CULTURA
Decimoséptima edición

Llega una nueva Maratón Nacional de Lectura

Este viernes se realizará el tradicional evento en medio de, posiblemente, la mayor crisis del sector de la que se tenga memoria. Organizada por la Fundación Leer.

Maratón Nacional de Lectura 20190925
La Maratón Nacional de Lectura en un momento crítico para la industria. | Agencia Shutterstock y Cedoc

En febrero de 2007 la revista Veintitrés realizó un homenaje a Ryszard Kapuściński, que había fallecido unos días atrás. En ese número Martín Caparrós escribió una nota en la que volvía sobre nosotros mismos y decía: “Fútbol, tango; los argentinos siempre mostramos lo mismo. Debe ser mucho lo que queremos ocultar”. Otro tanto similar podría decirse sobre nuestras políticas públicas o de aquellas acciones que tienen aspiraciones colectivas: siempre estamos resolviendo problemas que no tenemos y, en cambio, nunca abordamos los que sí nos complican el ordinario sucederse de los días.  

Un liberalismo rancio y de ultratumba, que ha recobrado cierto vigor estos últimos años, sugiere que esos problemas que llevamos décadas sin resolver se sostienen en errores de diagnóstico que hace años arrastramos, como si aquella observación de Piglia sobre nuestra tradición lectora: “leer para los argentinos siempre es leer mal”, pudiera ser intercambiable con cualquier otra actividad de la vida civil. Estamos los argentinos, entonces, siempre equivocando los diagnósticos porque hacemos malas lecturas de la realidad y de nosotros mismos. 

Como ya no somos contemporáneos de la guerra fría no vale tanto pronunciarse liberal o antiliberal, somos ciudadanos de un mundo en permanente transformación que soluciona algunos problemas mientras genera otros que no teníamos y por más convincentes que puedan parecer esas frases sintéticas que circulan entre nosotros como eslóganes de campaña, sospecho que los problemas que nos tocan son más complejos que un diagnóstico inexacto y que, probablemente, no se solucionen de una única manera. No obstante, estamos condenados a la parcialidad de lo que somos, hablamos y opinamos, porque tenemos derecho a hacerlo.

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Este viernes, 27 de septiembre, se realizará la decimoséptima edición de la Maratón Nacional de Lectura, una jornada de lectura simultánea en distintos puntos del país, con el objetivo de difundir la práctica lectora desde la niñez, en la que se prevé se realizarán talleres y actividades recreativas. El lema de esta convocatoria será “Leer para otros es llevar más lejos la lectura", la organizadora de la jornada es la Fundación Leer, con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación. 

Todo parece serio de tan altisonante: Fundación, Cultura, Lectura, Jornada, Maratón, Nación, pero, ¿alguien creerá, sinceramente, que este tipo de actividad son algún principio hacia la solución de los gravísimos problemas que le tocan al sector del libro y al compromiso colectivo con la lectura? Me inclino a creer que no y que, como casi todo lo que se ofrece con el mote de “Cultura”, estas jornadas no son más que un entretenimiento, como podría serlo ir al circo. Y no es que, personalmente, tenga algún problema con pasárselo uno bien, sino que dudo de que la Cultura y la Lectura tengan sólo que ver con el entretenimiento; tampoco quiere decir que, por la negativa, todo lo cultural es grave y deba preocuparnos: no. Pero la calidad y la cantidad de lectores que estamos siendo y formando en la Argentina, el nivel cultural de nuestros hombres y mujeres sí debiera permitirnos algunas pequeñas luces de alerta y convencernos de dejar de jugar al “como si” y ponernos a trabajar seriamente en empezar a solucionar nuestros problemas. 

El editor español Luis Solano observa que mientras en el pasado los libros libraban la batalla unos contra otros, hoy en día el libro no compite contra otro libro, sino con Instagram, las series o irse de copas con los amigos

Paradójicamente el libro que se resiste a ser considerado un entretenimiento debe, sin embargo, competir su lugar en la cultura con todas las otras formas de entretenimiento. En ese escenario, entonces, el precio del libro es un área concreta en la cual podemos actuar si el tema verdaderamente nos interesa, y además es un área tan sensible que cualquier modificación tiene incidencia directa e inmediata. Las economías familiares regulan la vida de los pueblos, un mes de Netflix no cuesta lo que un solo libro en una librería, no hay ningún costo para Instagram y con menos de los que cuesta un libro infantil ya nos habremos emborrachado con creces en cualquier barcito. Las fundaciones, las secretarías, los ministerios que tengan competencia en el sector tranquilamente podrían postergar otras actividades que consumen recursos, pero que no modifican en nada a la realidad, y ponerse a pensar seriamente qué hacer para que las cosas cambien. De lo contrario, hagamos como que tenemos problemas que no tenemos y que sigan quedando para después los problemas verdaderos. 

Fútbol, tango, Gardel, Borges, Messi, Maradona, sigamos hablando de lo mismo mientras otro editor haciendo cuentas decide no arriesgarse con aquel escritor inédito que parecía interesante; que la gente siga hablando de las horas que pasa viendo series en algunas de las plataformas a menos de cinco dólares al mes, mientras otro librero esta noche decide mañana el cierre de su librería.

(*) Escritor y librero