Astilla Estrella Párpado Pantalla es el título de la muestra de Silvia Gurfein que hace pensar en algún sentido más allá de esos cuatro sustantivos. Quizá lo tenga para ella. Una clave de lectura al suturar la yuxtaposición, la lista imperativa, por medio de algunas conexiones y palabras. La astilla es estrella en el párpado que enciende la pantalla es la combinación urgente, una de las muchas que se pueden ensayar para ese listado de términos que indiquen alguna amalgama.
¿O serán conceptos? Aquellos que indican de qué va un tratado; en los que reposa el contenido de esa especulación teórica. Podrían ser kernels, como se les dice a esos núcleos de un sistema operativo: el bloque de código con en el que se pone en funcionamiento, se le da arranque a un sistema. En este caso, el de la pintura.
Como sea, todo lo que aparece en esos nombres y luego en esas pinturas está a disposición de ser interpretado. La exhibición es dos cosas juntas que se dan en sintonía: una labor creativa, la de Gurfein pintora, al tiempo que una reflexión sobre esa práctica, la de Gurfein pensadora.
Para la primera, ella elige las flores y los jarrones. Una serie elaborada de esas imágenes que entiende como motivos para repetir y combinar. En el trabajo seriado, la repetición no es solo un ejercicio que recuerda que la naturaleza siempre estuvo ahí para los pintores, que sobre ella se han ejecutado obras y pensamientos. Que se la ha vuelto material de estudio naturalista, solidario con la ciencia pero siempre deudor de las artes plásticas. Que la naturaleza siempre estuvo allí para el aprendizaje y para la experimentación. Que fue transmutada en pinturas figurativas, hiperrealistas, incluso el arte geométrico vio en sus formas las herramientas para desrealizar la representación.
Que se la ha pintado al aire libre y desde la ventana. Mirando cómo cambia el paisaje, el estanque, el jardín, según pasan las horas para obtener, además de muchos paneles con nenúfares, aquella fórmula tan hermosa del escritor y filósofo Charles Péguy sobre la monumental obra de Claude Monet: “El último nenúfar no repite al primero”. Es la que cita Gilles Deleuze y, por lo tanto, desencadena una reflexión en su diccionario, la entrada de la B de bebida: “Es el último nenúfar el que repite a todos los demás y al último. El primer vaso repite al último, el último es el que importa. Entonces, ¿qué significa el último vaso para un alcohólico?”.
Al igual que en este caso, la pintura (de flores) sirve para la creación y promueve un más allá de ella. O dicho de otro modo: los jarrones de Gurfein son práctica y teoría. De sus habilidades que involucran la mano y el pensamiento. Un tratado sobre la tarea en sí, sobre su historia, su presente, el transcurso del tiempo entre el comienzo de una obra y su final, sobre la tradición de esta disciplina.
Para John Berger dibujar es trazar marcas en el papel, “como si se pasaran piedras para atravesar un río”. El dibujo, para este escritor y crítico de arte, se diferencia de pintar o esculpir en el sentido de poner una piedra en una planificación: “No hay ese tránsito: un dibujo es un documento autobiográfico que da cuenta del descubrimiento de un suceso, ya sea visto, recordado o imaginado”. Con esta consideración se puede decir que Silvia pinta como si dibujara. Porque en los cuadros vamos viendo ese tránsito. Ella va mostrando las piedras sobre las cuales atraviesa las aguas hasta llegar a la otra orilla.
En las veladuras, en las borraduras, en la tela marcada por sus pinceles, están todas las reflexiones que se montan sobre las posibilidades de los materiales, el óleo y la tela. El paso del tiempo, aquello de la vanitas vanitatum omnia vanitas, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, que, desde la Edad Media pasando por los bodegones barrocos, se empeña por medio de símbolos de recordarnos que vamos a morir y que mejor no abundar en placeres. Al menos, no tanto.
Las imágenes que se restringen, frente a la saturación de ellas, ¿en las pantallas? Los párpados abiertos, alertas, para mirar ¿una estrella? Queda la astilla en el ojo. La que obliga a parpadear. Ajustar, enfocar; volver a ver las mismas flores tan hermosas como distintas.