Si todo fuese perfecto no existiría la perfección. Es verdad, pero no por ello debe hacerse de lo imperfecto un modus operandi. Quien tuvo aliento para acompañar todas las entregas anteriores de esta agorera, atrabiliaria y fatídica serie sobre la muerte del fútbol, sabe que la mira telescópica que apunta al bunker de los principales responsables, aquí siempre corrige el error de paralaje para que nunca deje de acertarse a los dirigentes. A los peores, los malvados, los sospechados, los traidores y toda la gama de adjetivos negativos que quieran adjudicarse a la mayoría de ellos. Los merecen. Son más que un obstáculo, son la droga de este vicio que nos domina y nos supera que es el fútbol. Más, como siempre, es importante que el árbol no oculte el bosque. Un bosque donde los jugadores dejaron de ser flores.
Hace unos días se enfrentaron Chacarita Juniors y Atlanta, por la fecha inaugural del campeonato de Primera Nacional, que es la segunda categoría en el estrabismo organizativo al que nos somete la Asociación del Fútbol Argentino, esa que nos impide la fijación bifoveal en la pelota y solo en la pelota, la misma que nos hace mirar para arriba cuando lo que vemos es lo que está abajo y así va. ‘Chaca’ y los ‘Bohemios’ conforman uno de los clásicos más añejos de nuestro fútbol, porque aunque hoy están distantes ocho kilómetros y un tren, alguna vez estuvieron tan cerca uno del otro que se escuchaban roncar. Es promesa de emociones.
Ganó el visitante, el que no se fue de Villa Crespo, aunque el local pegó más. Sin público en las tribunas por la pandemia, los fanáticos acompañaron al equipo ‘Funebrero’ en la calle, en un banderazo dado como bienvenida a los jugadores, a su llegada al estadio en la localidad de San Martín. No era el Real Madrid que viajaba en ese ómnibus, eran desconocidos agasajados con barullo de éxito, de un suceso que nunca tuvieron, no tienen y jamás tendrán. Debía emocionarlos... No fue eso lo que ocurrió.
La muerte del fútbol | Zona liberada (Undécima entrega)
Alguien del grupo de futbolistas de Chacarita, más estúpido que el resto, subió un video mostrándolos en la intimidad del micro, mientras comentaban la cálida recepción que les estaban regalando. Cualquiera se hubiera sentido el ‘Rey’ Pelé en ese fugaz y efímero instante. Ellos no. El post indignó más a su afición que el desastroso partido que jugaron y perdieron, con superioridad numérica en gran parte del cotejo, esos profesionales que no hubiesen sido ‘alcanza pelotas’ cincuenta años atrás.
La indignación del ‘fana’ no surge porque el mejor del equipo tiene problemas para ‘matar’ una pelota con el pecho o tocar de primera. Los hinchas de estos equipos no aguardan ver a Lionel Messi, ni siquiera esperan goles por rebotes milagreros. Ya saben. Van a sufrir. Pero a sufrir con nobleza, como sufrían las madres vietnamitas cuando sabían que sus hijos estarían bajo una lluvia de Napalm. “Mejor morir con dignidad que vivir indignamente”, decían. Ven partidos lamentables, pero es lo que hay, es el fútbol que se practica, el que la modernidad táctica y los negocios fallutos nos legaron. Hasta eso ‘entienden’...
La indignación alcanza a esos hinchas cuando descubren que, en la intimidad, detrás del vidrio esfumado del micro que el club pagó con su cuota social, los jugadores se ríen de ellos. Los ‘sobran’ y descalifican, los segregan con aires de superioridad. Me enoja y ofende lo mismo que a los chacaritenses legítimos, aunque haga décadas que no voy a ese estadio. Y me ofendería igual si fuese en San Luis, Chaco, Morón o en Primera ‘D’. Quiero vivir mi jubilación en total ataraxia, calmo y en paz, pero es imposible. El fútbol no me deja. Su muerte en cuentagotas, en el más lujoso hospital del mundo, con lo más caro de la medicina actual, o en los pasillos de una tienda de campaña, sin ningún atendimiento, en Wembley o San Martín, cualquiera sea la circunstancia, ‘me puede’ y me perturba. Me crispa y encrespa. Y desazona.
Cómo se mata al fútbol desde el ascenso
Ese excelente periodista que es Carlos Piro, hoy por hoy, en prensa y que yo sepa, el colega más expuesto a los cambiantes humores del entrañable Chacarita Juniors, en su prestigioso blog no me deja hablando solo. Nos entrega una muestra de cómo se mata al fútbol, también desde más abajo. Y en este caso duele, no porque lo ocurrido se contextúe en un club que perdió grandeza y juega en la Segunda División criolla, cuya historia obliga a creer que en algún momento recuperará los laureles, sino porque a la daga fatal la clavan los propios jugadores, esos que Diego Maradona defendía con uñas y dientes porque eran lo más sano del fútbol. Enfermaron también. Te fuiste justo, Diego...
El autor del blog, socio vitalicio de Chacarita Juniors N° 2427, titula su texto “Los jugadores de Chacarita nos insultaron desde el micro, las redes sociales y en el verde césped”. Yo quiero robarle algunos párrafos, porque sintetizan con la crudeza del caso y la tristeza de siempre, esta idea de que en un siglo el fútbol profesional se fue de este mundo. Por las ‘patas duras’ de sus protagonistas y por sus cabezas huecas que son carne de cañón de esa dirigencia que desde aquí se despotrica. Es un combo donde no falta nadie en este velorio que se está programando desde hace una par de décadas. O desde antes. A nadie le importa más el fútbol sino el dinero que con él se puede ganar de buena o mala forma sin nunca terminar preso.
Piro comienza con un contundente “Se juega como se vive, ¿no? Y sí. Si sos una buena persona en la vida, seguramente vas a ser bueno en la cancha o en tu profesión. Si tenés respeto por el otro y sos agradecido en la calle, lo vas a ser en tu trabajo (...) o como futbolista de Chacarita Juniors. ¿O acaso fue diferente lo que pasó en el micro rumbo al superclásico con Atlanta y lo que pasó en el verde césped? Era el partido más importante para el club en cuatro años, pero los elegidos por Cristian Aldirico (NdA: entrenador ‘Funebrero’) jugaron igual que en el micro durante el banderazo: sin respetar nada. Sin agradecer nada. Sin valorar nada”.
La muerte del fútbol | El VAR es una puñalada por la espalda | (Novena entrega)
Más adelante escribe: “Para mí, no se trata de identificar a los responsables del video racista, clasista y repudiable (...) Ahora, como no se pudo frenar, se debe castigar ejemplarmente desde los responsables del club a quienes se comportaron de manera vergonzosa con el alma de un equipo de fútbol: el tipo que puede dejar de comer, pero no de pagar la cuota de socio de Chacarita Juniors, el muchacho que falta al laburo para ver un partido, el hinchún que se peleó con la exmujer para poder llevar a sus hijos y dejó todo colgado (incluso los protocolos sanitarios) para ir a un banderazo en medio de una pandemia de coronavirus, porque su corazón le decía (...).
Ese corazón del hincha del que habla Piro es su último bastión. Es todo lo que le queda al fútbol profesional una vez que se eliminan los millones que manejan unos pocos y la anomalías y los escándalos y tosquedades que les quedan a los otros, los que no cuentan millones. En otro trecho del blog, a propósito de esto, se lee: “Hicieron un comunicado los jugadores, sí. Asesorados por algún gerente de márketing, el colorista de la peluquería o su propia conciencia, pidieron disculpas por aquello que hicieron, exponiendo su intimidad y su auténtico sentimiento: el hincha no les importa, ni en el micro, ni en la cancha”.
La muerte del fútbol | La Caja de Pandora (séptima entrega)
Ese es el punto, ya ni el hincha les importa a quienes viven de él. Sigue Piro: “Están vacíos. De vida y de fútbol. Nunca van a ser ídolos, nunca aparecerán en una bandera, nunca tendrán un homenaje. No habrá pibes que sueñen con sus jugadas en el patio de una casa, ni videojuegos en los que se imiten sus hazañas. Están en la cuenta regresiva para que se les termine el contrato y habrán pasado por Chacarita Juniors y por el fútbol profesional sin pena ni gloria”.
Si este fuese un hecho aislado, apenas abrazando y abrasando (con ‘z’ y con ‘s’), a los players del club ‘tricolor’, vaya y pase. El problema es que así ocurre en casi todos lados y en todas las categorías. Conocí un jugador del ascenso que seguía ‘metiéndole’ para no pasar los domingos con la esposa y la suegra. Lo entiendo, no debe ser el único, pero salvo que fuese un crack, que nunca fue, sería mejor que se busque un amante para pasar los domingos. El fútbol no tiene por qué pagar todas las cuentas que paga...
Líneas adelante, el sensible bloguero transmite el sentimiento de toda la nación ‘Funebrera’: “No creemos más en esas frases hechas de ‘el fútbol da revancha’ o ‘saldremos adelante con trabajo’. Algún partido ganarán, podrán hacer un gol. Pero nada será igual con los pseudo jugadores que visten la camiseta más linda del mundo en este 2021. La falta de respeto por la que ahora piden disculpas no se va a borrar con un ‘comunicado’, ni ganando algún partido”. Y está bien que no se borre. Pero es otra herida abierta por la que se desangra el fútbol y el amor al fútbol, como un lamento más del ‘Polaco’ Roberto Goyeneche, cuando interpreta ‘Uno’:
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias...
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.
Uno va arrastrandose entre espinas
y en su afan de dar su amor
sufre y se destroza hasta entender,
que uno se ha quedado sin corazón...
No le estaba cantando a los hinchas de fútbol, ¡vaya que no! Pero parece que sí... Hoy, el fútbol de hoy, se adapta a cualquier réquiem, se identifica con todo llanto, y copia cualquier pérdida. Con dirigentes y jugadores de tamaño tan chiquito como el que acabamos de observar, no hay chances de redención. Por algo el periodista chacaritense les dice: “Vayan buscando un trabajo honesto porque el fútbol, al menos como se entiende en este club, no es para ustedes (...) como no entienden de fútbol, ni de la vida, creyeron que ‘poner huevos’ es pegar patadas y lastimar a sus rivales en lugar de ganarles el partido”.
Los de arriba y los de abajo unidos por el descontrol. ¿Nadie, de todos los que mandan y se deciden se da cuenta de esto que sucede? ¿Nadie tiene pecho amplio y suficiente para ponerle a estas balas y cambiar el rumbo a la batalla? En la medida que ninguno de los que puede hacerlo intervenga, nosotros, los que amamos al fútbol y lo vemos agonizar desde afuera, tenemos derecho a pensar que son todos iguales. Los que gobiernan los clubes y el fútbol y los que dicen que lo juegan pero no saben jugarlo, ni les calienta jugarlo. ¡Clochards! diría mi amigo francés. ¡Golfos! Los definiría cualquier español. ¡Atorrantes! Grito yo ¿No se dan cuenta que no es solo Chacarita? ¿Qué no es apenas un clásico ni se trata de un problema de la Segunda División? Es el fútbol que espicha...
Siga cantando ‘Polaco’, a lo mejor a usted lo escuchan:
Si yo tuviera el corazon,
el corazon que di...
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir...
* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.