El ministro Sergio Massa volvió a ponerse el traje de dirigente político, luego de la decisión del presidente Alberto Fernández de bajarse de la carrera por la reelección. Acosado por las tensiones cambiarias y la imposibilidad de controlar a la inflación, se enfrentará durante los próximos días a la decisión de sostenerse en el Palacio de Hacienda, aunque a cada jornada tenga menor poder de fuego; o, a convertirse en candidato presidencial o gran elector y, con esa carta en la mano, poder domar las ambiciones de devaluación anticipada del mercado.
Fuentes del entorno ministerial confiaron a PERFIL que un entronamiento del ministro permitirá calibrar las variables económicas para salir del cuello de botella en que se encuentra el Gobierno. “Las decisiones a medias no alcanzan y eso queda demostrado en las tensiones. Hasta que no haya un ordenamiento general, todas las medidas seguirán teniendo poco poder de fuego, por más acertadas que sean”, admitieron desde el equipo económico.
Si bien es cierto que el renunciamiento del jefe de Estado, a una precandidatura que tenía poco recorrido por delante ante la baja adhesión popular, no sorprendió, lo que sí generó es un escenario nuevo: no habrá más una competencia velada entre dirigentes que participan integran la misma gestión nacional. Los roces más evidentes eran entre el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y Alberto Fernández. Pero las miradas desconfiadas entre el Palacio de Hacienda y la Casa Rosada habían elevado la temperatura económica.
Las fortalezas de Massa en medio de la crisis
Sucede que Massa se volvió más poderoso con dos gestos de Alberto Fernández en esta semana, quizás la más encendida desde que asumió en el Ministerio de Economía: el despido del asesor económico del Presidente, Antonio Aracre; y la retirada de la cancha electoral. La primera le ratificó el poder total en el quinto piso del Palacio de Hacienda; pero la segunda le devolvió el rol de dirigente político. “Ya no es el socio que viene a tapar los agujeros del Titanic, sino que es el garante de la gobernabilidad”, se envalentonó un dirigente de su entorno.
Los resultados esquivos en inflación desequilibraron el endeble orden que había logrado Massa desde que asumió tras la crisis que había dejado afuera al exministro Martín Guzmán. La sequía golpeó el escenario pretendido e, incluso, su efecto diluyó la flexibilización de las metas establecidas en el acuerdo de repago con el Fondo Monetario Internacional. El aumento del gasto y la caída de la recaudación provocó que el déficit fiscal entre en zona de “waiver” o replanteo, como sucedió y volverá a suceder con el objetivo de acumulación de reservas internacionales del Banco Central.
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Las “buenas noticias” que logró el ministro, como el aval de la Universidad de Buenos Aires (UBA) para avanzar en el canje de los bonos soberanos del Fondo de Garantías del Anses, se diluyeron muy rápidamente. Para las personas de su entorno, esto se debe a la debilidad política del Gobierno. la estrategia de Alberto Fernández de anunciar su renunciamiento a la reelección antes de la apertura de la rueda bursátil y cambiaria buscó generar tranquilidad, pero no lo logró. El mercado busca un horizonte más claro y, hasta el momento, sólo encuentra dos: la devaluación de Juntos por el Cambio, o la dolarización de Javier Milei.
Alerta por la cadena de pagos del campo
El campo dio malas noticias. Por más pacto de caballeros que exista, negocios son negocios. Los productores ya anunciaron que no liquidarán más soja de la que necesitan para pagar obligaciones urgentes, aprovechando los beneficios del tipo de cambio diferencial. El resto será el tesoro en dólares que guardarán para después del 10 de diciembre. Tendrán un cambio más alto y, además, lo usarán como gesto de bienvenida para la próxima gestión presidencial.
Pero existe un problema mucho más gravoso para los productores: la ruptura de la cadena de pagos. “Al campo le va a ir bien, pero mandará a muchos arrendatarios a la quiebra”, se alarmó el dueño de una de las empresas agroindustriales que más exporta. Sucede que la mala cosecha todavía no encontró piso: “los granos son chicos y verdes. La sequía no les permitió madurar. Es una catástrofe”, sostuvo. De hecho, la Bolsa de Cereales volvió a recortar las pobres estimaciones a 22,5 millones de toneladas de producción, con una caída 2,5 MTn con respecto a la anterior publicación, y de 22,5 MTn con respecto a las últimas cinco campañas.
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Tanto por rendimiento como por especulación cambiaria, el éxito del dólar agro, que incluye a las economías regionales, está catapultado. La estimación de liquidación de 12,5 millones de dólares que iban a dar la soja, los demás productos alcanzados por el tipo cambiario especial y los atrasos en las obligaciones de ventas al exterior de las anteriores ediciones, se recortaron casi hasta la mitad. La amenaza de acciones judiciales sobre exportadoras que no liquidaron a tiempo seguirá su curso, porque, según aseguró un empresario del sector, esas ventas se concretaron, pero en el mercado informal, con ganancias “muy superiores” a los beneficios del “dólar soja 2”.
Candidato o elector
En ese contexto, un dirigente del Frente de Todos le dijo a este medio que la definición de una candidatura que unifique a la coalición oficialista es “clave para ordenar las variables económicas”. Con esa lógica, Massa tendrá un “rol determinante”, porque deberá pararse como candidato o como elector, lo que agrandará su participación en la sociedad oficialista. “El temor era que, siendo candidato, el mercado presionara para limar su imagen. Pero hoy, sin serlo, las presiones son cotidianas. Así que, con determinación política, la tormenta se va a atravesar mejor”, razonó la fuente consultada.
El problema que enfrentará Massa, ahora, serán las resistencias internas entre los socios del FdT. Por caso, a horas del renunciamiento de Alberto Fernández, y mientras crece la candidatura del ministro de Economía, el dirigente social y precandidato del Frente Patria Grande, Juan Grabois, sostuvo que si la vicepresidenta Cristina Kirchner lo llama para bajar su lista por Massa no va a aceptar: “ni en pedo vamos a votar a este sin vergüenza”. El autoboicot del internismo podría ser clave en la definición.