CULTURA
dialogos con un filosofo lirico

Más allá del río y de los puentes

Publicado inicialmente en 2006, “Martropía. Conversaciones con Spinetta”, del periodista Juan Carlos Diez, se reedita por estos días para poner nuevamente en escena ideas y conceptos del notable músico. Un registro único que indaga en el pensamiento de un artista central para reflexionar así sobre la cultura y la poesía del rock argentino.

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El estado de ensueño producido por la visión súbita de puentes amarillos. Y el vértigo que sobreviene al cruzarlos”. Eso es, para Juan Carlos Diez, la Martropía. Dentro del elevado universo poético y musical de Luis Alberto Spinetta, Diez fue capaz de dar génesis a un término para definir un estado que cobra sentido a partir de elementos netamente spinetteanos. Tal vez por erguir esa antorcha sea Diez el único que pudo hasta ahora ofrecer al mundo ordinario una llave que nos abrió la puerta de Spinettalandia. El de este autor ya integra la lista de “los libros de la buena memoria” del flaco y abre a nuestro mundo disperso una orbe de pensamientos y reflexiones de Luis Alberto que no cuenta con un precedente similar. Por estas semanas los anaqueles celebran la reedición de Martropía, conversaciones con Spinetta, un trabajo que el autor comenzó en 2001 y vio la luz por primera vez en 2006. En esos cinco años no hubo demoras de la editorial ni trabas legales ni nada por el estilo. Fueron los cinco años que Juan Carlos necesitó para compartir noches enteras, cenas, mateadas de horas largas y presencias en ensayos y grabaciones junto a un Spinetta que abrió su universo, se humanizó frente a su futuro amigo y le entregó ideas y pensamientos sobre una infinidad de tópicos que componen el libro.

Ocurre con casi todos los fanáticos de Spinetta algo que no ocurre siempre con los de García, Cerati, Pappo o Manal, por ejemplo. Y es que Luis Alberto fue ese artista que, sin proponérselo (los diálogos del libro lo confirman) se elevó casi literalmente en el imaginario de cada uno de sus escuchas, de quienes se vieron —y se ven— conmovidos por su obra. Pasa con él. Es algo que provocaron sus canciones, sus letras, las atmósferas de sus melodías. Para alguien que se emociona con la obra de Spinetta es difícil imaginárselo en un terreno mundano, en situaciones cotidianas, pisando el mismo suelo que otro de nosotros. Entonces ahí está el mérito de Diez, la conquista de uno de los que veía a Luis desde el mundo convencional y llegó a proponerle sin miedo bajar algo de todo aquello que poéticamente llegaba a nuestros oídos. “No me corresponde a mí hablar en esos términos de mi libro” dice Diez cuando se le afirma que su texto es el más hondo registro público del pensamiento spinetteano. “Es mi humilde aporte. Creo que el libro es una forma de acercarse a las visiones, reflexiones y pensamientos de un ser profundo, sensible y brillante. Así como es su maravillosa obra”.

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Sin embargo, las reflexiones de Spinetta que fueron volcadas al libro respetan de algún modo la retórica de su obra y es muy fácil escuchar la voz del flaco mientras se enlazan las palabras en la lectura. Con ese sonido, Luis le cuenta a Diez cómo llegó a leer a Artaud y por qué resultó vertebral para él, siempre: “Yo releo Heliogábalo y lloro. No se puede escribir mejor” dice Spinetta. Cuando Diez le pregunta por Pizarnik, dice “Es una artista maravillosa y por momentos puede hacerte mal leer lo que escribe”.

Se encuentran páginas enteras desandando la letra de alguna canción e incluso menos, una estrofa sola quizás. Con la misma minuciosidad Diez logra que el flaco narre una breve y cósmica historia detrás del famoso Capitán Beto, por ejemplo, o que sentencie frases como “mucha de mi música tiene paz pero mi alma es muy perturbada”. En las páginas donde los poetas y la literatura ocupan los renglones, Luis le cuenta que no lo seduce la obra del Marqués de Sade y hablan largo y tendido sobre Bataille. Entre muchos datos, pensamientos y reflexiones spinetteanas a lo largo de ese lustro de coloquios, Diez recuerda: “Me sorprendió que al tema ‘Los libros de la buena memoria’ lo haya compuesto en 15 minutos; ‘como chicotazo’ me dijo. También me sorprendía que a veces no se acordaba de temas viejos de él, me refiero a las armonías, aunque las sacaba al toque. Estamos hablando de las armonías de un tema del Flaco, ¿no?”.

Spinetta mismo hizo el dibujo que ilustra la tapa y sabido es que desde el principio asumió un gran compromiso con el proyecto. Diez recuerda con magia el momento en que la criatura estuvo en manos de los dos: “No me voy a olvidar en mi vida ese momento. Miró la tapa detenidamente, la miramos juntos. Yo le dije algo así como ‘Acá esta, Luis. Lo hicimos, lo concretamos’. El, al igual que yo, estaba realmente emocionado; tanto que nos dijimos unas pocas palabras y nos abrazamos fuertemente. Después recuerdo que descorchamos un vino y brindamos. Estábamos realmente contentos. Para mí fue concretar un sueño largamente anhelado”. Por las 260 páginas de Martropía aguarda una ruta sin orden definido que se interna en el cosmos de un artista brillante, absolutamente singular y cuyo talento fue un faro de referencia para los mejores artistas de la música nuestra. Sólo unos pocos, como Diez, experimentaron el vértigo de cruzar por los puentes amarillos, al otro lado de Spinetta.