Desde los 21 años, cuando empezó a dedicarse al fotoperiodismo de forma profesional, ha presentado sus trabajos en el concurso del World Press Photo, tal vez el más reconocido del mundo entre los reporteros gráficos. “ Es un premio que todos quieren ganar, pero que es súper difícil. La imagen tiene que poseer muchos atributos, periodísticos y estéticos. De hecho, esta vez pensaba que, de nuevo, sólo iba a recibir el libro con los premiados”, cuenta Walter Astrada, el argentino que este año sí lo logró. Obtuvo el primer puesto en la categoría Historias Contemporáneas con su foto sobre una mujer víctima de la violencia en Guatemala, una realidad muy presente en ese país y con la que el fotógrafo se ha comprometido más allá de su trabajo.
Como todos dicen, la dificultad de ser galardonado es evidente. Sin in más lejos, en esta edición sólo hubo tres latinos, y para encontrar otro argentino con un primer lugar hay que remontarse a 1993, cuando Claudio Herdener lo obtuvo en el rubro Naturaleza y Medio Ambiente. “ Con el premio, mi mamá todavía debe estar emocionada. Igual que yo”, dice Astrada.
El fotógrafo tiene 33 años y actualmente reside en Santander, España, aunque su foja de viajes tenga cientos de puntos donde vivió y ejerció el oficio. Lo mismo pasa con su acento. Lleva estampillas y pasaportes adheridos al fraseo. Nacido en San Nicolás, creció en Entre Ríos, donde pasó gran parte de su infancia. En 1998, después de trabajar por dos años en el diario La Nación, decidió emigrar a lo largo de Latinoamérica. “ Quería experimentar y me interesaba retratar las fiestas religiosas en el continente”. Así recorrió y trabajó en Bolivia, Chile, Perú, Paraguay, República Dominicana y Haití, desempeñándose como corresponsal y también freelance.
“ Los viajes hacen que aprendas de la gente que conocés. Por eso me gusta. Poder conocer otras culturas y no sólo ir como turista.” Según Astrada, hay que estar al menos dos años en cada lugar para lograrlo. Y lo viene cumpliendo al pie de la letra: estuvo viviendo tres años en Paraguay, tres y medio en Dominicana y ya van diez meses en Santander, adonde llegó llevado por el trabajo de su pareja.
El jurado internacional del World Press Photo 2006 que eligió su material lo hizo luego de evaluar las 78.083 imágenes enviadas por 4.460 participantes, de los cuales premió a 58 en 10 categorías. El galardón a la Foto del Año fue para el norteamericano Spencer Platt, con una imagen sobre las contradicciones y el sinsentido de la guerra en Oriente Medio. Platt logró captar estas impresiones cuando un grupo de jóvenes libaneses cruzó con su descapotable rojo la ruinas de una Beirut bombardeada, que por unos días vivió la tregua entre Israel y Hezbollah.
Por su parte, en la foto de Astrada, tomada en noviembre pasado para la agencia World Picture Network (WPN), una mujer de 42 años, ya sin vida, es rodeada por un grupo de peritos. Los funcionarios del ministerio público estudian los 16 tiros con que la víctima fue asesinada en un barrio de las afueras de Guatemala, una escena repetida en ese país, donde muchos crímenes quedan impunes. Ese día, luego de subir a los techos de varias casas, el fotógrafo pudo obtener la toma. “ Era la única forma de retratar el momento sin contaminar la escena”, explica Astrada.
El dato llamativo es que esa foto, y la serie de trabajos de la que forma parte, aún no se ha publicado. “ Volví a España en diciembre y me puse a editar el material para enviarlo a algunos concursos. No lo estaba haciendo con la idea de publicar la serie en un medio, sino para un proyecto de más largo plazo. Es que tenía la posibilidad de dedicarme a él por un mes”, señala el reportero gráfico, que estuvo cerca de cinco horas en ese lugar para obtener la toma ganadora.
Después del premio, los caminos se bifurcan, pero si le dan a elegir, Astrada quiere seguir viajando por el mundo. “¿La vuelta a Buenos Aires? Por ahora, la verdad, no lo pienso”. Su último paso por Argentina fue en mayo de 2005, cuando viajó para visitar a su mamá y a sus dos hermanas. “ Tomé la decisión de irme, no me obligaron, por eso creo que no me pesa la melancolía”, concluye el fotógrafo.