Hace un siglo, mientras el mundo se encaminaba sin saberlo hacia la Primera Guerra Mundial, surgía la abstracción geométrica. Es en 1913 que Kazimir Malévich concibe el cuadro Cuadrado negro (aunque recién lo presentará en 1915): esa obra significó un giro radical en la historia de la pintura moderna. En esa misma época, Piet Mondrian sienta las bases del neoplasticismo. Por toda Europa los artistas comienzan a pensar la pintura abstracta como la nueva forma de pensar el arte: desde Vasili Kandinski hasta Robert Delaunay y desde Vladimir Tatlin hasta Sophie Taeuber-Arp, confrontan la idea del arte visto como representación del mundo con la idea del arte como constructor de un mundo independiente. Para muchos artistas, la abstracción geométrica es el correlato estético de la revolución. A cien años de aquellas batallas, la muestra Geometría, desvíos y desmesuras, curada por Danielle Perret, convoca a 17 artistas argentinos y cinco suizos, cuyas obras suelen dialogar, de manera no lineal, con la gran tradición abstracta.
Así como las vanguardias históricas pensaron su tiempo como una era de quiebra radical con la tradición, el arte contemporáneo imagina una relación compleja con aquella tradición rupturista. Los artistas actuales que apuestan por la abstracción no son, tal como puede verse en esta muestra, ni simples herederos ni desentendidos de aquellas corrientes: es posible ver en muchos de estos proyectos una impronta vanguardista ya asimilada como signo de la historia del arte y no como ideología de la ruptura. No pervive la mística de estar fundando un mundo utópico a través de la abstracción sino la idea de imaginarle nuevas posibilidades al mundo.
La muestra pone de relieve la gran diversidad de opciones que surgen de la abstracción geométrica, y lo hace enfatizando los diferentes estilos y trayectorias de los artistas convocados: Irene Banchero, Alejandra Barreda, Marcelo Boullosa, Fabián Burgos, Beto De Volder, Verónica Di Toro, Mara Facchin, Jimena Fuertes, Daniel Joglar, Ana Lisazo, Pablo Siquier, Andrés Sobrino, Cristina Tomsig, Marcelo Villegas, Román Vitali, Horacio Zabala y Carola Zech (entre los argentinos), y Davide Cascio, Stéphane Ducret, Gian Paolo Minelli, Jürg Staüble y Beat Zoderer (entre los suizos).
Algunas de las obras tienen una fuerte impronta conceptual, como Las obras completas de Mondrian, en la que Horacio Zabala toma los colores primarios del trabajo del artista holandés para mostrarlos como libros que preservan la memoria del fundador. Otras remarcan la relación de continuidad mental con la vanguardia concreta, como la obra de Andrés Sobrino, que pone en primer plano los materiales industriales y los procedimientos constructivos. Fabián Burgos se apropia sin drama de la tradición (en su caso, la producción de Max Bill) para proponer desde allí una nueva mirada. Por el contrario, la instalación La brevedad del arco iris, de Daniel Joglar, se inspira muy libremente en el conjunto de la tradición abstracta sin someterse a ninguna de sus líneas.
Desvarío de las formas: la abstracción, que surgió como ruptura con la tradición figurativa y que se pensó como un renacimiento a partir de la búsqueda de las formas puras, se presenta ahora consciente de su deuda con el pasado. Mientras que las vanguardias detestaban la tradición, la abstracción contemporánea reconoce que las vanguardias son su tradición. Ese rulo histórico (irónico y realista a la vez) condensa el sentido de esta muestra: es tan poética como programática.