Al Gobierno le está por explotar la bomba que armó para emparchar la baja producción de energía y se debate sobre cómo desarmarla. Si continúa reafirmando las subas de gas y electricidad, que se suman a la inflación, el descontento social puede ponerlo en una crisis, tras salir debilitado del proceso electoral. Si, por el contrario, da marcha atrás, tendrá un grave problema fiscal, ya que el superávit fue erosionado por la recesión y necesita dinero para subvencionar a las generadoras de electricidad y productores de gas.
La clase media está enojada por los aumentos que recibió el mes pasado en sus facturas de electricidad y gas. Pero lo peor está por venir: el consumo de energía creció con fuerza por la ola de frío y las boletas que llegarán en septiembre traerán las sorpresas de las recategorizaciones por el mayor uso de las estufas, con subas de hasta 50% respecto de la boleta anterior, que ya vinieron con aumentos de hasta 400 por ciento.
A las facturas de luz y gas habrá que sumarle entonces un aumento del 12% en la medicina prepaga, que se complementará con otra suba del 7% en diciembre. También el aumento de un 30% de las expensas, empujadas por los precios de la energía y las subas de los salarios de los porteros. Los combustibles recibirán otro aumento de un 5%, si el Gobierno no subvenciona un nuevo precio interno del petróleo, que se sumará al del entre 4 y 7% que las petroleras aplicaron el día después de las elecciones.
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