ACharo Bogarín la asaltaron la necesidad y el compromiso de plasmar, luego de diez años de Tonolec, la palabra y la poesía que en sus discos fueron abriendo una huella y ese trabajo de permanente colaboración con la exhibición de las culturas originarias. Este cancionero, bien llamado La celebración, pone ahí sobre el papel lo consumado de esa búsqueda, siempre signada por la música de Diego Pérez, que Charo asegura inacabable y que ilustra muy en sintonía con el grafito de Carlos Coccia.
Pero mucho más que un cancionero, esta Celebración es un portal hacia el poco explorado traspaso de las oralidades a las escrituras en dos culturas de nuestra tierra, próximas en territorio aunque disímiles en historia. Si la oralidad es la fortaleza real de toda la herencia cultural tanto para qom como para guaraníes, los primeros fueron ágrafos siempre, al menos hasta 1980, año en que se elaboró por primera vez un vocabulario toba, suerte de diccionario al que acudieron todos, incluida Charo, hecho por Alberto Buckwalter.
Los guaraníes, en cambio, tienen una tradición escrituraria de antaño, que se remonta a mediados del siglo XVI y está signada por su vínculo con los jesuitas y franciscanos. José de Anchieta fue uno de los primeros que dedicaron parte de su misión a escribir un libro de gramática y diccionario en lengua guaraní. En 1583, el franciscano Fray Luis Bolaños se ocupó de traducir al guaraní el Catecismo breve para rudos y ocupados, pero no se lo usó hasta 1603, cuando fue oficialmente adoptado para la enseñanza.
Charo señala que esa fortaleza de la lengua guaraní ha permitido otro desarrollo en la historia de las etnias (supieron ser 24 en territorio argentino, paraguayo y brasileño, de las que hoy quedan diez), diferente al sometimiento que han padecido los qom. “El guaraní es una lengua que jamás fue suplida por el español y, aunque en Paraguay haya sido oficializada hace pocos años, todo el mundo la habla. En Corrientes sucedió algo parecido, en Formosa también. Mientras el qom se hizo converso en su religión y creencias, converso al evangelismo y al pentecostalismo, los guaraníes reinterpretaron los símbolos del catolicismo, como la cruz, les dieron sus propios significados y mantuvieron su cosmogonía. Conservaron sus dioses, su búsqueda es la de una tierra sin mal, el paraíso está acá, es terrenal, no en el más allá, como lo ofrece el cristianismo”, dice Charo y asegura que los jesuitas han sido responsables en buena parte de esa libertad con la que las etnias guaraníes han transitado los tiempos post conquista. “No se los obligaba a estar ahí, en las congregaciones que hoy son las ruinas de Santa Ana o San Ignacio. La historia de los qom es diferente, por eso su canto es mucho más hondo, viene de un desgarro, de un lamento, es una lectura mucho más dolorosa de una realidad que les tocó vivir”.
Hay una marcada diferencia que en esta Celebración queda a la luz. Mientras que el canto de los qom es casi privativo de los adultos, excluyendo a los niños, en el guaraní sucede todo lo contrario y los niños lo aprenden desde temprano asumiendo casi ingenuamente ese deber de mantenerlo vivo. “Cada vez que visitaba la comunidad qom, pedía a los niños que me cantaran –dice Charo– y ellos entonaban canciones de la iglesia, no tribales. Tanto los cantos como la danza propias de su pueblo estaban prohibidos para ellos. Esto es porque, cuando comenzaron a migrar del monte a la ciudad, sus cantos y danzas que tienen una carga sensual, del apareamiento, e implican esos procesos, muy naturales por cierto, fueron vistos como pecaminosos. Por ende, los niños quedaron sin recibir esa educación. Los qom conservaron los cantos más tradicionales, que son exclusivos de los ancestros, de los piogonak (una suerte de chamanes sanadores, de médicos), pero no de los jóvenes o niños”. Para los guaraníes (al menos en las etnias ava y mbya, que son las abordadas en su trabajo) “es diametralmente opuesto”, asegura Charo. “Todos los cantos son pensados para los niños, está en la base de su educación”.
Que la escritura guaraní haya tenido cierto desarrollo temprano (el primer intento oficial por regular el sistema de escritura guaraní fue en 1867 por parte del mariscal Francisco Solano López, presidente de Paraguay. No obstante, su intención quedó consumada en 1950, en el Congreso de la Lengua Guaraní realizado en Montevideo), junto a la variedad de etnias que compusieron el territorio, ha dotado de una amplitud diferente sus cantos, en contraste con las voces qom, más sintéticas y sencillas. Charo asegura que esto habla de una diversidad y de ningún modo “de una expresión superior o inferior a otra”.