CULTURA
tras los atentados de paris

La lucidez de Houellebecq ante el terror

Desde un artículo publicado por el Corriere della Sera, el escritor y ensayista analizó la situación que vive Francia y lanzó reproches y descalificaciones a sus dirigentes.

Critico. El autor de Sumisión denunció las “absurdas” intervenciones en Irak y Libia”.
| Cedoc Perfil

El pasado jueves 19 de noviembre, en la sección Cultura del Corriere della Sera, Michel Houellebecq publicó un breve y contundente texto respecto a los recientes atentados de París. El escritor, autor de Sumisión, una novela donde vaticina un futuro islámico para toda Francia, se encuentra en constante fuga, y tal vez por ello publica en un diario italiano, quizás escondido en Alemania, para despistar a los jidahistas que lo tienen en la mira.
De las amenazas al pasaje en acto, el Estado Islámico demuestra una voluntad suicida que deja a la historia del terrorismo como un cuento de hadas. Se trata de una guerra por todos los medios, sin cuartel, sin fronteras. Hoy viernes, la toma de un piso de un hotel en la capital de Malí por parte de al menos dos terroristas, confirma el escenario. En su texto, Houellebecq reconoce que tras el atentado a la redacción de Charlie Hebdo del 7 de enero pasado, pasó dos días pendiente de las noticias en la televisión, pero que en este caso, tras los atentados del 13 de noviembre, ni encendió el artefacto. Sí acudió a sus amigos parisinos, quienes le dieron testimonio telefónico directo de lo acontecido. En sí, buscó un rasgo humano, sin mediadores.
También recuerda los ataques con bombas de 1986 en París, que se atribuyó Hezbolah, y cómo infundieron un aire de desconfianza entre todos sus habitantes. Pero señala que el tiempo los hizo olvidar, que la rutina no posibilitó una toma de conciencia real de lo que podría ocurrir. Dice: “Francia resistirá porque no puede hacer otra cosa, y porque uno se acostumbra a todo.” En su virulencia crítica, acusa al pueblo francés de cierta docilidad ante sus gobernantes, y que esto es “su principal defecto, que se podría resaltar como una especie de superficialidad y que los hace propensos a la falta de memoria, por lo que necesitan refrescarla periódicamente”.
A continuación, la toma de posición se enfoca en toda la clase política francesa: “La lamentable situación en la que nos encontramos es debido a las responsabilidades políticas específicas.” Y va contra Hollande y Valls, presidente y primer ministro: los llama respectivamente “oportunista insignificante” y “retrasado congénito”. La oposición tampoco se salva, los trata de meros “tenores”. También se remonta a las políticas del pasado reciente. Los recortes presupuestarios en seguridad interior, la laxa política en el control de las fronteras (“como una forma de combatir el nacionalismo”), así como las incursiones bélicas en la primera guerra de Irak o en la caída del régimen de Libia. “La conclusión inevitable es, por desgracia, muy severa: los gobiernos que han tenido lugar durante los últimos diez años (¿o veinte?, ¿o treinta?), han fracasado miserablemente, de manera sistemática, en gran medida en su misión fundamental, es decir, proteger al pueblo francés.”
Luego refiere a las encuestas de opinión: “la población francesa siempre ha mantenido la fe y la solidaridad con las fuerzas del ejército y de la policía; ha recibido con desdén el sermón de ‘la moral de izquierda’ (¿moral?), para la acogida de refugiados y migrantes; y que nunca aceptó sin sospechas las aventuras militares extranjeras en las que sus gobernantes la han arrastrado.” A raíz del abismo entre gobernados y gobernantes, finalmente propone: “La única solución que nos queda es ir lentamente a una forma de democracia real, y con esto quiero decir la democracia directa.”