesperación en la derrota. Pero precisamente en los márgenes, en los bordes, en las periferias, en los conurbanos, quedan los que piensan las ideas que se creían echadas al oblivion libertario, y les siguen dando vida, imaginando en verbo colectivo. 

Y cuando los oficiales del orden caminan los cordones, del primero al último, y preguntan desorientados, “¿Qué estuvieron haciendo por nosotros estos setenta años?”, les vuelve marrón y poderoso, pregonaban Fogwill y Ioshua en la canchita, “¡Todo! Por ustedes… ¡Todo! Mi destino es más claro”. 

Es tiempo de intentarlo de una vez por todas.