CULTURA
los trucos del arte

Falsa y resto

¿Y si el arte y la literatura no fueran más que una travesura de niños en medio del mundo de los adultos?

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Se supone que una columna, en la contratapa de un suplemento cultural, debe expresar ideas propias, pensamientos personales, y, hasta donde sea posible, coquetear con la noción de originalidad. No es el caso de esta columna. O quizás, sí. Me explico: la columna de hoy va a ser simplemente una glosa (¡como si glosar fuera simple!) de un viejo artículo aparecido en un diario francés, una nota tan curiosa que vale la pena rescatarla del pasado. Aquí viene la historia.

Por razones de falta de espacio, en los últimos días estuve vaciando los roperos de mi casa, abarrotados de papeles, recortes de diarios, fotocopias, revistas, y cosas por el estilo. Fue así como encontré un artículo, que ni recordaba haber leído, publicado el jueves 30 de diciembre de 1999, en la sección cultura del diario francés Liberation. La nota se titula “El asunto de las invitaciones falsas” y está firmada por Elisabeth Lebovici.

El artículo comienza así: “La historia arrancó hace más de un año. En noviembre de 1998, el mundo del arte (artistas, galeristas, funcionarios, críticos, coleccionistas, espectadores) empezó a recibir falsas tarjetas de invitación (Nota de este columnista: recordemos que en 1998 todavía no era usual invitar a las inauguraciones por mail). Más bien una falsificación. Nombres de artistas verdaderos, el logo o el icónico de tal institución o galería perfectamente imitados. Se difunde, gracias a un perfecto mailing, una información cuyo carácter ficticio es difícil de reconocer”.

Luego continúa: “La primera falsa invitación anuncia para diciembre de 1998 y enero de 1999, una exposición del artista francés Vincent Corpet en las Galerías Nacionales del Jeu de Paume” (nota de este columnista: ámbito estatal de gran prestigio, en el que durante décadas funcionó el museo de arte impresionista, luego mudado al Musée d’Orsay). “A la invitación no le faltaba nada, incluso la imagen del artista reproducida en el dorso, cuyo nombre figura en el frente, junto a la estampilla del Ministerio de Cultura. En ese momento, el artista francés Jean-Pierre Raynaud ocupaba el Jeu de Paume, con un retrospectiva de su obra”.

No hace aclarar que se arma un pequeño escandalete, y el artículo de Liberation agrega: “sobre todo que la revista Art-Press (nota de este columnista: la revista de arte contemporáneo más importante de Francia) cae en la trampa, y publica una reseña sobre…. ¡Una exposición que nunca existió”.

La segunda, fue una falsa invitación a una inauguración de una muestra de Orlan; artista célebre por exponer el resultado de sucesivas cirugías estéticas en su rostro. La invitación aclaraba que también tocaría el aún más célebre DJ Laurent Garnier, padre de la nueva música electrónica francesa. Luego siguieron ocho falsas invitaciones más, sembrando la confusión y la ironía, como pocas veces antes en el mundo del arte francés post ‘68.

Pero la cumbre, la alcanzaron con la novena invitación. Vuelvo al artículo original: “¿Cómo determinar lo verdadero de lo falso? Sobre todo cuando una invitación falsificada que dice ‘Jeff Koons expone en la galería Lelong’, viene acompañada, en el mismo sobre, con una advertencia que denuncia como falsa, una exposición que…¡ocurre realmente en esa galería”.

El artículo sigue, pero ya no es necesario continuar con la glosa. De hecho, no se cómo terminó la historia, en caso de que haya terminado. No debe ser difícil encontrar información sobre el caso en Internet. Pero preferí no hacerlo. No sólo porque no tengo banda ancha y mi computadora va a dos por hora; sino sobre todo, porque quiero imaginar a esta historia con un final abierto.

Hace un rato, antes de escribir este artículo, le conté la historia a un amigo, y me dijo: “Parece un juego de chicos, una travesura infantil”. Es cierto. ¿Y si el arte y la literatura no fuera más que eso? Una travesura de chicos en medio del mundo de los adultos; las presentaciones, la foto en la revista del domingo, el dinero, y el olvido eterno.