CULTURA
muestra

La celebración exquisita

El Museo de Arte Moderno presenta la primera exhibición retrospectiva de la artista argentina Marina De Caro: “Contra la gravedad”. La exposición abarca treinta años de trayectoria y permite adentrarse en la obra de De Caro y transitar una propuesta que se desarrolla de manera expansiva y analiza las posibilidades que ofrecen el arte y la imaginación.

Cien piezas. Las obras expuestas no componen una línea cronológica sino una constelación de ambientes. Los hay más festivos y hasta con un cierto humor.
| Gentileza fundacion Federico Klemm
La historia empezó en el siglo XVII con el hombre sentado debajo de un árbol que vio caer una manzana. Era Isaac Newton que, a partir de esa manzana machucada, revolucionó la imagen completa del universo. Porque, para el físico, la fuerza que tira a la fruta es la misma que mantiene a la Luna alrededor de la Tierra. Pero Newton era uno de los genios más increíbles que tuvo la humanidad, aunque dejó algunas cosas sin explicación. Era muy religioso y, sin bien expresó su teoría en una fórmula matemática, creía que, al fin de cuentas, esa fuerza era divina. “Dicha fuerza es una ilusión, un efecto de la geometría del espacio-tiempo” es la definición que dio Albert Einstein sobre la gravedad en la teoría de la relatividad general. Revisó los postulados de Isaac Newton sobre la ley de gravitación universal para quitarle un poco de misterio a esa fuerza tan atractiva y ponerla a funcionar dentro de un paradigma científico geométrico como el efecto que produce la deformación del espacio-tiempo sobre el movimiento de los cuerpos. Todo esto para decir que, en principio, estas explicaciones están en los postulados de Contra la gravedad, la muestra de Marina De Caro.
La retrospectiva que se puede ver en el Museo de Arte Moderno las incluye menos como teorías físicas, excepto por la obviedad de que la fuerza opera en sus obras de la misma manera que lo hace en nuestros cuerpos o en cada elemento de la naturaleza, que como esa posibilidad de despegar el pensamiento. El título, que reúne piezas de treinta años de carrera de esta artista, promueve una distancia entre lo pensable y su concreción en obras plásticas. De diferentes maneras, De Caro se separa, mucho, de lugares comunes, técnicas y resoluciones del arte contemporáneo. Por eso, trabaja con materiales que ya son usuales para la práctica artística de estos tiempos, pero de modo diferente: teje trajes a medida para ser usados por una o dos personas, esculpe en telas, fabrica cabezas de cerámica, pinta retratos, dibuja líneas, construye con papeles, modela con lanas. Esta necesidad de la mezcla como gesto, quitando los bordes pero para que se vean aún más las diferencias, es la marca distintiva de su arte.
La irreverencia ante los géneros y las disciplinas logra que podamos pasar de estados de ánimo, al pasear por más de cien piezas que constituyen esta exhibición. Que no componen una línea cronológica sino una constelación de ambientes. Los hay más festivos y hasta con un cierto humor tenue; ese que irradian los colores de acuerdo a preferencias y empatías. Como la sala amarilla con su capacidad de luz, calor y, en un sentido más espiritual, la capacidad de elevarse, contemplar y comprender. Ese es el centro que irradia una energía particular. Hay otros sectores que no lo son tanto. Algo del orden de lo perverso, como imbricado en lo familiar, se respira en otras zonas. La serie de Retratos que tienden a la oscuridad y al negro, que exponen las tachaduras y promueven cierta angustia. Como si allí hubiera pasado algo y nosotros llegamos justo cuando el suceso ya tuvo lugar. La fluctuación anímica que se experimenta en el conjunto es de un optimismo moderado que no anula la tragedia pero cree en los finales reparadores. Toda la exposición tiene un sentido muy teatral. Un despliegue en el espacio y el tiempo: obras que nos llevan desde el proscenio hasta el foro y que nos trasladan en los años de producción de Marina De Caro. Una exquisita celebración en escena. Porque Contra la gravedad es una forma de rebelarse ante la seriedad y no sólo ante la fuerza que nos mantiene atados a la tierra.