CULTURA
para una teoria de los espectros

El cazafantasmas

A la manera de un explorador obsesionado con sus angustias, Damian Kirzner encuentra inmensas piezas creadas por el hombre, que después de haber vivido su momento de esplendor fueron desechadas. A través de barcas devoradas por el salitre consigue contar historias cargadas de ecos perdidos, instantes capturados para siempre en el vaivén del abandono. Desplazadas de su entorno, las ruinas viven.

Imágenes oníricas. Como venidos del sueño, los recortes de Kirzner convocan a las apariciones, que también recuerdan a Conrad.
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La espectralidad es una forma de vida, una vida póstuma o complementaria, que comienza sólo cuando todo ha terminado y que, por lo tanto, tiene respecto de la vida la gracia y la astucia incomparables de lo que está cumplido, el garbo y la precisión de quien ya nada tiene frente a sí”, escribe Giorgio Agamben en De la utilidad y los inconvenientes de vivir entre espectros. Esa modalidad de espectro o fantasma es una especie perfecta que no debe dar cuenta de nada: todo ha sido dicho, nada queda por hacer. En ese caso, son los vivos los que invaden sus espacios y los obligan a esa reticencia y esa actitud esquiva. Fantasmas, la muestra de fotografía de Damian Kirzner, exhibe un poco esto y algunas cosas más. Por un lado, son barcos, lanchas, buques y algunas otras variantes de medios de transporte acuáticos que comparten la categoría de abandono y extrañeza y que el fotógrafo fue coleccionando a lo largo de muchos años. Todas ellas están fuera de uso y, en algunos casos, en lugares insólitos. Lejos del agua, por lo menos en las fotos. La única que tiene cerca es el canal que moja la belleza infinita y anacrónica del Museo del Tigre. En bosques, subidos a pedestales en medio del campo, encallados en pastizales y en estacionamientos, los barcos de las fotos olvidan su origen y función. Se dejan estar en una deriva imaginativa que debería pasar por alto los títulos que el artista le ha puesto a las obras. Moradas de fantasmas, huidizos y escondidos, que fueron violentadas por el fotógrafo que atrapó el instante eterno de lo que queda. Del resto. La ruina se impregna como un tatuaje y con la potencia de restitutiva que tiene le marca un pasado, le completa el presente. Porque la ruina, así como el espectro, necesita que todo haya terminado para elevarse en su sentido más completo y más perfecto.

En una obra anterior, Kirzner ensayó esta misma idea pero con autos abandonados. Fósiles se llamaba la muestra, y la colección de fotos que reunió sobre estos vehículos a la intemperie, fuera de circulación literal y metafórica, en los lugares más apartados de Uruguay, lo propone a él en el lugar del explorador y del arqueólogo de los restos de esas maquinarias, los remanentes de un capitalismo tardío. Sin embargo, no parece ser el mismo papel el que cumple en Fantasmas. Los cazadores de éstos no saben de los conocimientos de la disciplina tal como la conocemos desde el siglo XVI en adelante. Hay que meterse con los espectros en sus moradas. Llegar al borde para poder atrapar esas formas de vida que se esconden en las embarcaciones, en los cuerpos que los habitaron y que los abandonaron. Fundirse con toda una tradición que los ha celebrado, desde las leyendas celtas hasta el romanticismo inglés que hizo de los barcos de fantasmas un tópico y una reflexión sobre la vida y la muerte. La exhibición podrá ser visitada de miércoles a viernes de 9 a 19 y sábados y domingos de 12 a 18 hasta el 1° de septiembre en el Museo de Arte del Tigre.