Madrid - "Me gustaría tener la inteligencia de Kant, Einstein y Sócrates, el cuerpo de Gary Cooper y la santidad de Francisco de Asís". Son las condiciones que el escritor español Fernando Arrabal citaba hace tiempo como premisas para poder considerarse satisfecho con su vida.
Hoy, el polémico autor vanguardista cumple 75 años sin haberlo conseguido. Todo indica que celebrará recuperándose de una lesión en la pierna que sufrió poco antes de viajar a Miami a recibir un homenaje, como los muchos que se le tributan últimamente, y que tuvo que ser postergado.
Las declaraciones chocantes siguen siendo la tónica discursiva del autor de La torre herida por el rayo, la novela con la que en 1983 ganó el reputado Premio Nadal. De esta obra, el propio escritor aseguraba que se la dictó la Virgen María parada en una nube, algo que sorprende viniendo de alguien que se considera agnóstico. "Vi a la Virgen María cuando tenía 18 años y fui feliz cuando iba a ser jesuita. Hoy soy agnóstico, aunque quizá algún día deje de serlo. Rezo para ello", explicó el autor una vez sobre su visión personal de la religión. "No sé si Dios existe, tengo todas las dudas, pero hago como Pascal: 'Actúo y rezo como si Dios existiese: si no existe, no habré perdido nada. Si existe, lo gano todo'", comentó en otra ocasión.
Pero la controversia de este prolífico escritor -ha escrito más de setenta obras de teatro, más de una decena de obras en prosa, el guión de casi una decena de películas, así como obras de poesía e incluso de pensamiento político- va más allá de la religión.
Sus polémicas mayores son quizá las políticas. No en vano estuvo proscrito en España durante la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975). Arrabal era uno de los que, junto al poeta Rafael Alberti y los líderes comunistas Dólores Ibárruri, Enrique Líster y Santiago Carrillo, no podían entrar en el país.
El escritor estuvo encarcelado en España en 1967 por blasfemar contra la patria. La dedicatoria que escribió a un lector ("Me cago en Dios, en la Patria y todo lo demás") fue el delito. Sólo la presión internacional e intelectual logró su libertad. La Guerra Civil española (1936-1939), que terminó con el ascenso de Franco al poder, había marcado la niñez del escritor.
Nacido en 1932 en Melilla, enclave español que linda con Marruecos, Arrabal vivió el conflicto a través de la ruptura de su familia. Su padre, un oficial fiel a la República, fue encarcelado en 1936 y condenado a muerte. La pena le fue conmutada por la de treinta años de prisión. Logró escapar y desde entonces el escritor no volvió a saber nada de él. Con su madre, una falangista fiel a Franco, la relación fue difícil. Arrabal la acusaba de haberle ocultado lo sucedido con su padre. Carta de amor (1998) refleja este conflicto materno-filial. En gran parte de su obra, el escritor se identifica con el papel del padre, la víctima, mientras que la madre representa el de traidora o verdugo.
Como ejemplos, la novela Baal Babilonia (1959) y la película Viva la muerte (1970). Varias son además las obras de teatro de este dramaturgo que abordan el tema de la guerra y la muerte, entre ellas El árbol de Guernica (1961). Su estilo ha estado ligado al surrealismo. Junto a Topor, Sternberg y Alejandro Jodorowski fundó en París el "Movimiento Pánico", una evolución del dadaísmo y surrealismo que muestra interés por la ciencia y la confusión.
Con El cementerio de automóviles (1958) y El arquitecto y el emperador de Asiria (1967), Arrabal surgió como figura imprescindible del teatro contemporáneo. En lo político, el autor, quien durante tiempo ha afirmado sufrir persecuciones de "comunistas y fascistas" españoles, se define como anarquista. "Sobre todo no me considero de izquierdas. De derechas, tampoco. Yo me considero un ácrata". Sin embargo, un país dirigido por anaquistas sería para él "horroroso".
Pero la polémica alcanza también su mundo profesional. Arrabal, que tiene el mérito de haber sido el primer dramaturgo español galardonado con el Premio de Teatro de la Academia Francesa, en 1993, se enorgullece de tener sus medallas en el váter. "Es en el lugar donde más se pueden ver y donde se pueden leer con más atención".
Respecto al Premio Planeta, uno de los que más nombre tienen en España, Arrabal lo califica de "concurso vergonzoso que es nada más que un negocio" y afirma que haberse presentado a él hubiera sido como comer en un McDonald's. Fácil de decir para quien cuenta con premios como el Max de Honor (2007), el Nacional de Literatura Dramática (2003), el Nacional de Teatro (2001) y el de Espasa de Ensayo (1994).
Entre sus pasiones se cuenta el ajedrez, al que compara con el teatro: "El teatro es un barómetro de la sociedad, como el ajedrez". Esta afición queda también patente en la novela con la que obtuvo el Premio Nadal.
Desde 1955, Arrabal vive en París. "Yo iré a vivir a España cuando se publiquen normalmente mis libros, cuando mis obras de teatro se estrenen, cuando pueda formar parte de la comunidad de escritores españoles", dijo una vez. Pese a ser uno de los dramaturgos más representados en España, aún reside en Francia.