La sequía de 2021 y los incendios que este año consumieron 934 mil hectáreas en Corrientes dejaron un panorama desolador: paisajes renegridos, cenizas y polvillo en el aire; personas desplazadas por la catástrofe; y una cantidad incalculable de animales muertos. El avance del monocultivo sobre el bosque nativo, con las quemas que generan deforestación para el establecimiento de la agroindustria, está entre las principales causas de un desastre que distintas ONGs venían anticipando desde hacía tiempo.
Fernando Miñarro, director de Conservación de Vida Silvestre, explicó en el sitio web de la fundación que los incendios alcanzaron principalmente a humedales y pastizales, pero, por su intensidad y el antecedente de la sequía, también impactaron en isletas de bosques y selvas en galería junto a los arroyos, menos preparados para una devastación de tal magnitud.
"Incendios en Corrientes: el 12% de la provincia fue afectado por el fuego"
Minarro advirtió sobre la necesidad de conocer el impacto real sobre especies amenazadas, como el tordo amarillo, y sobre aquellas que están siendo reintroducidas en los Esteros del Iberá, como el venado de las pampas, el yaguareté y el oso hormiguero. “El diagnóstico es clave porque permite conocer la situación y así establecer prioridades”, insistió. Los bosques nativos, además, “suelen verse afectados por el pisoteo del ganado, que compacta el suelo y no permite la regeneración”.
Para que se logre avanzar en un plan de restauración efectivo, Vida Silvestre pidió el involucramiento de emprendedores privados, instituciones de gobierno y académicas, organizaciones de la sociedad civil y comunidades del territorio. Sólo así podrán revertirse los impactos del fuego “en este contexto mundial de crisis de extinción de biodiversidad, cambio climático y, por ende, efectos negativos sobre las personas”.