DOMINGO
El escndalo que le estall a Francisco

Infierno en el Vaticano

Dos investigaciones provocaron un terremoto la semana pasada en la Santa Sede. Desde que se publicaron Via Crucis, de Gianluigi Nuzzi, y Avarizia, de Emiliano Fittipaldi, un nuevo VatiLeaks amenaza la paz con la que el papa argentino reinaba en la Iglesia. En exclusividad,PERFIL adelanta ambos libros, que se acaban de publicar en Italia y aún no se editaron en español, para comprender el manejo de las finanzas eclesiásticas, signadas por la mala gestión de las donaciones para caridad y el informe que Francisco solicitó para iniciar sus reformas.

Vaticano. Las denuncias de los libros amenazan la tranquilidad de la Plaza San Pedro.
| AFP

Recién llegado, en julio de 2013, Francisco anunció que todavía no sabía si reformar el Instituto para las Obras de la Religión (Ior) o cerrarlo. “Algunos dicen que sería mejor que fuera un banco, otros, que fuera un fondo de ayudas, otros dicen de cerrarlo”, explicó a los periodistas antes de decidir. Algunos meses después, dijo que el Ior seguiría ofreciendo “servicios financieros especializados para la Iglesia Católica en todo el mundo”, pero con mayor transparencia y más honestidad (...)
El Instituto y los medios vaticanos, junto a los de gran parte del mundo, insisten en exaltar el nuevo curso del banco. Encaminado, juran ellos, a una transparencia absoluta de las cuentas de los clientes, hasta hace poco cifradas y secretas, inaccesibles a las autoridades judiciales italianas y a quien quisiera investigar sobre esas riquezas ocultas.
Desde 2010 el Ior, antes con el presidente Ettore Gotti Tedeschi y después con su sucesor Ernst Von Freeyberg, intentó de verdad cambiar su camino, para adecuarse a los estándares internacionales y así entrar en la “white list” de los países virtuosos. Desde siempre considerado offshore como las islas Vírgenes o Andorra, hace cinco años el IOR pidió la intervención de los inspectores de Moneyval, el Instituto creado por el Consejo de Europa en 1997 para vigilar las medidas de prevención del lavado de dinero y de la financiación al terrorismo. Es la comisión que, en la práctica, tiene la tarea de evaluar la conformidad de cada país con las reglas europeas.

El informe de Moneyval del 2012 admite que el Vaticano hizo “notables progresos” en la adopción de medidas normativas para combatir el lavado de dinero, pero que la nueva estructura “tiene todavía que ser probada en la práctica”. Los dirigentes del banco vaticano y de la nueva Autoridad de Información Financiera (AIF), creada en el 2010 y presidida desde noviembre de 2014 por el suizo René Brulhart, periódicamente anuncian haber eliminado las cuentas anónimas y también a las personas que no tienen derecho a tenerlas, o sea los “laicos” y los empresarios que no residen en la Santa sede. Desde el inicio de la limpieza han sido “cerradas 4.614 relaciones” explica el balance del IOR publicado en el 2015, la gran mayoría de ellas son cuentas “durmientes”: inactivas o con saldos muy bajos”. En tanto que 554 de las cuentas cerradas pertenecen a saldos “abusivos”: presumiblemente profesionales, empresarios o políticos, que han usado el banco para girar al exterior el dinero ganado en Italia. No obstante, más allá de las declaraciones vaticanas y la revolución normativa efectuada, no todos están convencidos de que desde el punto de vista operativo, haya cambiado de verdad mucho respecto a la época de Benedicto XVI. En las calles vaticanas, pero también entre los banqueros italianos, se preguntan desde hace un tiempo si las cuentas que quedaron en el centro de la atención ya fueron cerradas o sólo suspendidas y dejadas stand by, protegidas, claro, en  las cajas fuertes de Oltretevere.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Y, lo que es seguro, nadie sabe dónde desapareció el dinero de los viejos clientes salidos del Vaticano. La filosofía de los gerentes del Papa parece ser plasmada como la vieja tarantela napolitana “quien recibió, recibió; quien dio, dio”: si el objetivo final es tener un nuevo inicio inmaculado, el oscuro pasado tiene que quedar oscuro y ser rápidamente pasado. Es un hecho que los clientes más “pesados” y diplomáticamente incómodos entendieron que la música estaba cambiando ya en el 2008, cuando empezaron a salir del Vaticano para buscar refugio en otros lados. Nuestras autoridades no tuvieron ninguna información sobre los movimientos financieros (en ese tiempo el Vaticano tenía las manos libres porque se podía mover sin ninguna regla) aunque sospechan que enormes cantidades de dinero fueron bonificadas en países offshore y en algunos bancos de Alemania.
¿Por qué Berlín? Porque las autoridades antilavado alemanas son desde siempre muy débiles si se las confronta con las de otros países europeos: la Financial Intelligence Unit (FIU) de Angela Merkel es un departamento englobado en la policía alemana, sin autonomía, con hombres, herramientas y capacidad de análisis financieros incomparables con las oficinas italianas de la UIF (Unidad de Información Financiera de la Banca de Italia) o a las FIU francesas o españolas. Si sobre los clientes huidos antes de la tempestad y de la llegada del papa Francisco la UIF nunca tuvo ninguna información, tampoco la consiguió de los 554 clientes misteriosos descubiertos por la sociedad de revisión Promontory, los expertos tricolores del antilavado lograron obtener noticias: a pesar del acuerdo de colaboración firmado en julio 2013 entre la AIF (en ese entonces guiada por el cardenal Attilio Nicora) y la misma UIF, hasta ahora el compromiso informal de traspasar a Italia el listado de todos los clientes sospechados ocultos en el IOR no ha sido cumplido, y el Banco de Italia no pudo analizar, más allá de muy pocos casos, eventuales transferencias ilícitas o presuntas evasiones fiscales ni informar a la magistratura italiana sobre posibles investigaciones penales. Un desbande que a esta altura puede quedar sin sanción.

Mientras vamos a imprimir el libro, en IOR flotan poco más de cien cuentas sospechosas, entre las cuales hay diez cuentas a nombre de personas que podrían crear más de una incomodidad a la Santa Sede romana. En algún caso se trata de herencias de clientes laicos todavía para liquidar (la suma asciende a 17 millones de euros), mientras que otros depósitos pertenecen a profesionales y empresarios sin filiación.
“Estos depósitos han sido bloqueados”, juró el jefe del AIF Brulhart. En  el UIF, sin embargo, quedaron atónitos cuando descubrieron, después de haber leído una nota periodística en agosto del 2015, que entre los clientes del IOR hay todavía nietos del difunto Lorenzo Leone. Un mánager de la sanidad que acumuló 16 mil millones de liras (moneda italiana anterior al euro) en el banco vaticano mientras dirigía la Casa de la Divina Providencia di Bisceglie, un manicomio de una congregación religiosa de la cual fue dominus casi hasta su muerte.
Nadie, desde el Vaticano, había avisado a las autoridades italianas  sobre la existencia de aquel dinero. Sólo lo hicieron cuando los jueces de Trani enviaron un recurso de información internacional y el Instituto confirmó la existencia del depósito secreto. Antes de leer la noticia en los diarios, nuestra UIF no sabía absolutamente nada de todo esto. A pesar de que, por lo menos en la teoría, habría tenido que informar a los colegas del antirreciclaje las informaciones sobre las cuentas de Leone estaban perdidas. Y no es todo.

el Banco de Italia no sólo entendió que los ocho millones a nombre de los herederos todavía estaban en el IOR, sino que también descubrió que aquellas cuentas no estaban para nada congeladas. Periódicamente se movían.
Este caso demostró al Banco de Italia que el sistema del antilavado vaticano no funciona todavía como tendría que funcionar.
Que las cosas sean muy diferentes a como aparecen puede probarlo también otro acontecimiento. Mientras escribimos la Procuradora de Roma solicitó al Vaticano otra indagatoria internacional, requiriendo información sobre los eventuales bienes poseídos por Angelo Proietti. Un constructor titular de la sociedad Edil Arts, surgido a la fama porque su empresa reestructuró gratis la casa donde vivió el ex ministro de Economía Giulio Tremonti; un departamento alquilado por el brazo derecho del ministro, Marco Milanese, por una congregación religiosa, el Pio Solidalizio dei Piceni.