CULTURA

Entre Francia y Frankistán

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En la Francia actual, la mayor parte se inclina por la extrema derecha de Marine Le Pen o el proislamita Tariq Radaman, que practica abundantemente la taqiyya –una forma de doble discurso–, y apunta a imponer instituciones islámicas como la Sharia, al menos para absolver a los musulmanes que golpean a sus mujeres. No se puede hablar de dos grandes partidos porque los musulmanes representan sólo el 5% del electorado y es imposible que lleguen al poder en las elecciones, pese a los tantos “collabos” –diría Houellebecq– que pintan un islam de color rosa.
En el caso de la novela Sumisión, a Michel Houellebecq se lo acusa de provocaciones contra el islam y de hacerle el juego al Frente Nacional al alimentar la islamofobia. Este es un neologismo clave porque permite intimidar y hasta lobotomizar los espíritus libres: es válido para el desprecio a priori por los musulmanes pacíficos, pero se presta para acusar de xenofobia, como hizo la UOIF –Unión de Organizaciones Islámicas en Francia– con Charlie Hebdo o “racismo estructural”, según el ingenioso Tariq Radaman.

Supongo que lo que anima a Houellebecq es haber notado las lisonjas que hacen políticos y medios agitando el espectro de la “islamofobia” hasta lo liberticida, negando toda relación del islam con la violencia: es ahí donde satiriza a los políticos que todavía creen en un islam idealizado y exótico, que va de los románticos franceses a las tiendas pintorescas de Edward Said, pero que omite sus realidades crueles, las lapidaciones y ejecuciones, absurdas prohibiciones, fanatismos y persecuciones, como lo han testimoniado diversos escritores disidentes “infieles” como Salman Rusdhie o Ayaan Hirsi Ali –la mujer somalí que escribió el texto para el film de Theo Van Gogh, sobre la situación de las mujeres musulmanas–, y que ven en la Sharia algo inhumano y ajeno a la justicia e igualdad occidentales: basta ver la situación de las mujeres y que en Arabia Saudita se haya dictado una ley que considera terroristas a los ateos.

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Es estrafalario que en una cultura liberal, como se supone es la francesa, el filósofo Robert Redeker tenga que vivir oculto a raíz de una fatwa por criticar al islam en Los tiempos modernos. Es ahí donde apunta el autor de Sumisión, que presenta a los políticos como personajes cómicos y ridículos afirmando que Francia hoy está a la derecha, “claramente a la derecha… y gobernada por la izquierda”, lo cual no le cayó bien al ministro Manuel Valls –quien al principio de la campaña de Hollande dijo que Francia podía ser el segundo Estado islámico de Europa–, y también refirió al “odio”, palabra que a veces se utiliza para eludir un tema imposible de asimilar. Valls respondió más como ministro que como lector. En 2012 publiqué Milagro infame; allí, en uno de los relatos, ante la ausencia de toda ley que haga las veces de tercero, Francia pasa de las Luces a convertirse en la República Islámica de Frankestein, y toda Europa (y gran parte del mundo, salvo Argentina porque está el peronismo, temido porque corrompe a los buenos musulmanes, y Rusia, porque “ahí no se jode”), se convierte en un califato. Uno de los motivos son las concesiones culturales que, en nombre del multiculturalismo, favorecen las formas crecientes de violencia. Es muy difícil que, sin el pánico, la sensual mujer francesa pueda plegarse a la Sharia.

*Escritor. Su último libro: Milagro infame (Editores Argentinos Hnos.).