Creado por Morris (Maurice de Bévère) en 1946, Lucky Luke es uno de esos personajes de la historieta que fácilmente pueden ser calificados como leyenda. Lucky Luke, el hombre que dispara más rápido que su sombra y eterno enemigo de los Dalton, nació como una sátira del western. Puntualmente, como desconstrucción irónica del cowboy puro y de Hollywood (que, bueno, sabemos que en los mejores casos del género, no tan puro aunque sí tan Hollywood). Fueron varios los nombres que durante décadas hicieron de Lucky Luke y su fiel caballo, Jolly Jumper, esa leyenda del medio, logrando que una pequeña idea pudiera atravesar décadas y ser uno de los íconos más reconocibles y celebrado del medio de las historietas. Entre ellos, claro, Morris, que lo llevó a cabo solo por diez años, y el guionista René Goscinny (quizás el co-creador de Astérix que, trabajando junto a Morris, más supo aprovechar esa caricatura del cowboy para jugar con su lugar en la historia).
El más reciente en sumarse a esa lista es el guionista Julien Berjeaut, más conocido como Jul, responsable junto al dibujante Achdé de La tierra prometida (2016) y del reciente y editado por Libros del Zorzal Un cowboy en París, que saca por primera vez en sus setenta años al cowboy de su hábitat natural. A esa novedad se le suma la reedición de álbumes clásicos del personaje como Remontando el Mississipi y Billy the Kid (también Libros del Zorzal), que permiten que se acabe, por fin, la ausencia de Luke de las bateas argentinas. En diáologo con PERFIL, Jul deja en claro cuánto comprende a Luke y su mundo: “Lucky Luke parece muy simple. Pero es un personaje con contradicciones importantes. Su modo de vida implica ser libre, totalmente libre, sin esposa, sin hogar, sin trabajo fijo, en la naturaleza, sin límites. Pero por otro lado, lo que prefiere es buscar a los Dalton para mandarlos a la cárcel, privándolos de su libertad. Por suerte, los Dalton escapan de vez en cuando. Lucky Luke es un personaje mitológico, como los personajes de la mitología griega. Es como Sísifo, porque siempre hay que hacer el mismo trabajo”. Y agrega: “Su caballo, Jolly Jumper, es parte de su conciencia (su parte negra, su parte oscura, la contracara a las virtudes románticas del cowboy). Si fuera un psicoanalista, podría decir que Lucky Luke es el yo, y Jolly Jumper el superyó”.
—¿Cuál cree que es la esencia de “Lucky Luke” y qué es aquello que lo diferencia en el panorama de la historieta mundial?
—Para empezar, hay tres personajes en Europa que son patrimonio cultural y vienen de la historieta: Tintín, Astérix y Lucky Luke. Pertenecen a todas las generaciones. Conectan a nivel personal con los lectores desde hace generaciones y por eso han producido también relatos con vínculos con lo personal. Por ejemplo, yo aprendí a leer con Lucky Luke, y no soy el único en ese sentido. Pero Lucky Luke es diferente: es la expresión del fantasma de Europa sobre el Nuevo Mundo. Se trata de un cowboy americano que ya había comenzado como una sátira del western de Hollywood. Hay varios niveles de lectura en el personaje. Con los guiones de Goscinny, que fue su autor por décadas, esos niveles se correspondieron con niños y adultos. Cualquier relectura permitía descubrir nuevas cosas: hay algunos que son acción, otros humor, referencias a la historia, a la cultura clásica y popular. Es como un lugar donde todo el universo confluye para hablar de nuestro tiempo. Hay como un exotismo del cowboy, del siglo XIX, de los mitos del Far West.
—En “Lucky Luke” hay siempre un juego con la historia real. ¿Cómo definiría esa constante de la historieta?
—Es el más importante: que la base sea histórica. Así se puede construir una ficción eficaz. Si tenemos una base buena, la Estatua de la Libertad en este libro, la Tierra Prometida en el anterior, podemos entender que son cosas con impacto en nuestro día a día. Ser el guionista de Lucky Luke representa una presión: saber que millones te van a leer. Un cowboy en París cuenta la historia de la Estatua de la Libertad, la historia de Auguste Bartholdi, el creador de la Estatua, que fue caminando a vender su idea.
—Goscinny tenía un sentido iluminado de la comedia, ¿cómo se sigue ese camino actualizando a los tiempos que corren?
—Es un desafío. Yo admiró mucho a Goscinny, pero no puedo ser un clon. Tengo que ser fiel a su espíritu, fiel a ese cóctel perfecto de sabiduría y de diversión, de humor y de profundidad. Es como una gracia increíble, dueña de una ligereza y una elegancia en su manera de contar las cosas. Pero por otro lado, de verdad hay que ser contemporáneo. Es clave que lo que escribo no debería poder haber sido escrito hace veinte años. Hay que decir algo sobre nuestra sociedad, y es por eso que sigue siendo tan popular el personaje. En esta historia habla de libertad, las relaciones de Estados Unidos con Europa, que es algo muy contemporáneo. El malo de esta historia hace mucha referencia a Donald Trump. Y la contradicción de la sociedad contemporánea: buscamos libertad pero por otro lado nos rodea la inseguridad, en atentados y en la vigilancia (no por nada acá lo controlan como en un aeropuerto moderno: el cowboy libre pero limitado por los miedos actuales de nuestra sociedad).
El supercowboy
—Frente a un mundo rendido a los superhéroes, ¿cómo podría seguir siendo encantador Lucky Luke?
—Es un tipo de superhéroe. Nadie puede disparar más rápido que su propia sombra. No usa calzas como los personajes de Marvel. Pero es un típico superhéroe en ese sentido.
—¿Qué cree que define a una leyenda de la historieta?
—Es como un milagro. No hay una receta. Si fuera así, sería más fácil de replicar, de generar leyendas todas las semanas. Es un encuentro entre el espíritu de época y un personaje emblemático. Para hacer una leyenda de la historieta hay que tener siempre varios niveles de lectura. Eso le permite que no envejezca de verdad, que cada lectura genere nuevas cosas. No es solamente superficial.
—¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la historieta y cómo cree que aparecen en Lucky Luke?
—Yo fui un buen estudiante, desde pequeño, y leí muchas novelas, estudié muchas cosas en escuelas prestigiosas. La tierra fértil, donde las raíces salen, viene de la historieta para mí. Es algo muy sólido. Desde ahí construí otras cosas. No sé bien cuáles son los primeros, pero fueron parte de mi vida desde el comienzo. Cuando era chico en algunas estaciones te regalaban un álbum de Lucky Luke, de Astérix, cuando cargabas el tanque. Mi tío era vendedor ambulante, entonces todas las semanas le ofrecían historietas con el logo de la compañía de petróleo. Mis primeros libros de colección venían de las estaciones de servicio.