CULTURA
laMborghini & libertella

Dos pasiones irresueltas

Si bien las obras de Libertella y Lamborghini no viven en una clandestinidad escandalosa, es cierto que no han tenido la difusión necesaria. La estela de dos de los mejores escritores no bendecidos por el canon oficial.

Libertella. Pese a que sus libros aparecen en librerías de viejo, no existe una tentativa por publicar sus obras completas. Lamborghini pasó los tres últimos años de su vida en voluntario encierro, re
| Cedoc

Durante más de un año viví atormentado por la idea de estar pasando por un período histriónico, histérico, durante el cual estafaba a los demás (especialmente a mis mejores amigos) porque ‘me hacía el loco’. Releyendo tu libro, recapitulando el papel que jugué en ‘nuestra’ polémica, me doy cuenta de que la supuesta histeria era, simplemente, una defensa. Porque, sin ninguna duda, yo estaba loco”. Había pasado más de un año desde que Osvaldo Lamborghini se había radicado en Mar del Plata, y le escribía entonces esas líneas a Héctor Libertella en una carta de 1977, refiriéndose ahora desde otro lugar a la crítica que le había hecho por Nueva escritura en Latinoamérica, el libro que Libertella había publicado meses antes (ver recuadro).

Lamborghini y Libertella se conocieron en 1973. No sólo se hicieron amigos, sino que emprendieron una profusa actividad e intercambio, fungieron como artífices de un grupo íntimo y célebre en el que además se encontraban César Aira y Tamara Kamenszain (“nosotros cuatro”, decía Lamborghini en las misivas), y contribuyeron a la revista Literal junto a escritores como Luis Gusmán y Germán García. Pero en el 80 Lamborghini se fue definitivamente de Argentina; se radicó en Barcelona, perdiendo contacto con todos en Buenos Aires, y la muerte lo sorprendió (a todos sorprendió, en realidad) en noviembre del ‘85. “Y bien, desde que Osvaldo murió, y desde ese entonces lejano, el juego de sus propias palabras dice que cualquiera fuera su destino de botella perdido, como este bar –que a pico o que sacudido por las olas de aguardiente va–, así es posible imaginárselo a él, en la sentina del último barco…”, escribió Libertella en La librería Argentina, publicado en 2003, tres años antes de su propia muerte.

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Dueños de una obra fundamental en el mapa literario argentino y latinoamericano (la proyección de Lamborghini es notable fuera del territorio nacional, al punto de necesitar la crítica embarcarlo en la confusa taxonomía de un “neobarroco” junto a Perlongher), ambos padecieron y hoy sus nombres aún padecen (sobre todo el de Libertella) la falta de atención hacia su obra por parte del mercado editorial. Desde el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA han decidido reflexionar y legitimar la obra de tamaños autores, y por tanto llevarán a cabo las Jornadas Libertella/Lamborghini, que tendrán lugar el martes y el miércoles próximos en la Biblioteca Nacional y en el Malba, respectivamente.

“La sentina del barco es, en el texto de Libertella, el lugar donde se produce una tensión entre interpretación y ceguera, entre la determinación de un sentido único y lineal y la indecibilidad del sentido; entre el texto como producto y el texto como productividad; entre la palabra como un punto y la palabra como un cruce o yacimiento semiótico; entre el intérprete y el lector como productor. Maniobras que se dan a leer tanto en los textos de Libertella como en los de Lamborghini. En esa dirección, las poéticas y los procedimientos literarios son otros de los motivos por los cuales están juntos en estas Jornadas”, apunta Silvana López, quien las coordina junto a Roberto Ferro. “Las trayectorias literarias de Libertella y Lamborghini pueden figurarse como errancias que transitan espacios de ruptura, de decir en discordancia con lo ya visto, lo ya leído, con el desierto tan poblado de los estereotipos; esas errancias tienen un punto de contacto, de encuentro y fricción en la revista Literal, de la que ambos participaron; asimismo, sus escrituras pueden ser pensadas a partir de la idea de suspensión de todos los protocolos de repetición y ratificación. Ese es el punto de convergencia más notable para los que hemos organizado las jornadas”, dice Ferro sobre los autores de los magistrales El Fiord y El camino de los hiperbóreos.

¿Pues por dónde transita esa ruptura concretamente, entonces? ¿Qué protocolos, qué formas rasgaron? ¿Acaso son, ambos, una vanguardia en sí misma? Martín Kohan, responsable de una de las exposiciones en el evento, dedicada específicamente a Libertella, sostiene que “tanto uno como el otro escribieron con plena conciencia de lo que es la lengua, contra tanta literatura para la cual la lengua es apenas un medio de expresión o un instrumento para hacer narraciones; y tanto uno como el otro escribieron sin hacer concesiones al lector, en lo que es la verdadera manera de tenerlo en cuenta: exigirle y no subestimarlo. Repensaron con una inteligencia extraordinaria la relación entre vanguardia y tradición, cuando las vanguardias eran ya una tradición (pero no apelaron, uno y otro, a la misma tradición: Libertella produjo un choque con lo arcaico; Lamborghini con la tradición popular de la gauchesca)”.

“Héctor cita una frase de Osvaldo, de una carta que éste le escribe a Tamara Kamenszain: ‘La argentina no es ni una raza ni una pura nacionalidad, sino puro estilo y lengua’. Héctor la parafrasea diciendo: ‘¿No es acaso la crítica lo único que distingue a la Argentina?’ Creo que Héctor dispone de un aparato crítico que no se encuentra en la obra de Osvaldo, no estaba entre sus intereses. Por otro lado, de los escritores argentinos que he leído, sólo Héctor dispone de la cantidad de lecturas sobre la literatura latinoamericana: Lezama, Sarduy, Roa Bastos, Darcy Ribeiro, Elizondo, Felisberto Hernández, Guimares Rosa... le interesaba esa tradición, le interesaba la lengua en que estaba escrita”, dice Luis Gusmán, que dará una charla en la primera de las jornadas titulada “El arte de disponer del lector”.

Laura Estrín, también presente en las jornadas, editó desde Santiago Arcos la antología de la revista Literal y Zettel, de Libertella. “Conocí a Libertella cuando leí a mediados de los 80 Nueva escritura en Latinoamérica; aún no había cruzado a Martínez Estrada, a Murena, a Correas, a Savino, a Thonis. Encontré entonces por primera vez una espiral de lecturas que allí hacía libertad, alguien que bailaba en una biblioteca –dije ya mucho más tarde–”, y agrega, en referencia a los dos, que “el camino de los últimos textos de ambos, superspicaces a toda lectura, me llevaron a pensar el agujero que es un maestro como lo fueron Lamborghini y Libertella. Para mí ellos son una herida abierta, en carne viva, en la historia literaria que llevamos y traemos los que por estos lugares andamos”.

Para Rafael Cippolini, que disertará sobre el autor de El árbol de Saussure, “durante más de veinte años Libertella coqueteó con el aura de vanguardista, pero progresivamente fue rechazando esta figura. ‘Los vanguardistas pretenden ubicarse por delante del resto, pero ¿en qué se convierten aquellos que son abducidos por un ovni?’, se preguntó frente a cámaras alguna vez. Si pensamos en su narrativa, la primera parte de su obra está marcada por la voluntad de fuga, del viaje interminable. El resto –así como su obra ensayística–, por la continua metamorfosis de un número muy preciso de obsesiones: Libertella era demasiado fiel a su colección de síntomas”.

Varios interrogantes se configuran en torno al presente editorial de ambos. Si bien el nombre de Lamborghini goza de mayor atención (Mondadori ha publicado todo lo suyo excepto Teatro proletario de cámara, que sólo se editó en España a un precio altísimo), las obras de Libertella son difíciles de hallar y Lamborghini tampoco desborda los anaqueles. ¿Acaso representan un riesgo editorial? ¿Hubo un desorden en sus propias vidas que se refleja hoy en el mercado, de derechos y manuscritos caóticos? ¿Por qué hay que bucear para llegar a ellos eliminando casi por completo la posibilidad de encontrárselos?

“La literatura no pacta con lo cultural. Los rótulos, las estrategias o las políticas culturales, críticas, editoriales son ajenas a la obra en sí. Los libros están ahí para quien quiera leerlos. No hay que esperar unciones, instituciones y ciencias ultravioletas para darse cuenta de qué es literatura”, dice al respecto Estrín. Para Gusmán, “las vicisitudes del mercado y la circulación de los libros son siempre azarosos y contingentes. Pero, a pesar de eso, se pueden pensar algunas conclusiones. La obra de Osvaldo siempre tuvo la aureola y el prestigio de lo clandestino y el malditismo. Eso ayuda a que cada tanto ese mito sirva como motor e impulso editorial”. Kohan piensa sobre el caso de Libertella, puntualmente: “Es un hecho que la literatura de Libertella mantiene su carácter revulsivo, que sigue resistiendo la normalización literaria, la asimilación a los patrones de lectura más llanos. Pero dada la apertura editorial que existe actualmente, y que no nos condena a la circulación absoluta de las escrituras predigeridas, sólo puedo atribuir a un caso de distracción que haya textos de Libertella que faltan y no se reeditan”, asegura, y sólo citando el caso de El camino de los hiperbóreos, su primera y magistral novela premiada en el ‘68, se confirma la hipótesis. “Pura variable”, dice Cippolini. “En los últimos treinta años, la disponibilidad de las obras de Libertella y Lamborghini fue de lo más oscilante y lo sigue siendo. Convengamos que no son obras que se encuentren en cualquier librería, sino de aquellas donde hay que saber buscar. El riego editorial lo comparten ambos, está en sus escrituras, en sus propuestas. La disponibilidad hoy favorece a Lamborghini, pero esto no siempre fue así y apuesto a que tampoco lo será en tiempos futuros. Ni uno ni otro poseen cuerpos de obra que se publiquen con continuidad, y por supuesto esto alcanza a tantos otros escritores igualmente fundamentales”. Para Ferro, “la obra de Libertella y la de Lamborghini son condensaciones de discursivas y poéticas que exigen de los lectores algo más que la inmediatez de la clave”. Para Silvana López, “la fuerza de la escritura, las operaciones extremas, el delirio de la lengua de los textos de Libertella y Lamborghini hacen que los textos resistan la mediocridad del mercado y que interpelen la literatura aun en ‘la oscuridad de los incunables’. Es una literatura de vanguardia que subvierte los estereotipos y lugares comunes. Mientras en las ferias de libros uno encuentra centenares de libros de autoayuda, esos textos vienen a decir y a desdecir el advenir de la literatura. Por lo tanto, vanguardia, marginal en lo social del mercado pero central en el espacio literario, y, como tales, inscriptos en una cuarta dimensión de la lectura”.

 

Libertella, el mejor de todos

Damián Tabarovsky
La semana pasada me encontré a cenar con un promisorio escritor joven, que me contó que estaba leyendo Diario de la rabia, de Héctor Libertella, publicado en 2006, el mismo año de su muerte. No sé por qué, pero no me llamó la atención que mi amigo tuviera un libro de Libertella en su mochila. Sin embargo, cuando Héctor murió, pensé que estaba asistiendo en vivo a la aparición de la figura del “escritor olvidado”. Recuerdo que Punto de Vista le dedicó un artículo, y que Alan Pauls –en Otra Parte– y Martín Kohan –en la revista de la Biblioteca Nacional– escribieron dos excelentes ensayos, que algunos breves artículos necrológicos salieron en los diarios, y luego no mucho más. El silencio para alguien que pertenecía irremediablemente a otra época. Pero contra mi escepticismo, de manera subterránea (en él todo era underground) su obra y su figura –la una y la otra– no dejan de reaparecer: en un pasaje de un libro de Ludmer, en filigrana en textos de muchos escritores jóvenes, en Peripecias del no, de Chitarroni, en la sobremesa de un bar, en la manera en que argumenta ese joven crítico que quiere imitar a Viñas pero termina pensando como Libertella. Y en eventos algo pomposos, como estas Jornadas Libertella/Lamborghini en el Malba, que en realidad reúnen a un grupo de viejos amigos gozosos de recordar al maestro. Nada está dicho, y el olvido sobrevuela –y sobrevolará– siempre sobre Libertella. Pero que todavía estemos merodeando en torno a él no deja de hablar bien de esta ciudad. El era de otro mundo: fue el que hizo del gueto una categoría de política literaria, el que exhibió un rigor intelectual inigualable, el que enseñó a leer a muchos (a mí me enseñaron sólo él, Quique, César, y luego Luis). Fue el mejor de todos.

 

‘Nueva escritura en Latinoamérica’

R. Strafacce
En marzo de 1977, Libertella concluyó su ensayo Nueva escritura en Latinoamérica, que en septiembre de ese año publicaría la editorial venezolana Monte Avila. En él dirigía su análisis a Sebregondi retrocede, de Osvaldo Lamborghini, Farabeuf, de Salvador Elizondo, Cobra, de Severo Sarduy, The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig, El mundo alucinante, de Reynaldo Arenas, y La orquesta de cristal, de Enrique Lihn.
Apenas terminó de revisar el libro, le envió una copia del original a Lamborghini, que en ese momento residía en Mar del Plata. Suponía que su amigo lo aprobaría. Se equivocaba. Lamborghini, un par de días después de recibir el libro, le mandó una carta iracunda en la que le reprochaba, entre otras cosas, que los dos argentinos estudiados (Puig y él) aparecieran en Nueva escritura…, como queriendo entrar al Mercado Común Europeo “colgados de la boa de plumas del puto de Sarduy”, que el estilo críptico de Libertella no le servía –a él– para “hacerse un lugar en el mercado” y, además, que el libro de Libertella no citara más profusamente Sebregondi retrocede.
Libertella no cedió a las presiones de Lamborghini y publicó el libro tal como lo había pensado. La discusión fue áspera y duró, siempre por vía postal, varios meses. Hacia fin de año, sin embargo, Lamborghini le dio la razón a Libertella y con la misma pasión con que había denostado el libro pasó a ensalzarlo: “Hiciste un trabajo perfecto, con pasión de metáfora, en cuanto al capitoneado de los famosos tres registros, simbólico, real, imaginario. La diseminación de los efectos de código en el mensaje son, al mismo tiempo, tan elusivos y tan materialmente presentes que la descolocación del lector se convierte en el ser de lectura del libro: ensueño diurno de una paradoja”.
En 1993, como si quisiera darle la razón póstumamente a ese amigo que se había quejado de que Nueva escritura en Latinoamérica no lo citara más, Libertella, cuando reprodujo con modificaciones, en Las sagradas escrituras, aquel capítulo sobre Lamborghini, decidió citar más extensamente Sebregondi retrocede. Y eligió uno de los pasajes más bellos: “Ese perro bebiendo agua en mi vaso de agua tiene en su cara un asombro parecido a mi cara. Acaso es un destello del perro de mi cara, otro asombro de mi espejo donde aparece el agua –bebida– y el perro borrado por milagro”.
Habían pasado ocho años de la muerte de Lamborghini y 16 de la polémica. Después de Las sagradas escrituras, los amigos quedaban a mano.