Recorrer gran parte de las áreas de la provincia de Corrientes, que solo meses atrás habían sido arrasadas por los incendios forestales y rurales, fue realmente una experiencia única. Durante nuestro viaje pudimos comprender la amplitud del desafío que las personas y la naturaleza debieron afrontar durante casi dos meses de grandes incendios que se reactivaban luego de parecer sofocados. La sequía previa, que ya había causado estragos en el sistema productivo, fue un factor que predispuso a que la enorme carga de combustible disponible empezara a arder y fuera muy difícil de controlar.
En el Parque Nacional Iberá se pudo constatar que uno de los focos ígneos inició por la caída de un rayo. No obstante, la gran mayoría de los incendios estuvieron relacionados a las actividades humanas. Conversamos con con referentes locales y analizamos la mejor forma de canalizar el Fondo de Emergencia para la Restauración de Ambientes en Corrientes, apoyando iniciativas en marcha y focalizando en las necesidades de la comunidad local.
El viaje fue además esperanzador ya que, como ocurre en los ecosistemas que han evolucionado con el fuego, la recuperación ya está en marcha. Las lluvias del otoño promovieron el rebrote de los pastizales naturales y permitieron que gran parte del área quemada recupere la cobertura del suelo. Y sobre los brotes tiernos pudimos ver alimentarse a ciervos de los pantanos, corzuelas, carpinchos, venados de las pampas y ñandúes. La naturaleza se reinicia, re comienza su ciclo de producción de biodiversidad, lo que nos obliga a acompañarla para facilitar su proceso natural, evitando mayores disturbios que afecten su ciclo.
Brotes desde las cenizas
Las áreas de bosques nativos, donde el fuego quemó lento y con gran intensidad, requerirán más tiempo de recuperación, pero ya hay árboles brotando desde sus raíces y semillas germinado sobre las cenizas: pequeños timbós y lapachos abren sus hojas y estiran sus ramas en busca de esa luz del sol que les permita crecer y transformarse en grandes árboles como los que les dieran la vida. En estos espacios es central evitar el ingreso del ganado que podría pisotear y ramonear estas plántulas y demorar o impedir la regeneración de los bosques.
Los embalsados y los esteros son ambientes con enorme acumulación de materia orgánica, los incendios raramente los afectan y cuando lo hacen es de forma superficial y en pequeñas superficies, las condiciones climáticas extremas que no pueden dejar de vincularse con los efectos negativos del cambio climático, llevaron a que esta vez el fuego afectara con una intensidad y amplitud sin precedentes. Pero trascurridos unos meses, los yacarés y carpinchos ya comparten con gran parte de la avifauna del lugar este espacio que empieza a sanarse y cuya recuperación dependerá principalmente de mantener alejada cualquier fuente de disturbio antrópico.
El fuego no se llevó gran parte de una naturaleza resiliente y mucho menos la fuerza y el coraje de los habitantes de Corrientes que hoy levantan alambrados, recuperan infraestructura, generan oportunidades de desarrollo y apuestan a retomar sus actividades con el apoyo de toda la sociedad. Desde Fundación Vida Silvestre Argentina colaboraremos con la reinstalación de alambrados en áreas críticas para la conservación, con el monitoreo y las acciones de recuperación de las especies más sensibles y amenazadas, y promoveremos el adecuado manejo del fuego que, utilizado correctamente, es una herramienta para reducir la carga de combustible y para habilitar áreas de pastoreo para el ganado y la fauna silvestre. El desafío será evitar que las futuras quemas, se trasformen en incendios.
* Manuel Jaramillo es director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
