CULTURA
pasion pirotecnica en la boca

La llama más viva del Oriente

Célebre en el mundo entero por manejar como pocos uno de los aportes principales de China para el mundo, la pólvora, Cai Guo-Qiang desembarca en PROA con una muestra fuera de serie que promete incendiar el horizonte conocido.

El resultado. Este es el aspecto que adopta una obra de Cai Guo-Qiang luego del procedimiento que consiste en esparcir pólvora sobre dibujos y encender la mecha.
| Proa / Santiago Porter

Cai Guo-Qiang está en Buenos Aires. Allí montó su teatro de operaciones, que se parece poco al atelier de un artista. El espacio es enorme, de techos altísimos y paredes gruesas. Hay olor a pólvora que fue encendida. Es un olor rico y penetrante. Es que Cai Guo-Qiang la usa en su doble acepción: el invento del siglo IX de sus paisanos y la pura contemporaneidad de su arte. Que, tratándose de China, habría que situarlo a fines de los años 90 del siglo pasado, con el comienzo de la modernización, es decir, su apertura a Occidente.

Es el último día de trabajo de lo que ahora puede verse en Fundación PROA bajo el nombre Impromptu. Unas jornadas extensas en las que el artista chino fue realizando las obras que se dividen en una instalación –La vida es una milonga– y dos series de dibujos con pólvora: Paisajes y Retratos. Esa es la que está terminando este viernes caluroso con la colaboración de varios asistentes personales y cincuenta alumnos seleccionados que están estudiando en la Universidad de las Artes. Es el momento cumbre, el gran final: la hora de encender la mecha. Ya Cai dibujó bailarines, animales, paisajes sobre unos cartones que fueron troquelados con prolijidad. Esas figuras han sido colocadas sobre papel de arroz y telas en bastidores. Cual pintor, el artista esparce pólvora de distintos colores sobre esas composiciones. La trabaja con las manos, la frota sobre el papel, la mezcla en potes verdes que un asistente le acerca en un carrito como si fuera un instrumentador, pero también tiene algo de servicio de postres. Dibuja con pólvora, o todo lo parecido que se pueda intuir a hacerlo con esa sustancia granulada. A prefigurar un después de la gran explosión. Sobre el piso, las telas están tapadas con unos papeles de color nacarado y son muy resistentes. Luego se cubrieron con cartones y, al final, ladrillos para mantener todo en su lugar. Los estudiantes de arte reciben las instrucciones que Cai imparte en chino, su asistente traduce al inglés, y otra, al español. Esa seguidilla idiomática, que emula a la que vendrá a continuación, el fuego corriendo a lo largo de una cinta plástica, se repite cada vez. El ganador del León de Oro de la edición 48 de la Bienal de Venecia explica cada tramo de su quehacer: en chino, en inglés, en español. El 24 de enero será fecha de ese evento explosivo que reproduce el baile y la música del tango, pero con fuegos artificiales, con una tecnología un poco más avanzada de la que usó para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008 y en la de APEC, cumbre de cooperación de Asia y Pacífico, este mismo año.

Preparados, los asistentes rodean la pieza y tienen trapos en cada mano. Cai prueba el encendedor y lo acerca a la mecha. Prende, pero muy débil. Falta más explosivo. Vuelve a repetir el procedimiento. La llama que enciende esta vez corre rápido y detona. Fuerte, se escucha, y el humo viene después de que apagan las pequeñas llamas. El olor vuelve a tomar todo el lugar y la escena. Después, el misterio de qué quedó de la estampa. Levantan las piezas como ganadoras de un torneo. Los bailarines se proyectan blancos sobre negro; los animales, menos. Cai sonríe. Parece contento. Como los fuegos artificiales, estos dibujos con pólvora ofrecen la felicidad del instante.

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Impromptu

Hasta el 1º de marzo de 2015
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Lunes cerrado