Una revista online publica una crítica de un nuevo libro de joven autora argentina. El texto analiza los cuentos pero también los entretejidos políticos en los que se ubica la autora. En el pequeño mundo de periodistas, escritores y lectores, muchos son los que critican el texto, lo tildan de misógino y al autor, de resentido. Una minoría lo aplaude.
El texto y sus reacciones replantean la naturaleza y la finalidad de la crítica literaria en los medios de comunicación, aquellos textos más periodísticos que circulan por fuera de la academia.
Thomas Rifé es autor del artículo que despertó la polémica, licenciado en Letras y uno de los editores de la revista online Paco. Para Rifé, la función de la crítica es interpretar un texto, “buscar el más allá dentro de él, las relaciones que propone con otros textos y en ese juego valorarlo, juzgarlo”, dice a PERFIL.
Pero ¿qué pasa en el panorama actual, donde la figura del crítico se confunde con la del influencer en un pequeño mundo en el que todos se conocen? “La negatividad que caracteriza a la crítica, su disentimiento, se vuelve una amenaza al fluir de ‘me gustas’, influencias y ventas. Así, el crítico se vuelve un mero agente publicitario, y todos sabemos que leer libros y escribir sobre libros no es lo mismo que recomendarlos, es un proceso que lleva mucho esfuerzo y poca recompensa”, opina Rifé.
Lo cierto es que, a lo largo del tiempo, la crítica literaria ha tenido muchos roles.
La escritora Claudia Piñeiro distingue entre dos tipos de críticas: “Creo que hay una crítica literaria tradicional, que sigue los lineamientos más puros de la disciplina en cuanto a analizar y valorar textos, estableciendo relaciones, lecturas cruzadas y otro tipo de operaciones en búsqueda de elaborar su propio producido literario. Y luego está lo que podríamos llamar una crítica de divulgación, más orientada a contar de qué va un texto y dar una opinión sobre la propia lectura, más cerca de la reseña”, explica a PERFIL la autora de Las viudas de los jueves. Así, cada uno de estos textos tendría su respectiva función.
“La primera, más profunda en cuanto a la materia que abarca, a veces con términos menos accesibles o conocidos para el gran público, que cumple una función más de estudio o para lectores más exquisitos. Y otra, la de muchas de las reseñas que aparecen en los medios, que cumple una función más de divulgación y presentación del libro en sociedad”, opina la escritora.
Para Ana Fornaro, crítica del diario Página/12, cada vez se ejerce menos crítica literaria por fuera de los ámbitos académicos. “Sí hay comentarios, más o menos elogiosos, de libros y muchas entrevistas, pero pocas críticas fundamentadas. Ahora mismo parecería que su rol es decidir simplemente qué literatura se va a visibilizar y cuál no en los suplementos literarios/redes sociales/programas de TV. Decidir reseñar un libro o entrevistar a su autor o autora ya de por sí es un acto de crítica. Ya casi no hay críticas ‘negativas’ de libros, directamente se decide ignorar esa obra”, opina Fornaro.
Paola Lucantis es editora de Tusquets y trabaja en el mundo editorial desde hace muchos años. Para Lucantis, una buena crítica debe iluminar el texto “ahí en los lugares visibles y en los no tan visibles que deja un escritor en su obra”. Para la editora, la crítica también debe guiar al lector. “Que lo guíe de la manera más clara posible, por los caminos de los gustos literarios, de las referencias a distintos géneros, escritores y otros libros. Que exista una conversación sobre un contenido y sus formas. Indistintamente de que la valoración de la obra sea positiva o negativa”, agrega la editora de Tusquets. Es por ello que, para Lucantis, la crítica falla cuando se encierra en sí misma. “A veces con lenguajes poco amables para los lectores (no escritores). A veces nadie entiende lo que un crítico literario quiere decir, a veces no dice nada sobre la obra, y a veces también se ven las hilachas de ‘ajustes de cuentas’ entre pares. Me parece que ahí se reduce la posibilidad de conversar y ampliar esa función de ‘guía’ que podría tener la crítica publicada en un medio masivo”, opina Lucantis.
Los nuevos canales. Hace ya varios años que el escenario de los medios tradicionales se está transformando. Un cambio al que se enfrenta la crítica desde la última década es la multiplicidad de plataformas donde se puede publicar. Hay revistas online, podcasts y otras plataformas donde se pueden compartir esas lecturas. ¿Cuál crítica tiene más legitimidad? ¿De qué depende?
La escritora Claudia Piñeiro piensa que lo que suele darle importancia a una crítica es quien la escribe. “Pero no creo que funcione igual para todo los lectores”, advierte la autora de Tuya a PERFIL.
La calidad del texto y la importancia de la firma son las dos variables que destaca el crítico y escritor Juan José Becerra. “Aunque a veces ambas no coincidan”, aclara a PERFIL el escritor de ¡Felicidades! “Hay muchos ejemplos de buenas críticas que pasan desapercibidas, y malas críticas que no pierden peso, por quienes la firman”, opina Becerra.
Rifé se muestra crítico con los grandes medios y señala que, muchas veces, solo se reiteran elogios para posicionar a un autor. Sin embargo, advierte: “Creo que la verdadera comunidad de lectores, aquellos que buscan leer libros y no solo comprarlos para subir fotos a Instagram, le prestarán mucha más atención a lo que se diga en esos pequeños medios que a lo que sucede en los grandes”.
Para Paola Lucantis los medios tradicionales han perdido terreno en el último tiempo. “Los medios online y también las redes sociales albergan a muchos lectores, curiosos, formados y buenos comunicadores, que son hoy grandes vectores de difusión para los libros. Hay críticas literarias con diversos grados de profundidad y análisis. Desde la simple recomendación, que funciona en relación con el universo de gustos compartidos, hasta críticas y debates mucho más profundos. Hay algo del online que descontractura lo que ocurre en el medio tradicional en papel”, opina la editora de Tusquets.
A la prensa gráfica y a los medios online se suma también la figura del booktuber, jóvenes que recomiendan libros por YouTube. “Ahora se juega mucho ahí”, señala Ana Fornaro, y agrega: “Si un influencer de libros decide que un libro está bueno, ese libro se vende y es un éxito”.
“Son las revistas culturales que habitan la red las que realmente están interesadas en hacer un esfuerzo por empujar el debate y la polémica cultural. En esas revistas muchos críticos encuentran un espacio independiente y con la suficiente libertad para arriesgar lecturas valientes y novedosas”, opina Rifé.
Sin embargo, a pesar de la baja del consumo de medios impresos, no todas son malas noticias para este género. En el recorrido del lector hacia un nuevo título, la crítica parece tener una incidencia. Según un estudio exploratorio sobre hábitos de acceso y lectura de libros en Argentina realizado por proyecto 451 entre las formas de descubrimientos de los libros, tienen peso los textos escritos sobre ese libro o ese autor, casi un 40% de los lectores respondió que antes de comprar un libro googlea el libro y el autor para leer lo que hay escrito sobre ese título. Un 30% sigue a librerías y editoriales en redes sociales que, por lo general, comparten las críticas que salen sobre los títulos que publican, y un 28% lee blogs donde recomiendan libros.
Condiciones para una buena crítica. ¿Qué diferencia un texto sobre un libro, una reseña o una recomendación de una buena crítica? Becerra hace hincapié en la novedad, en que un buen texto sobre un libro debe aportar algo nuevo. “Leer es salir a cazar un animal cuyo comportamiento y forma desconocemos. Por lo que no podemos relacionarnos con ese objeto como si ya lo conociéramos, en el sentido de que no es una ratificación de lo que sabemos lo que vamos a buscar sino una novedad. Pero suele ocurrir que la crítica de libros les presta más atención a otros libros y a otras experiencias de lectura que a aquella a la que se está refiriendo”, advierte.
“Me gustan las críticas que ofrecen algo que no sea solo contar de qué va el libro, que me obliguen a hacer relaciones cruzadas con otros textos del mismo autor, o con otros autores”, opina Piñeiro.
“Algo que me molesta mucho en algunas es cuando el crítico intenta adivinar una intención oculta del autor, generalmente usada de manera despectiva. Por ejemplo, he leído interpretaciones de por qué un autor puso un título a un libro: “Porque se quiere parecer a XX aunque nunca podrá”. Ese tipo de comentarios, incomprobables y prejuiciosos, me alejan de algunas críticas”, opina la escritora.
Para Rifé, el texto debe aportar una lectura novedosa. “Para ello solo tiene un recurso, sus argumentos. Ahí un poco se juega todo, dar buenos argumentos para una buena lectura. Lo importante tampoco es que el lector compre esos argumentos, sino sencillamente que sean consistentes. En general disfruto las críticas que utilizan el texto criticado como el motor para escribir otra cosa, hablar de otra cosa. Ahí veo el talento de un crítico, su potencial como escritor. Creo que una buena crítica es aquella que muchas veces supera al texto original, en el cual ya no podés pensar el uno sin el otro, el que logra fijar una interpretación”, concluye el editor de Paco.
Ana Fornaro destaca la honestidad que debería tener el texto y agrega: “Y ser clara, tener una investigación más allá de esa obra en particular. Poder establecer referencias y asociaciones que la excedan –pero no como un regodeo narcisista sino para dar más herramientas al lector– y, si hay espacio y el medio lo permite, poder generar alguna idea en torno a esa obra. Que no sea un mero comentario –sino es un comentario, no una crítica literaria. Cuando se logra eso muchas veces no es necesaria la valoración explícita”.
Pero claro que, en el contexto actual, el oficio de crítico se vuelve complicado. Fornaro lo resume muy bien en su respuesta: “El crítico hoy se enfrenta a varias dificultades; por un lado, las que existieron siempre: si ese crítico es a su vez escritor, reseñar a sus coetáneos con honestidad y rigurosidad y que eso derive en una crítica no elogiosa. Hace décadas era habitual –y de hecho había verdaderas peleas en los medios– pero hoy casi no pasa.
Para eso está Twitter. Y muchos de nosotros preferimos reseñar autores extranjeros o escribir sobre autores muertos, ya sea por afinidad o porque sentimos mayor libertad. Es una forma de cobardía, claro. Salvo que sean críticas elogiosas, esas no tienen grandes costos. Otra dificultad es la falta de espacio en los medios para autores que no sean mainstream, y la precarización del oficio periodístico en sí mismo, que deja menos tiempo para leer, para pensar y para escribir”.
Lo cierto es que uno de los géneros más discutidos del medio sigue vigente y, cada tanto, se celebra que a través de la lectura nos invite a pensar.
El misterioso e impredecible recorrido de un libro
M.S.M.
Los manuscritos rechazados por importantes editoriales que luego se convirtieron en best sellers, los textos que llegaron y entusiasmaron a editores y luego casi ni se vendieron, pareciera que el destino de un libro nunca puede anticiparse.
Pero también, dentro de una editorial, ha sucedido que una sorpresiva venta de un título llevara a rastrear motivos, y haya resultado que esa mañana una crítica había elogiado el libro con pasión en un programa radial con miles de oyentes.
¿Qué incidencia tiene una mala o buena crítica en el destino de un libro?
“Creo que el destino de un libro depende de una red de confianzas particulares y heterogéneas que se van tejiendo a su alrededor hasta hacer un "número" de consenso. Un lector deseará leer un libro porque se lo recomendó Lanata; otro, porque se lo recomendó Martín Kohan; otro porque se lo recomendó mi abuela. Hablo del mismo libro. Mientras que una buena crítica puede darle sentido al libro pero no circulación. La circulación se da por acuerdos invisibles entre sujetos que desean lo mismo por causas diferentes”, opina el escritor Juan José Becerra.
¿Qué es el destino de un libro? ¿Que llegue a más países, que gane prestigiosos premios? Eso se pregunta la escritora Claudia Piñeiro, quien puede contar su propia experiencia como escritora con las críticas. “Mi primera traducción fue gracias a una crítica de Tuya de Mariano Dorr que apareció en Página/12. Se tradujo al alemán, y sigo desde entonces en la misma editorial suiza, Unionsverlag, que tradujo todos mis libros posteriores. En ese caso, la crítica ayudó al destino de ese libro y los siguientes”, cuenta la escritora.
En comparación con lo que sucede en el cine, Piñeiro no cree que la mala crítica de un libro tenga tanta influencia. “El libro tiene más recorrido para recuperarse con el boca a boca de los lectores. Hay libros que han tenido muy malas críticas, o que nadie los reseñó, y que de todos modos tuvieron un gran recorrido entre los lectores a fuerza de recomendaciones de ellos mismos. Sumado a que hoy hay otros 'preceptores' de lecturas, como pueden ser booktubers o famosos que suben a IG el libro que están leyendo, y son generalmente más vistos que las críticas tradicionales o incluso las revistas de divulgación”, concluye la autora de Elena sabe.
Lucantis refuerza la idea de que no existe una relación lineal entre las críticas que se escriben a partir de un texto y el destino de ese título. “Depende de si el libro es de un autor conocido o uno nuevo. Del nombre de quien firme esa crítica literaria, del medio en que se publique”, dice la editora de Tusquets, y agrega: “Una buena crítica moverá la aguja comercial si la persona que la escribe tiene lectores/seguidores fieles y si es lo suficientemente entusiasta sobre el libro para convencer a los lectores de comprarlo. También alertará a editores, libreros, agentes literarios”.
En cuanto las críticas negativas, la editora reflexiona: “Si la crítica es mala no cambia demasiado. Dependiendo del contexto, a veces genera curiosidad. Pero claro, no es lo mismo criticar a un autor consagrado que a uno que recién empieza. Y en este último caso puede que desmoralice a editor y autor y que además se refleje en poca venta. Igual no es relación matemática”.
“Nos sobran ejemplos de libros que no tienen críticas literarias o que si las tuvieran serían polémicas y que venden de a miles. Y otros libros cuyos dossiers de prensa son abultados, exultantes y maravillosos, y comercialmente no despegan. Eternos dilemas del mundo editorial”, concluye Lucantis.
Un criterio posible
Camilo Sánchez*
Borges, a los 26 años, en la apertura del número 6 de Proa, escribió tres páginas para imponer un libro, el Ulises de Joyce, que aún no había leído. “Confieso –acepta en el segundo párrafo– no haber desbrozado las setecientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado solamente a retazos y sin embargo sé lo que es, con esa aventurera y legítima certidumbre que hay en nosotros, al afirmar nuestro conocimiento de la ciudad, sin adjudicarnos por ello la intimidad de cuántas calles incluye ni aun de todos sus barrios”.
Y la respuesta feroz, unos años después, de Arlt en el mítico prólogo de Los lanzallamas. “Se escandalizan de la brutalidad –arremetía don Roberto– con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco”.
Los dos textos enhebrados en oro (no más de 3.500 caracteres) de Diana Bellessi, que en el número 2 del Diario de Poesía pone sobre la mesa, y rompe de manera abrupta, la hegomonía masculina de la publicación, con la poesía erótica de la japonesa Marichico (sostengo tu cabeza tensa entre mis muslos) y de la griega Olga Broumas (dulces marcas sobre su piel oscura, sus pezones libados como peras).
Miguel Briante, que por entonces ya tipeaba las mejores críticas del mundo de la plástica que se han leído por estos barrios, y que en el primer año, o segundo, de Página/12 pide pista, una contratapa, y se va a ver a Sandro al Luna Park y escribe una contratapa, “Pelvys del Arrabal”, para que se entendiera de una vez por todas el fenómeno de ese cantor de Valentín Alsina. “Lo saco de grasa de una buena vez”, decía Miguel y aporreaba la Lexicon, el pucho a un costado, furioso y envalentonado, cabalgando a rienda justa sobre su prosa en un piso 12 de la calle Perú.
La crítica no es un dedo hacia arriba o hacia abajo, un like al paso; es, debería ser, la construcción de un sentido estético, un criterio, ni más ni menos.
*Periodista, escritor, editor de El bien del sauce.