El poeta Derek Walcott nació en Santa Lucía, pleno Caribe, en enero de 1930: los primeros años de su vida transcurrieron entre su país natal, Jamaica y Trinidad, allí estudió y dedicó su vida a lo que sería, junto a la poesía y al teatro, su mayor ocupación: la docencia universitaria. En los 80, con varios libros publicados (Otra vida, Uvas de mar y El reino de la manzana estrellada) y habiendo obtenido la beca Rockefeller y la Eugene O’Neill, fijó su residencia en Estados Unidos, donde dictó clases en las universidades de Boston y Harvard.
Si bien por edad puede catalogarse como contemporáneo a una serie de poetas estadounidenses, como los beatniks Allen Ginsberg, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, y de otros que se educaron en Harvard, como Adrianne Rich, Frank O’Hara y Robert Creeley, los años de formación de Walcott no sólo estuvieron alejados de Estados Unidos, salvo el año que estuvo en Nueva York, sino que su poética fue construyéndose vinculada al Caribe, un territorio ajeno, exótico a la poesía en lengua inglesa, pero también un paraíso perdido. Mientras sus primeros poemas dejaban entrever una marcada influencia de W.H. Auden y Dylan Thomas, con los años esa tradición se amplió a los poetas isabelinos y más contemporáneos, como Yeats y Lowell; el resultado fue la mezcla de tradiciones y una mirada nueva con formas anacrónicas.
Sus composiciones fueron definidas por el escritor nigeriano-estadounidense Teju Cole como “pilas enormes de embriagadora descripción, siempre alerta a las exigencias de la métrica y la forma, que utilizan con frecuencia la rima consonante o asonante y grandes capas de adjetivos que concretan el bosquejo del sustantivo”. Otro rasgo de su poesía es su vínculo con los maestros de la pintura: Pisarro, Cézanne, Manet, Gauguin. Este rasgo lo explicó el propio Walcott en una de las primeras entrevistas en Estados Unidos: “Mi familia siempre tuvo interés en el arte”. Sus poemas son entonces pinturas o frescos de un Caribe alejado del turismo.
Hace dos años se publicó La poesía de Derek Walcott (1948-2013), una selección de poemas que tuvo como antecedente Colección de poemas 1948-1984, publicado en 2007. En apariencia hay poemas que por fechas se entrecruzan, pero la gracia del último volumen es que es más exhaustivo en la selección de los poemas y que agrega una muestra de Garcetas blancas, el último título que publicó en 2010. Aquí está, por así decirlo, el joven y el viejo Derek Walcott, como lo muestran estos versos: “El incesante plegarse del mar de la mañana,/ la ondulante gutagamba del allegro de las hojas del cedro,/ las varas de las ramas que se agitan recitando la brisa,/ los prados herrumbrosos, la hierba que el viento albea,/ el arrullo de las tortolitas color piedra en el camino,/ el eco de la bendición sobre un hogar”.
En 1990 se editó su extenso poema narrativo titulado Omeros, que lo haría acreedor dos años más tarde al Premio Nobel de Literatura. En una de las pocas entrevistas concedidas a medios de lengua castellana, Walcott aclaró la intención de este libro: “Mi intención nunca fue traducir a Homero al Caribe. Eso sería un desperdicio de tiempo, porque la cosa sería demasiado heroica y demasiado literaria”. El último reconocimiento que recibió fue el T.S. Eliot en 2011. Derek Walcott murió producto de una larga enfermedad en su casa de Santa Lucía.