CULTURA
rivera en clave dramatica

La máscara de Rosas

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Toda obra literaria es proclive a transformarse en un texto teatral. Hay novelas, cuentos y hasta ensayos que contienen elementos –el estilo de escritura, los diálogos o los universos fantásticos que crean– que los convierten en obras dramáticas a las que sólo resta agregarles marcas teatrales.
El farmer, escrita por Andrés Rivera en 1996, fue para Pompeyo Audivert –protagonista y director junto a Rodrigo de la Serna y Andrés Mangone– casi como trabajar un texto puramente teatral. El farmer es una novela que ubica a Juan Manuel de Rosas en su exilio en Gran Bretaña, acosado por los fantasmas de su pasado y con la muerte pisándole los talones.

“Al principio lo pensé como un monólogo, pero me resultaba pesado para sostener en un solo cuerpo –el mío–. Cuando se sumó Rodrigo, dividí el texto en dos voces, en dos cuerpos, basado en el concepto del doble mítico, la idea de un cuerpo físico de carne y hueso que está muriendo y que está pariendo a ese otro Rosas que va a ser inmortal”, explica Audivert. Esta figura del “doble mítico” no figura en el texto escrito por Rivera, en el que Rosas habla consigo mismo a través del autor “que funciona como un médium que le presta su voz”, agrega.
Audivert representa al Rosas tal como se presenta en el libro, un hombre viejo y acabado que parece hablar con las sombras; mientras que De la Serna le pone el cuerpo a un caudillo fuerte, de mano dura y pocas concesiones. En El farmer queda muy definida la voz del hombre en el exilio, que reflexiona sobre cuál fue el sentido de su existencia en la construcción de lo nacional, que despotrica contra los que lo dejaron de a pie y los que lo usaron como personal político y después lo dejaron morir lejos de su patria.

Los ensayos de El farmer duraron tres años. Uno de los desafíos más fuertes fue el de diseñar al personaje de Rosas vinculado no tan fuertemente a su aspecto político: “Rosas funciona como una suerte de máscara, de convención contradictoria, curiosa, extraña, poco clara, y en ese sentido como una buena excusa para hablar de la identidad y la pertenencia a un nivel individual y colectivo. El caso de Rosas permite activar las preguntas de quiénes somos, dónde estamos, de dónde venimos y adónde vamos de una forma poética, a través de esa figura tan contradictoria, tan metódicamente extinguida de los libros y de los registros de la identidad”.

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El farmer –tanto en el libro como en el teatro– es un gran ejercicio para distanciarse de la mirada estanca de cómo la historia refleja nuestro pasado, y por ende nuestro presente. “El teatro es una zona liberada para la visión poética”, destaca el actor; “desata versiones de identidad y de pertenencia distintas a aquellas con las cuales nos han hecho creer que somos según lo que dice nuestro documento de identidad. El teatro está para poner en peligro las visiones alienadas con las que el frente histórico nos ha acostumbrado a vivir y provoca una suerte de perturbación en la visión que sobre sí mismo tiene el espectador, alentándolo a desatar su visión poética”.

Sólo resta saber qué opinará Rivera de esta puesta. “A Rivera lo vimos dos veces para contarle cómo íbamos avanzando y él avaló todas las ideas. El es un extraño Rey Lear, es un extraño Rosas en el exilio. Es una persona muy interesante, muy intensa y muy severa. Nos dio el visto bueno y a partir de ahí nosotros laburamos con total libertad. Estamos esperando que venga desde Córdoba”.
El farmer se puede ver de miércoles a domingo en el Centro Cultural San Martín.