CULTURA
entrevista a hebe uhart

Una manera de escribir andando el país

La mejor escritora argentina, en opinión de Fogwill, acaba de publicar “De la Patagonia a México”. El lunes, el Fondo Nacional de las Artes le entregará el premio a la trayectoria.

Viajera. Agotada de escribir cuentos, la escritora argentina decidió viajar: “Veo cosas nuevas y de paso incorporo cosas impensadas”.
| Cedoc Perfil
“Me dan ganas de escribir, pero andando”, dice Hebe Uhart. La mejor escritora argentina, según el veredicto de Fogwill, resume así las razones de su paso del cuento, el género en el que desarrolló la mayor parte de su obra desde los años 60, a la crónica, la forma que eligió para sus últimos libros. De la Patagonia a México, de reciente edición por Adriana Hidalgo, reúne así un conjunto de textos escritos en lugares tan diversos como Bariloche, Los Toldos, General Villegas, Tucumán y Asunción del Paraguay.
Uhart está sorprendida por el éxito del libro sobre su taller literario. Las clases de Hebe Uhart, de Liliana Villanueva, agotó tres ediciones y recibió el premio de los lectores en la última Feria del Libro. “A mí me gusta que los premios sean plata –se sincera–. Si son ensaladeras no, porque no tengo dónde ponerlas y no me significan nada. Pero lo más lindo de los premios es ir a comer después con los amigos. Además pienso que en la fama hay una plusvalía que no es muy buena. Después escribas bien o mal, igual te publican”. El lunes que viene tendrá un importante reconocimiento: ese día recibirá el Premio a la Trayectoria Artística que otorga el Fondo Nacional de las Artes.
En De la Patagonia a México, cuenta, “atisbé el tema de las comunidades indígenas y ahora estoy dedicada a verlas, acá y en América Latina”. Con ese plan estuvo en Carmen de Patagones y se documenta con la correspondencia de Calfucurá.
—¿Por que le interesa el tema indígena?
—Es un mundo que desconozco. No me importa desde un punto de vista antropológico, porque no soy antropóloga, sino desde el conocimiento. A partir de leer a Lucio V. Mansilla me dieron ganas de hacer como el Quijote e ir a ver qué pasa en el país. Además porque me interesa la gente de campo. Es un saber que no tengo y no puedo averiguar en los libros. La gente de campo tiene un lenguaje sintético que expresa muchas cosas. Quiero ver los procesos de ascenso, la mezcla de lo viejo y lo nuevo, porque dan una medida del país, de cómo han sido y se han aculturado las etnias. No creo en el purismo de las comunidades indígenas, son identidades mezcladas.
—¿Cómo se organizá para hacer una crónica?
—Llevar un contacto siempre es bueno. Lo que no es bueno es que el contacto te acompañe a todas partes. Yo quiero hacer las preguntas a mi manera, la presencia de otra persona me intimida. A veces hago una crónica cuando me mandan a algún lugar por el Filba o por algún congreso. De repente siento que la ficción se agota, se me agotan las ganas de escribir cuentos. Pero tengo ganas de escribir: entonces viajo y veo cosas nuevas y de paso incorporo cosas impensadas, que no me saldrían si las quiero inventar. Por ejemplo, cuando voy a Tucumán le hago una entrevista a la Pachamama. Parece un ser mitológico, pero es una señora a la que eligen democráticamente, tiene como 90 años y cuando la voy a ver aparece en una moto con un muchacho, sin casco, sin cuidarse. Son historias de vida a las que no llego si no voy al lugar. Y si te movés siempre con la gente de tu medio, te empobrecés.
—¿Hay elementos en común entre la crónica y la ficción?
—La crónica tiene menos problemas de coherencia que el cuento. Puedo pasar de una cosa a la otra, y en el cuento no me lo permito. El cuento necesita más rigor. La crónica te sale sola, no tenés más que ir y mirar, recoger y después armar.