La severidad de la actual crisis económica hace recordar a la crisis del final de la convertibilidad.
Esto lleva a pensar que, posiblemente, a partir del 2021 la recuperación económica sea tan potente y vigorosa como la del 2003, cuando asumió Néstor Kirchner.
Para poner en contexto el paralelismo habría que mirar una serie larga de tipo de cambio real. Esto es, el dólar oficial entre el 2000 y el 2020 corregido por inflación doméstica y de Estados Unidos para reflejar la inflación externa. Lo que se observa es notablemente llamativo.
El dólar oficial hoy es de $72. Este dólar en el 2001 era equivalente a $56 y en el 2002 a $126 a precios actuales. Esto señala que el dólar oficial hoy está más cerca del 2001 que del 2002. Por lo tanto, si se quiere repetir la epopeya del 2003, primero hay que "pasar por un 2002".
Aquí entra a jugar el dólar paralelo. El dólar paralelo está firme por encima de los $130. Un valor similar al 2002 a precios actuales. Entonces, "pasar por un 2002" sería equivalente a liberar el tipo de cambio oficial para que suba hasta el nivel del paralelo. No es difícil darse cuenta que los costos sociales serán más dolorosos que los que ya se están viviendo.
Esta encrucijada es la raíz de la decadencia económica argentina. La macroeconomía necesita un dólar alto –como el del 2002 o el paralelo actual– para licuar gasto público y generar superávit fiscal, y permitir a las empresas soportar las ineficiencias de la economía y así generar superávit externo. El tema es que la población necesita un dólar bajo porque el deterioro del salario real, las jubilaciones y las ayudas asistenciales del dólar alto descomponen el tejido social.
En el fondo, la macroeconomía argentina necesita un dólar que la sociedad no tolera.
Carlos Ruckauf pronosticó una crisis "peor que la del 2001" por la pandemia
¿Cómo se sale de esta encrucijada?
Con lo que faltó en el 2001 y falta ahora: superando la escasez estructural de dólares con mejoras genuinas y sostenidas de la competitividad.
Esto es, que las empresas sean capaces de exportar y competir con importaciones gracias a regulaciones más racionales y servicios públicos e infraestructura de mucha mejor calidad.
De aquí que el punto de partida es la modernización del Estado. Esto implica un genuino equilibrio fiscal, con una presión tributaria razonable, un sistema previsional sustentable y un Estado nacional sin programas nacionales que se superponen con funciones provinciales y municipales.
También hay que eliminar la coparticipación. Cada provincia debería financiarse con la recaudación que generen sus propias políticas productivas. Este sería el correcto incentivo para que los gobernadores se preocupen por la competitividad provincial.
En lugar de estar ocupados en cuánta plata les "llueve" de la coparticipación y viajar luego a Buenos Aires a congraciarse con los funcionarios nacionales para ver de "arañar" algunas "migajas" más, entre los programas nacionales.
* Presidente de Idesa; Economista y Docente.