CULTURA

Moldavanka, Córdoba

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Hace un año, en ocasión del Bafici anterior, el crítico de cine cordobés Fernando Pujato me entregó un librito que me recomendó especialmente. Pujato no es de los que andan elogiando cosas sin valor, así que me propuse mirarlo con atención. Pero en el ajetreo típico de los festivales, el libro se mezcló con otros materiales impresos y quedó sepultado en medio de pilas de revistas y papeles. Hasta que un día emergió también de las profundidades y resultó ser una traducción directa del ruso al argentino de los Cuentos de Odessa de Isaak Babel, publicación de la pequeñísima editorial Vilnius, también cordobesa y también refinada como Pujato.
Babel, autor del mucho más difundido Caballería roja, uno de los grandes libros que se hayan han escrito sobre la guerra (tal vez uno de los diez libros del siglo XX), fue un personaje altamente misterioso. Nacido en 1894 (“hijo de un comerciante judío que hasta los dieciséis años me hizo estudiar hebreo, la Biblia y el Talmud”), su encuentro con Gorki le permitió publicar sus primeros trabajos, pero su mentor lo mandó a conocer la vida y así fue –entre otras cosas– obrero, periodista y policía político del flamante régimen soviético. De su experiencia como corresponsal en la guerra civil surgen los relatos de Caballería roja, libro de una potencia enorme y de una ambigüedad ideológica igualmente formidable. El hiperrealismo de Babel, dispuesto a no omitir las torpezas y las atrocidades del propio bando, flota siempre entre la denuncia y el deleite.
El general Budioni, torpe y obsecuente militar a cuyas órdenes sirvió Babel, se convirtió en uno de sus enemigos. No sería el único. Después de la guerra vivió en París, escribió teatro, fue popular, gozó de los privilegios del régimen y sufrió su censura, lo que produjo una frase célebre, pronunciada en un congreso de escritores: “Me he convertido en el maestro de un nuevo género literario, el género del silencio”. El partido secreto que Babel jugaba contra Stalin, que incluía la amistad con agentes secretos sobre cuyo trabajo investigaba sigilosamente, se terminó en 1939 cuando fue arrestado, juzgado, obligado a confesar y ejecutado. Dos novelas y otros escritos inéditos se perdieron en las entrañas de la NKVD.
El librito de Vilnius es importante por dos razones. Una es la edición: cuidada, elegante y complementada por valiosos textos de Borges, Forn, Nadezhda Mandelstam, Echavarren, Shentalinski, Pujato, Kapuscinski y el propio Babel. La otra son los siete relatos, que pueden leerse como una novela sobre los mafiosos judíos de Moldavanka, el barrio de Babel. Personajes como Benia Kirk o el Tuerto Froim, delincuentes de gran valor, gran astucia y gran corazón, atípicos líderes comunitarios, son únicos en la historia de la literatura. Pero también es única la mirada de Babel sobre los comunistas, cuyos comisarios liquidan a estos bandidos legendarios. “Contéstame como Revolucionario, ¿de qué puede servir un hombre así para la sociedad del futuro?”, le pregunta un oficial de la cheka de Moscú a otro de Odessa ante el cadáver del Tuerto Froim. “No sé, quizás de nada”, contesta el de Odessa y “hace un esfuerzo por espantar los recuerdos de su cabeza.” Froim debía morir y Babel también, pero está bien que los revivan en Córdoba con tanto estilo.