CULTURA
La confesin

Hemingway fusiló a 122 alemanes en la guerra

En una carta dirigida a un profesor universitario admite: “Hice el cálculo con cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122".

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El autor de "Adis a las armas" envuelto en una polmica en Alemania por su pasado en la guerra. | Cedoc
Tras el revuelo que provocaron las confesiones del Premio Nobel de literatura (1999) , Günther Grass, quien a los 78 años admitió haber sido miembro de las Wafen SS, ahora la sorpresa viene de la mano de otro Nobel (1954): Ernest Hemingway.

Según confesó en varias de sus cartas mató a 122 prisioneros alemanes, desarmados. Krauts, como los llamaba con desprecio Hemingway.

El autor de “Adiós a las armas” los fusiló –según dice, con gran gusto– durante el año que acompañó a las tropas aliadas como corresponsal de guerra, informa una nota del diario La Nación.

El periodista alemán, Rainer Schmitz, quiso llamar la atención sobre fragmentos de ciertas cartas del escritor, dos de ellas hasta ahora inéditas en Alemania que fueron recopiladas con el sello Eichborn en el libro "¿Que le ocurrió a la calavera de Schiller? Todo aquello que usted no sabía sobre literatura" que reúne una cantidad bien documentada de episodios, anécdotas y curiosidades poco conocidas o completamente desconocidas sobre escritores célebres.

Inmediatamente después del desembarco de Normandía, en junio de 1944, Ernest Hemingway se unió al regimiento 22 de la IV División de infantería estadounidense con el grado de oficial, según se reveló. En realidad, no debía contar la gesta de los aliados; en aquel período de hecho ya trabajaba para la OSS, el servicio de inteligencia que antecedió a la CIA.

La nota agrega que por su perfecto dominio del francés, el escritor fue gobernador de facto de Rambouillet, a las puertas de París donde, entre otras tareas, interrogó a centenares de prisioneros alemanes. "Todo muy agradable y divertido", le en 1944 a Mary Welsh, que se había convertido ya en su cuarta y última esposa. "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos y toda clase de combates", relató.

El 27 de agosto de 1949, cuatro años después de la finalización de la guerra le escribió a su editor, Charles Scribner: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra . Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".

El 2 de junio de 1950, el autor de “Por quién doblan las campanas” volvió a evocar su experiencia bélica en una carta a Arthur Mizener, profesor de literatura de la Universidad de Cornell, y confesó sin rodeos: "He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122".

Uno de esos alemanes, prosigue diciendo Hemingway, era "un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick".

Esta carta no había sido publicada hasta ahora en Alemania. Sin embargo, no existe ningún testimonio que confirme la admisión de Hemingway.

En tanto, hasta sus admiradores aceptan que durante la Segunda Guerra Mundial probablemente haya violado las disposiciones de la Convención de Ginebra.