CULTURA
crítica

Solo se trata de vivir

Entre el mundo propio y el ajeno hay un constante intercambio, cruces inesperados, tramas inauditas que van conformando un retrato fiel de un mundo disgregado, donde cuesta hacer pie.

28_09_2025_fabian_casas_cedoc_g
| cedoc

A veces, vivir es un éxito, y en otras oportunidades, una odisea. En ese vaivén involuntario se mueven los personajes de Una serie de relatos desafortunados, una compilación de textos dispersos del poeta y narrador Fabián Casas.

Previamente publicado en Eloísa Cartonera, este conjunto de relatos ahora tiene una edición ampliada.

Los cortocircuitos cotidianos que padece cualquier persona pueden tener insólitas consecuencias. En ese sentido, Casas, como todo buen observador, sabe atrapar situaciones, entre trágicas y absurdas, buscando claves que puedan explicar la razón de nuestra existencia en esta tierra. Entre el mundo propio y el ajeno hay un constante intercambio, cruces inesperados, tramas inauditas que van conformando un retrato fiel de un mundo disgregado, donde cuesta hacer pie. Casas pone el dedo en la llaga, hace estallar pequeños acontecimientos que, en su aparente intrascendencia, pueden definir un destino. La realidad está llena de trampas en las que solemos caer seguido, aunque digamos que nunca volveremos a tropezar con la misma piedra. Pizcas de humor salpican los relatos, tal vez como una forma de soliviantar el desencanto, de sobrevivir en la menesunda. La realidad acecha, y hay que estar preparado para afrontar las sorpresas que irrumpen en el camino. Casas dota a sus personajes de una caja de herramientas, de zafarranchos, para sortear el infortunio. Caminamos sobre arenas movedizas, sobre suelos que se hunden, donde nada es sólido. Todo es precario, efímero y provisional, los laberintos no suelen tener salida y en las telarañas que teje la vida suele quedar atrapado hasta el más avispado.

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Casas cuenta en el prólogo de su libro los orígenes de Una serie de relatos desafortunados: “Son relatos que, por algún motivo, no funcaron. Tengo la mala costumbre de no fechar lo que escribo, con lo cual me veo obligado a conjeturar cuándo los habré escrito, tratando de recuperar escenas, sensaciones, pero con un gran margen de error”, confiesa. Ocurre algo curioso con ese prólogo: parece un relato más dentro del libro, ya que lo que trataba de ser paratexto se convierte en relato, en ficción. Cada “explicación” de Casas es literatura: “A los veintiuno me fui de viaje por dos años. Recorrí todo el norte argentino y buena parte de América, y fui muy feliz. Cuando estaba en Humahuaca conocí a un escritor que me prestó su casa para vivir”, dice, refiriéndose a su cuento El principito, donde el narrador es un niño macrocefálico.

El conmovedor La limpieza, donde se narra la exhumación de un cuerpo en un cementerio, el desopilante El resplandor, una comedia de equívocos en medio de un casamiento, o El sudario, que gira en torno a uno de los tópicos preferidos de Casas, la amistad, funcionan como películas en continuado. No hay finales felices, pero vivir vale la pena. Juntar pedazos de la experiencia vital es una forma de redención, de subsistir en el desorden.

Los “desafortunados” relatos de Casas tienen la fortuna de volver a la luz. Lo merecían.

Una serie de relatos desafortunados

Autor: Fabián Casas

Género: cuento

Otras obras del autor: La supremacía Tolstoi; Titanes del coco; Papel para envolver verdura; El parche caliente

Editorial: Emecé, $ 19.900