Con el llamado “giro lingüístico” de la filosofía contemporánea, la crítica del lenguaje que emprendió Fritz Mauthner (1849-1923) hace más de un siglo adquirió cierta notoriedad, en especial por la influencia que ejerció sobre Ludwig Wittgenstein, referencia insoslayable entre los filósofos que abrieron el campo del lenguaje como horizonte filosófico. Periodista y escritor, el pensamiento de Mauthner acerca del lenguaje no consiguió la aprobación de los círculos académicos de su época, pero con el tiempo influyó no sólo en Wittgenstein sino en algunos escritores cruciales del siglo XX: Joyce, Beckett y Borges. Wittgenstein sólo hace una única mención a Mauthner en el Tractatus lógico-philosophicus (1922), donde en el aforismo 4.0031 se lee: “Toda filosofía es ‘crítica lingüística’. (En todo caso, no en el sentido de Mauthner)”. En el prólogo a la segunda edición del primer tomo de Contribuciones a una crítica del lenguaje (1901-1903), fechado en 1906, Mauthner afirma que la filosofía, como crítica del conocimiento, es crítica del lenguaje.
A partir de esta obra, se lo definió como un filósofo escéptico, lo cual es una verdad a medias, ya que su escepticismo se limita al lenguaje como medio de conocimiento. Mauthner afirma que la comprensión del lenguaje se haya sumergida bajo un cúmulo de supersticiones y mitos originados por la gramática y la lógica. Entiende como pura mitología que el lenguaje es un instrumento del pensamiento y que, por lo tanto, éste domina al primero mediante la lógica y la gramática, cuando éstas son características del idioma y no del lenguaje en general. La idea misma de un origen del lenguaje supone la abstracción de la existencia del “lenguaje”. Mauthner propone sustituir esa palabra por “hablar”, como una actividad entre otras (caminar o respirar), de modo que sólo reconoce la función del lenguaje como un útil para orientación de una comunidad humana. No por eso la diferencia entre los lenguajes individuales se desvanece: cada cual habla una parte diferente de la lengua madre, del lenguaje común. La realidad de éste (una virtualidad que varía para cada sujeto) sólo se sustenta en el uso particular de cada individuo, pero nadie conoce por completo la lengua materna y, en ese sentido, “el lenguaje” no existe. Las palabras sólo adquieren sentido para el que conoce de antemano aquello que significan.
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El lenguaje no es más que uso de lenguaje, según Mauthner, un valor de uso compartido por todos aquellos que han heredado un idioma y, de esa manera, una misma concepción del mundo. El lenguaje posee el valor de uso de una regla de juego –más rigurosa mientras más jugadores hay– y, en consecuencia, no refleja la realidad porque responde justamente a reglas. El lenguaje consiste solamente en un juego social que funciona en base a ciertas regulaciones y que el individuo, como un jugador de ese juego, valoriza más con la cantidad de jugadores que participan. El lenguaje se ha construido como una gran ciudad, en conformidad con las necesidades de su población, pero a diferencia de una ciudad el lenguaje se instituye como una propiedad social común y nadie se libera de los signos comunes, de la telaraña del idioma. Esto es, no hay un lenguaje en general sino exclusivamente lenguajes individuales.
Las palabras sólo adquieren sentido para el que conoce de antemano aquello que significan.
En la Crítica del juicio, Kant realiza una crítica del lenguaje, aunque para Mauthner de manera insuficiente porque no se interroga acerca de la posibilidad del conocimiento en el lenguaje, si hay o no conexión entre estos, si el lenguaje sintetiza el conocimiento de la humanidad o si, por el contrario, no existen más que individuos que hacen uso del lenguaje. En ese sentido, Mauthner considera que el conocimiento no es más que una ilusión social, una representación antropomórfica de las cosas, un conocimiento metafórico del mundo. Con ello, se aproxima al Nietzsche de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873), donde el lenguaje surge a partir de una serie de metáforas: de un impulso nervioso a una imagen, de esta a un sonido y de este a un concepto.
En todo caso, en Mauthner, el lenguaje tiene un poder real, efectivo, pero nunca como “el lenguaje”, porque este poder siempre proviene de una palabra o de un conjunto de palabras que, sin embargo, no actúan como algo físico sino como un esquema gráfico, un signo, una señal basada en sonidos que percibieron aquellos que transmitieron el lenguaje (el idioma) y que lo fundaron con arreglo fines útiles. De tal modo que el lenguaje jamás puede reproducir el mundo o la naturaleza tal cual es, pero puede convertirse en un medio artístico, en signos algebraicos, en fórmulas, si bien también es posible que se transforme en mera charlatanería.
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El silencio indica no sólo la ineficacia del lenguaje para el conocimiento del mundo sino también ante el lenguaje como tiranía, como insolencia, como látigo para el trabajo (la imagen es de Mauthner), como prostitución, como bufonería, como vicio, como simulación, como señuelo. En una palabra, el lenguaje comprende una tautología que imposibilita conocer nada ni decir nada a excepción de lo que ya se conoce y lo que ya se ha dicho, y por esto mismo se presta como un excelente medio artístico, porque el poeta no quiere conocer sino expresar un estado de ánimo, aunque éste se malentienda por el lector o el oyente, aunque el poeta no logre las palabras justas para el sentimiento poético que pretende comunicar.
Además, a juicio de Mauthner, el lenguaje también puede usarse como un instrumento de poder, como un arma para golpear o provocar una herida, puesto que las palabras despiertan ideas y estas la voluntad de herir, lastimar o agraviar. En sí mismas, las palabras pueden funcionar como armas o como partes de un arma, pero esta capacidad se apoya en supersticiones acerca del lenguaje. Como ejemplo Mauthner pone la creencia –que denomina fetichismo de la palabra– de que la existencia de una palabra demuestra, por sí misma, que aquello que designa también existe realmente. Por otro lado, como el lenguaje se ha formado con metáforas, a veces una palabra significa aquello que no significaba, como la misma palabra “significación” cuyo sentido primitivo en alemán (bedeuten) era incitar a algo por medio de una indicación. Los dioses no son más que palabras y éstas son como dioses, afirma Mauthner.
*Doctor en filosofía, escritor y periodista
@riosrubenh