CULTURA
Fotografia y rock

El pop como estado del alma

Con una mirada personalísima, la fotografía de Kevin Cummins probablemente sea la única épica a la altura de lo que ha sido el pop británico para Occidente. La muestra, que finaliza hoy en el Centro Cultural Borges, incluye imágenes de Joy Division, New Order, The Smiths y Morrissey, Happy Mondays y Oasis.

The Stone Roses. La banda de Manchester, una de las más representativas de fines de los 80.
| CC Borges

Creo que fue Scott Fitzgerald quien dijo que en la vida de los americanos no hay segundos actos. Esto es Manchester, acá hacemos las cosas diferentes. Este es el segundo acto”, recita Steve Coogan, que hace del mítico Tony Wilson en 24 hours party people (La fiesta interminable), la película de Michael Winterbottom. Ahí se autodefine como “un periodista de mierda, serio: fui a Cambridge”, mientras maneja de regreso del velorio de Ian Curtis. Tiene un contrato con Joy Division en su incipiente The Factory Records y el cantante se acaba de ahorcar. A esto se refiere con las “segundas partes”, pero también a toda la movida de la música inglesa que va desde fines de los años setenta hasta principios de los 90. Todas esas peripecias, idas y vueltas por The Factory, la discoteca emblemática, y The Hacienda, su continuadora, las caras conocidas de los grupos más importantes de esos tiempos como el mencionado Joy Division y luego New Order, The Smiths, Happy Mondays, The Stone Roses, entre otros, la noche, las drogas y el descontrol están en la fría y húmeda Manchester y no sólo en este film. De hecho, están mucho mejor en las imágenes de Kevin Cummins, uno de los fotógrafos de música más reconocidos del mundo. Que, dicho sea de paso, debería estar en esa película. A diferencia de Wilson, ese periodista harto de sí mismo, que se define como “un personaje secundario en su propia vida”, Cummins es el principal. No es casual que sea el constructor de toda una iconografía y una manera de imaginar a esas estrellas de rock. Las que pasaron y brillaron, sobre todo en blanco y negro, de una manera cruda y sin retoques. Nada es glamoroso en el mundo de Cummins; nada fulgura ni destella. Por el contrario, las miradas torvas llegan hasta la de los hermanos Gallagher que parecen recién salidos de una de las tantas peleas con las crecieron y se hicieron grandes en Oasis. Porque parece que Kevin Cummins, que nació en 1953 en esa ciudad e hizo sus primeros tiros fotográficos con los punks, encontró el color y la temperatura justa para retratar varias décadas de grandes bandas musicales. Así como los charts ingleses no dependen de la globalización y replican el sentido de isla en su autonomía, Cummins no puede sino reflejar el punk, el rock y el britpop de una manera absolutamente original. Pero no solamente con sus fotos hizo que nuestra imaginación quedara sellada en esas imágenes de Morrissey con campera de jean mostrando su pin, los flequillos inmensos de los Gallagher y la tristeza infinita en los ojos del cantante de Joy Division, sino que también añade a estos documentos su paso por el departamento de fotografía de New Musical Express, las más importantes publicaciones de Inglaterra y el mundo, portadas de discos y libros. Fue nominado para recibir el premio Fox Talbot, una de las distinciones más importantes de fotografía. En 1999, la National Portrait Gallery eligió tres de sus fotografías para su exhibición sobre iconos del pop: la de Ian Curtis de agosto de 1979, apenas unos meses antes de que su depresión (y no el amor) lo separe del mundo; la del mismísimo Tony Wilson, de 1985 y de Manic Street Preacher, de 1991. Del rock al fútbol hay un paso; y más si trata de Manchester y del City. Por eso algunas fotos de Carlitos Tevez con la camiseta celeste, después de haber usado la archienemiga roja de Manchester United. Aunque We’re Not Really Here es el verdadero tributo a su club. Ahí reúne las imágenes que tomó del equipo en su última temporada en el Maine Road, la sede por más de 80 años. Con mucha nostalgia –el estadio fue demolido en 2003–, esas imágenes concentran el fervor de su hinchada que canta, casi como una plegaria, “realmente no estamos aquí”