Con más de 30 años de su vida dedicados al ballet, Nadia Muzyca se despide de los escenarios el próximo 19 de abril en el Teatro Colón. “Siempre soñé con irme bien, con irme en un buen momento, entera y no que la bailarina me deje a mí”, aseguró.
Esa bailarina a la que se refiere Muzyca, con ese apellido que parece labrado por un destino inapelable, llegó a su vida a los 9 años. En su Quilmes natal -“quilmeña siempre”, subraya- estaba en cuarto grado de la primaria cuando su mamá la envió a las primeras clases de clásico. Mientras sus compañeras jugaban frente al espejo, Nadia se tomaba de la barra y buscaba corregirse, mejorar su postura. No era un juego, era su pasión. Su profesora lo detectó y le recomendó a la mamá de Nadia que la llevara al Colón.
“Cuando me presenté al Colón yo no sabía nada, sabía lo requeté básico y me acuerdo que había nenas, estaba llenísimo de nenas, y las veía hacer piruetas y yo ni sabía cómo se llamaba lo que estaban haciendo”, recuerda hoy la mujer de 42 años.
“Cuando entré me decían los maestros qué tenía que hacer, porque no sabía, y estiré el piecito y creo que entré por mi empeine y por mi sensibilidad, porque nos hicieron hacer una interpretación libre, nos pusieron música para que bailemos y me acuerdo mi pasión y cómo disfruté ese momento, fue especial, no sé qué habré hecho porque yo no sabía nada, pero entré. Entramos 17 de más de 100 que se habían presentado”, detalla Muzyca en diálogo con PERFIL.
“Yo me levantaba a las 6 y media de la mañana, iba hasta Capital, al Colón y volvía a Quilmes y me iba a la primaria”, cuenta la bailarina sobre su sacrificio que es también la clave de sus logros.
“Mi papá era feriante, mi mamá ama de casa, de Quilmes, no solíamos viajar a Capital, mi mamá ni siquiera manejaba, lo más cercano al mundo del arte era mi abuela que era profesora de piano”, aclara.
Giselle
El ballet Giselle fue interpretado por primera vez en 1841, una ejemplar claro del romanticismo que venía a cuestionar a la ilustración. En él reina el poder de los sentimientos y la locura frente al racionalismo calculado. Esa es la pieza con la que Muzyca pisará por última vez el Teatro Colón.
-¿Por qué eligió Giselle para despedirse?
-Porque fue mi primer ballet protagónico, que lo bailé en el Teatro Argentino de La Plata con Iñaki Urlezaga, que él estaba en la cresta de la ola, y fue bisagra porque a partir de ahí yo empecé a hacer roles protagónicos siempre. Y además me encanta porque tiene mucha escena dramática, es muy actoral y a mí eso me apasiona, cuando hay una historia para contar. Hay más para desarrollar, es fuerte, es como que uno empieza a escarbar y buscar adentro y eso me apasiona.
-¿No tiene dudas al dar este paso definitivo?
-Me despido de mi primera bailarina, aunque voy a ser bailarina toda la vida porque eso es un sentimiento que no muere, pero me retiro del escenario, cuelgo las puntas. Siempre soñé con irme bien, con irme en un buen momento, entera y no que la bailarina me deje a mí.
Fue duro mantenerse, yo voy a cumplir 42 años, yo siempre dije que me iba a ir a los 40, pero me agarró la pandemia, pero siempre quise irme del escenario disfrutándolo, sin estar lastimada. Irme plena. Siento que es el momento porque yo siempre fui muy respetuosa con el lugar de primera bailarina y es un súper honor y siempre quise estar a la altura de las circunstancias. Me siento realizada en mi carrera, me regaló cosas que nunca me hubiese imaginado, conocí el mundo gracias a la danza, representé a mí país, bailé en lugares soñados, bailé los grandes clásicos, bailé con grandes figuras y ya está, cuánto más voy a seguir si estoy feliz.
La formación de la mano de Julio Bocca
“Un momento bisagra fue cuando empecé a trabajar profesionalmente a los 14, cuando Julio Bocca me llama para formar parte del Ballet Argentino y fue un antes y un después porque yo estaba en el instituto del Colón y tuve que dejarlo porque empecé a viajar por todos lados y empecé a vivir como profesional, pero a la vez aprendiendo porque no dejaba de ser una estudiante”, recordó.
-Cómo fue vivir eso siendo una niña de 14 años, lejos de su casa, rodeada de un ambiente de adultos, que muchas veces puede ser hostil
-Me fui haciendo, le verdad es que yo era una nena que cuando tenía que hablar con un maestro me sonrojaba, era muy tímida, pero me fui haciendo fuerte, porque me pasaban cosas en las que tenía que ir a hablar, consultar algo y mi carácter se fue haciendo. Pero a los 14 años era súper tímida y Julio Bocca era mi ídolo y cuando recién cumplo los 15 me elige para bailar con él en Nueva York. No podía creerlo, yo ni siquiera había viajado nunca en avión. Pero en el escenario yo era fuerte porque me gustaba y lo único que quería era subirme al escenario y bailar. Esa función la pasaban en vivo por Canal A y mi familia la miraba en vivo por televisión. Ahora lo pienso y me pregunto cómo hacía, pero bueno yo era feliz y no creo que fuera consciente de lo que estaba pasando, yo lo disfrutaba.
Detrás de esa niña que se exponía a exigentes rutinas de entrenamiento y se animaba a subirse a los escenarios del mundo había varios pilares sólidos que la impulsaban y le brindaban fuerza. “El apoyo familiar mío fue fundamental, de mis viejos estando, no forzando nada, pero siempre acompañando”, destacó.
Pero además de los lazos sanguíneos, Nadia contó con una pieza central: “Mi maestra, Lidia Segni que fue muy acertada en todos sus consejos y es mi maestra hasta el día de hoy”. “Eso es hermoso tener una maestra que me acompañó a lo largo de toda mi carrera, ¡de hecho ahora ella viene a dar masterclass a mi estudio! Con ella empecé a los 11 años, ella ve a mis hijos y ella me conoció cuando yo tenía la edad de mis hijos. Es importante tener un maestro, un pilar a lo largo de tu vida. Yo creo que los jóvenes ahora se marean, porque hay tanto, entonces están con que ‘voy por acá, no, voy por allá’... Cada uno encuentra según lo que necesita y según su sentimiento”, aconsejó.
-Hace seis años tiene su escuela de danzas en Quilmes ¿Qué lugar ocupa la docencia en su vida?
-Amo enseñar y mi objetivo, era traer a Quilmes, a zona sur, un espacio en el que se enseñe como en Capital, no que todo pase allá. Yo tuve que viajar toda la vida. Entonces mi idea era tener un buen estudio, grande, con piso flotante, con techos altos para poder hacer partenaire, todo como en el Colón, incluso yo hago viajar a los maestros. Tengo maestros como Graciela Bertotti que es ex bailarina del Colón y ella viaja para Quilmes.
-En relación a eso, antes el vínculo docente alumno era muy autoritario en el mundo de la danza ¿Eso cambió?
-Depende de cada maestro, yo creo que ser autoritario… el maestro siempre tiene autoridad porque es quien le va a enseñar al alumno, pero eso no implica que uno tenga que tratar mal. Yo a veces veo que esa superioridad no está bien manejada y me parece que eso frustra o inhibe al alumno y en vez de dar lo mejor se muere de miedo. El maestro está para empujar hacia adelante y con disciplina. Eso sí, la danza te tiene que gustar, porque si no es una tortura.
El adiós a las puntas
Muzyca, además de haber dado sus primeros pasos en la escuela del Colón y haber formado parte del Ballet Argentino de Julio Bocca, fue primera bailarina del Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata hasta 2004. En 2012 ingresó al Ballet Estable del Teatro Colón y fue contratada como primera bailarina. Fue nominada a los premios Clarín Revelación de la Danza 2008 y 2009 y Benois de la Danse (Moscú 2014) como Mejor Bailarina y en 2016 llevó su espectáculo de Tango Ballet con éxito a Grecia, Austria y Egipto.
“Seguramente ese día me voy a emocionar, porque es como siempre lo soñé: con mi familia, con mis dos hijos ahí; me siento plena y agradecida y estoy contenta de dejar a mi bailarina”, adelantó y reconoció: “Cuando a Giselle la abraza la mamá y cae muerta vamos a llorar todos, si siempre hice una catarsis en el momento de la locura, ahora más”.