Ayer fue el Día de la Diversidad Biológica y nos recuerda que existe una conexión inquebrantable entre la naturaleza y las personas. Pero, ¿a qué nos referimos con esto? La diversidad biológica o biodiversidad abarca a todas las especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que viven en un espacio determinado, su variabilidad genética, los ecosistemas de los cuales forman parte estas especies, y los paisajes o regiones en donde se ubican los ecosistemas.
La diversidad biológica se relaciona con muchísimos aspectos de nuestras vidas: nuestra salud, nuestra economía, nuestro bienestar, nuestros medios de vida. Ofrece servicios de importancia económica y social y es la base para el funcionamiento de las sociedades, ya que ayuda a satisfacer las necesidades humanas, permitiendo nuestra subsistencia y desarrollo. Entre estos servicios se encuentran por ejemplo la regulación del clima y el agua, el control de enfermedades y plagas, la provisión de alimentos, materias primas y agua potable, la purificación del aire, así como también beneficios culturales, para el bienestar y la recreación.
No estamos actuando bien
Sin embargo, la forma en la que actualmente avanzamos sobre la biodiversidad que nos rodea, pone en peligro la salud los ecosistemas y la supervivencia de muchas especies, incluida la nuestra, ya que somos parte de esa biodiversidad. Como no podemos reflejar de manera concreta su valor en términos económicos, no está suficientemente reconocida y suele ser subvalorada, junto a los servicios que brinda y que sustentan la salud humana y ambiental.
Según el Informe Planeta Vivo 2020 de WWF, que analiza el estado mundial de la biodiversidad, entre 1970 y 2016 América Latina presentó una disminución en el 94% de las poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces estudiadas. Las principales amenazas son la alteración de bosques, humedales, pastizales y sabanas, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas.
El informe destaca que el motor más relevante de la pérdida de biodiversidad es el cambio de uso de suelo, principalmente la conversión de hábitats naturales en sistemas agrícolas y ganaderos, así como también la sobrepesca en gran parte de los océanos. Estos datos ponen en evidencia que se necesita un cambio transformador urgente en nuestros patrones de producción y consumo, en especial en lo que refiere a los alimentos, pero también en otros sectores socioeconómicos, como la silvicultura, las infraestructuras y la energía, las actividades extractivas e industriales y el sector financiero.
Todo se conecta
Todo en nuestro planeta, incluidas las personas, se encuentra interconectado y es interdependiente. El mayor desafío es asegurar los sistemas productivos al mismo tiempo que se valora la biodiversidad. La toma de decisiones sobre las políticas públicas y comerciales debe estar apoyada en el análisis de los impactos sobre los ambientes, sus especies y los servicios ecosistémicos asociados.
Sólo aumentando los esfuerzos para la conservación, restauración y uso sostenible de nuestra naturaleza, lograremos la articulación entre la producción, el ambiente y la sociedad. Es imperiosamente necesario que reduzcamos los desechos e incentivemos consumos y dietas más saludables y respetuosas con el medio ambiente y llevemos adelante políticas públicas y privadas que promuevan modelos reales de desarrollo para quienes conformamos la diversidad biológica, de este, el único planeta que podemos habitar.
*Manuel Jaramillo es director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.