Tal vez sea una mera casualidad que el bailarín argentino más sobresaliente elija el día en que el Sol se encuentra más cercano a la Tierra para despedirse, pero esta noche, en pleno solsticio de verano, Julio Bocca deja los escenarios al mismo tiempo que el Sol reinicia su alejamiento de la Tierra y los días comienzan a ser más cortos.
Junto al Obelisco, dos días antes del evento donde le dirá gracias y adiós al público que se acerque a acompañarlo en su despedida, asegura: “ Me siento muy bien, cansadísimo también pero feliz de poder hacer esta clase de espectáculo que va a ser una fiesta. Un final de diversión y no de tristeza”.
En parte, su felicidad se debe a que cumplió con una de sus metas en la vida: “Siempre quise llegar al final en forma, con todas las ganas y que la gente tenga sobre todo un buen recuerdo mío sobre el escenario. Tengo la felicidad, la tranquilidad y la alegría de haber llegado sano y de terminar en lo más alto”.
Sus temores están bien justificados, a lo largo de su carrera su cuerpo vivió grandes impactos que dejaron sus secuelas en siete operaciones: cinco de rodilla y dos de pie. Tiene, además, el tercero y cuarto discos de la columna sin líquido y las vértebras pegadas. “Volvería a vivir todo lo que viví menos las operaciones, sin embargo –agrega echando una mirada reflexiva sobre su pasado– cuando te pasan tenés un tiempo para descansar y para darse uno cuenta de que se tiene que exigir menos de lo que uno se impone.”
Para el evento de hoy se esperan unas 350.000 personas. La columna de gente llegará desde Corrientes, donde se encuentra emplazado el escenario, hasta Avenida de Mayo. Para que se pueda ver mejor, se van a emplazar pantallas gigantes a partir de los 400 metros.
“La vez que mayor cantidad de personas me vieron en directo fue la primera función que hicimos al aire libre allá abajo en Avenida del Libertador, cuando no estaba la autopista. Habrá sido en el ’86 y se habrán acercado unas cien mil personas.”
Para el bailarín, la circunstancia de bailar al aire libre no le significa una diferencia respecto a bailar en un teatro cerrado. “Lo que uno pone, el corazón, siempre está allí, sea con quinientas, mil o cien mil personas. Sin embargo, uno se cansa más porque hay mayor espacio para cubrir”, aclara mientras señala el espacio con un port-de-bras, otro de los clisés que los bailarines suelen utilizar en la vida cotidiana.
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