ECONOMIA

El desierto macro de 2023: el Gobierno necesita agua, gas... y pesos

Hay dos preguntas que moldearán lo que ocurra en 2023: ¿cuán fuerte será la sequía y habrá gasoducto para el invierno? Las perspectivas para el año que está por comenzar son de bajo crecimiento y un contexto de alta incertidumbre. Según el reporte de una consultora, las consecuencias negativas de la sequía, la necesidad de continuar la consolidación fiscal pactada con el FMI y la dificultad de incrementar las colocaciones de deuda en pesos en medio de un año electoral pondrán bajo presión a la política económica nacional.

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PRONÓSTICO. Para algunas consultoras, es difícil augurar una desaceleración sostenida de la inflación en Argentina. | CEDOC

Con el año cerca de su finalización, aparecen las primeras perspectivas para 2023. Hay dos preguntas, aun sin respuesta, que moldearán lo que ocurra en el año que se inicia en algunas semanas.

  • ¿Cuán fuerte será la sequía?
  • ¿Habrá gasoducto para el invierno?

“El equilibrio externo de Argentina dependerá crucialmente de la suerte de la producción agropecuaria y la finalización en julio del gasoducto desde Vaca Muerta”, dicen desde Delphos. 

Pan y carne

Las grandes pérdidas en la producción de trigo, cercanas a los 10 millones toneladas, auguran un efecto negativo en la actividad cercano al 0,5% del PIB y un verano con menor oferta de divisas comerciales comparado con 2022. 

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“Aunque los permisos de exportación llegan a casi 9 millones de toneladas, el abastecimiento interno probablemente imponga un saldo exportador mucho menor”, dice Delphos. 

La sequía también afecta al 50% del stock vacuno nacional. La escasa disponibilidad de agua y forraje impulsó una liquidación acelerada de hacienda. Durante noviembre, poco más de 1,19 millones de animales fueron enviados a faena, 6% más que lo remitido el mes previo y 7% más que lo enviado en noviembre del año pasado. “Aunque en el corto plazo esto deprime los precios internos de la carne, a largo plazo deteriora la oferta local por las dificultades para la cría de terneros y podría acelerar la inflación de alimentos en 2023”, añadieron.

De todas maneras, los números grandes de mayor impacto “macro” son los de la cosecha gruesa: soja y maíz. Allí, el resumen sería: estamos mal, pero podemos mejorar (si llueve, claro).

Según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el arranque de la campaña gruesa 2022-2023 está en peores condiciones que en el 2008-2009 (la peor campaña de los últimos 20 años junto con la 2017-2018) por la ausencia de precipitaciones suficientes durante noviembre y principios de diciembre, lo que atrasó la siembra y el desarrollo del maíz y la soja de primera. 

“Las perspectivas climáticas previstas por la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA por sus siglas en inglés) apuntan a que existe 76% de probabilidades que ‘La Niña’ se mantenga hasta enero inclusive. Solo se observarían lluvias esporádicas con temperaturas por encima de lo habitual durante el resto de diciembre y enero, lo que muestra que la cosecha gruesa tiene un futuro bastante incierto del punto de vista climático. En los mercados mundiales los precios de la soja se mantienen por encima de los US$ 500, lo que reduce el impacto en las cuentas externas”, dijeron en Delphos.

Sin embargo, las tensiones entre el cumplimiento de las metas de reservas netas y el crecimiento serán constantes durante todo 2023, como ya viene ocurriendo por estos meses.

El aporte del gasoducto también será importante, aunque no decisivo. Los expertos recuerdan que es solo una obra de las necesarias para evacuar el gas de Vaca Muerta. Por ejemplo, Juan José Carbajales señala que se evitaría importar entre 11 y 14 MMm3/d: en cada invierno se importan entre 60 y 70 MMm3/d. Si la obra no está terminada, la salida de dólares invernales será más importante.

¿Quién y cómo pone los pesos?

El segundo interrogante en 2023 será el esquema de financiamiento del Gobierno. Si continúan las tensiones permanentes en el financiamiento local, deberá volver a hacer uso de la emisión monetaria para financiar el déficit, que está prevista en 0,6% del PIB. 

En el Gobierno están estudiando alternativas para que el sector privado compre un mayor volumen de deuda. Por “las buenas”, no será fácil.

“Sin embargo, en 2022 las compras de deuda en pesos por parte del BCRA, las ventas de DEG y las distintas versiones del dólar soja representaron alrededor de 3,1% del PIB de financiamiento indirecto al Tesoro a expensas de la hoja de balance del Banco Central. Teniendo en cuenta esto, resulta muy posible que alguna de estas herramientas ‘heterodoxas’ continúen en 2023 para lograr mayor aire financiero en medio de vencimientos de alrededor de $15 billones antes de las elecciones (unos $7 billones en manos privadas) y fuerte dificultad para colocar títulos con vencimiento luego de las elecciones”, agregaron. 

El déficit primario previsto en el acuerdo con el FMI para 2023 es de 1,9% del PIB, 0,6 puntos porcentuales menos que en 2022. Sin embargo, “ese ajuste será dificultoso durante un año electoral, donde usualmente el gasto público se acelera en los meses previos a las elecciones (el ‘ciclo político de la política fiscal’) y los ingresos públicos serán menos dinámicos por los adelantos de ganancias de este año, la disminución de las retenciones por la sequía y la desaceleración del resto de los tributos ligados a la actividad”. 

Sergio Massa ya eligió su camino. “Tenemos que acostumbrarnos a que las elecciones no se ganan por política fiscal expansiva. Va a ganar la elección quién sea capaz de bajar la inflación y dar acceso al crédito a los ciudadanos. Más que expandir el gasto es dar acceso al crédito para consumo y bienes durables y bajar la inflación, que es la mejor forma de recuperar ingreso”, dijo, semanas atrás, ante los empresarios en Cicyp. Pero, aun en el escenario de que se imponga su visión, el cumplimiento de las metas trimestrales de déficit primario también estará bajo presión.

En ese contexto de desafíos externos, fiscales y monetarios, Delphos dice que “resulta difícil augurar una desaceleración sostenida de la inflación”. 

Aunque a corto plazo “podamos asistir a una desaceleración de la inflación headline, tanto los ajustes previstos de precios regulados como el aumento del tipo de cambio por encima del 6,5%, el déficit cuasifiscal en torno al 6,5% del PIB y la creciente indexación dificultan la desinflación en un año con marcada incertidumbre”.

El manejo de las tasas de interés y del ritmo de devaluación del tipo de cambio “será clave” para no profundizar la apreciación cambiaria y regresar a las tasas de interés muy negativas. Ahí, el Gobierno tendría un mayor control de los tipos de cambio paralelos, “con algún costo en materia de crecimiento”. 

Si se apela a la baja de las tasas de interés, un mayor atraso cambiario o líneas de crédito a tasa subsidiada, se podría aumentar la complejidad de la “herencia” que afrontará el nuevo Gobierno en diciembre de 2023. 

En síntesis, las perspectivas para 2023 son de bajo crecimiento (0%-2%) con una nominalidad que, en el mejor de los casos, replicará la del segundo semestre. “En un contexto de alta incertidumbre, las consecuencias negativas de la sequía, la necesidad de continuar la consolidación fiscal pactada con el FMI y la dificultad de incrementar las colocaciones de deuda en pesos en medio de un año electoral pondrán bajo presión a la política económica”, dice el informe. 

Publicado originalmente en El Economista