En mi biblioteca anidan, sobre el margen superior derecho, una selección de títulos que decidí rotular –fibra sobre etiqueta- “Libros de viajes”. Comparto: En 1953, y a lomo de un diminuto Fiat, Nicolas Bouvier emprendió una travesía por Pakistán, Irán, Turquía, Yugoslavia y Grecia. El resultado fue Los caminos del mundo, el primero de una trilogía que se completa con Crónica japonesa y El pez escorpión; Cinco viajes al infierno: aventuras conmigo y ese otro, de la periodista y escritora Martha Gellhorn; en 1976 un adivino le confió al periodista y corresponsal italiano Tiziano Terzani que en 1993 no debía tomar ningún avión porque moriría. El tipo incorporó la predicción y decidió recorrer solo por tierra y mar países como Tailandia, Birmania, Vietnam para finalmente componer Un adivino me dijo; En El Nilo, Gustave Flaubert relata en detalle un viaje en 1849 de nueves por Egipto en compañía del fotógrafo Máxime Du Camp, autor del primer retrato de la Esfinge; Memorias de África lleva por título las memorias de la baronesa danesa Karen von Blixen-Finecke y relatan los 17 años que pasó en su hogar de Kenia; El peor viaje del mundo, de Apsley Cherry-Garrard, rescata las memorias sobre la expedición a la Antártida de Robert F. Scott; uno de los textos fundamentales de la Generación Beat es En el camino, de Jack Kerouac. Escrita en apenas unas semanas, narra los viajes (orgías, alcohol, drogas) de la pandilla por México y Estados Unidos entre 1947 y 1950; en 1977 Bruce Chatwin publicó En la Patagonia, sin dudas uno de mis favoritos; bueno, otro de los que atesoro con devoción es En los Mares del Sur, de Robert L. Stevenson, relato de los tres viajes que el novelista escocés realizó por las islas del Pacífico entre 1888 y 1889, acompañado por su esposa Fanny Osbourne; Odisea, de Homero, es el primero de todos los libros de viajes de la historia: un poema épico griego en 24 cantos compuesto en el s. VIII a.C. en los asentamientos griegos en la costa de Asia Menor. Narra la vuelta a casa, con todas sus aventuras y desventuras, tras la Guerra de Troya, del héroe griego Odiseo (Ulises en latín). Odiseo tardó diez años en regresar a la isla de Ítaca donde había sido rey, pero su repercusión en la cultura occidental ha llegado hasta la actualidad; Paseos por Roma, de Stendhal, infaltable; Peter Fleming fue, además de hermano de Ian (creador de James Bond), corresponsal durante los años treinta para The Times. Noticias de Tartaria recoge su viaje de casi seis mil kilómetros desde Pekín hasta Cachemira; Viaje a Italia, de J. W. Goethe, rescata uno de los periodos más importantes de su vida: la estancia durante año y medio (1788-1789) en Italia y su viaje de Roma a Sicilia; en Viaje al Japón, Rudyard Kipling describe al país oriental en un momento muy importante de cambio: el principio de la Era Meiji; Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin se publicó mucho antes que El origen de las especies. Una gema que da cuenta del viaje de casi cinco años que el investigador realizó a bordo del HMS Beagle entre 1831 y 1836; El arte de viajar recopila una porción considerable de las crónicas periodísticas que Manuel Mujica Láinez escribió a lo largo de cuarenta años, entre 1935 y 1977.
Hubiera dejado el listado ahí –no dispongo de más espacio en mi biblioteca, tampoco en esta página- si esta semana, ahora mismo mientras escribo esto, no hubiese terminado de leer Cambio de dirección. Escritos en viaje (FCE), con selección y prólogo de Martín Kohan. A partir de hoy, otro de mis favoritos.