ECONOMIA
en los ultimos 71 aos, hubo 49 con inflacion de 20% o mas

La devaluación como trauma, otro invento argentino

A diferencia de lo que ocurre por ejemplo en Brasil, los saltos en el precio del dólar tienen un impacto mucho más fuerte en nuestro país. Factores históricos, culturales y macro, detrás del termómetro verde de la economía.

TEST. Tras cuatro años con restricciones, no hubo histeria.
| Cedoc

El sentido común se pone en alerta y se precipita la creencia de que algo anda mal, de que nada bueno puede ocurrir. Esta dinámica no sólo explica un momento particular de la vida de una persona. Es el mecanismo que se activa en la sociedad argentina cada vez que la cotización del dólar se dispara.
“El dólar es un oráculo para los argentinos”, afirma el antropólogo  Alejandro Grimson. “Cuando los argentinos quieren saber cómo va a ser el futuro, el dólar responde”.  Y ejemplifica el escenario actual: si el dólar se mantiene más cerca de $ 13, la percepción es de tranquilidad, si llega a los $ 17 el pronóstico es de crisis y conflicto social.
Martín Tetaz, especialista en economía del comportamiento, coincide en que la gente siempre tiende a mirar al dólar para saber cómo está la salud de la Economía. “Pero si en la fluctuación libre logra encontrar cierto equilibrio no arbitrario, puede dejar de ser un fetiche y convertirse finalmente sólo en una variable económica”, vaticina.
Una serie de encuestas realizadas entre 2006 y 2012 por la investigadora Victoria Giarrizzo, directora del Centro de Estudios Experimentales (CERX), confirman que siete de cada diez porteños experimentan preocupación, incertidumbre y en algunos casos pánico frente a los cambios del dólar. Y que esta sensación está también en el ADN de los más jóvenes. “Esta percepción no es sólo una cuestión cultural. La historia muestra que la política monetaria siempre castigó a la familia argentina”, explica.
Hay coincidencia en que para entender la psicología del dólar hay que remontarse a los golpes de la infancia y a la repetición de algunos patrones. En los últimos 71 años sólo hubo 13 años de inflación de un dígito, 49 años con inflación por encima del 20% y cerca de 17 años de hiperinflación, según un estudio del CERX. Esto en un contexto de acumulación casi ininterrumpida de devaluaciones. El puntapié inicial le pertenece al gobierno de Arturo Frondizi  con un ajuste de 68% del tipo de cambio en 1958 y la aceleración de la inflación a 113,7% anual.

Distintos en la región. El traslado automático de la devaluación al nivel de los precios es una característica única que, según los analistas, condiciona la dimensión del trauma argentino por el dólar. “Esto no es porque las personas sean malpensadas sino que hay una construcción política y pública de esa transferencia”, asegura Ariel Wilkis, doctor en sociología. “Si se devalúa 50%, los precios aumentarán 50%. Es la lógica que se impone por más que este pase automático no debería darse”.
La relación particular entre la devaluación y la pérdida es uno de los puntos fundamentales que aleja a la Argentina de la cultura del dólar de otros países. “La política cambiaria de Brasil ha sido históricamente más gradualista, con muy pocas megadevaluaciones que formarán parte de un programa de ajuste. Esto evitó la asociación en la memoria colectiva entre devaluación y aumento de precios”, explica Ana Castellani, directora de la Maestría en Sociología Económica del Idaes-Unsam e investigadora del Conicet.
Grimson, quien hizo su carrera en Brasilia, afirma que, a diferencia de los argentinos, “nadie piensa en dólares en Brasil”. Claro que en los últimos doce meses, la inflación anual brasileña apenas supera el 10%, a pesar de que respecto a un año atrás la depreciación del real se ubicó por encima del 45%.

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“Esta vez es diferente”, la ilusión del Gobierno

En el momento de anunciar la liberación del dólar en la conferencia del miércoles pasado, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, caminó por su tono algo sobrador –por el que se ha ganado ciertas críticas en el sistema financiero– para explicar que probablemente, como ocurrió al menos el jueves y viernes pasado, no hubiera una hiperdemanda de divisas tras cuatro años de controles en el mercado cambiario.
“Hay unos US$ 70 mil millones blancos en la calle”, explicaba el gerente general del Banco Supervielle, José Luis Panero, esta semana tras inaugurar una sucursal en el Microcentro. A su entender, hay mucha más propensión de la gente a vender esas divisas o invertirlas en algo, que a mantenerlas en su poder o intentar vivir de rentas. “En esta época, el rentista no tiene muchas opciones, tiene que producir”, asegura el ejecutivo de una entidad muy fuerte en provincias como Mendoza, con unos 130 bodegueros como clientes. Por interpretaciones como ésta, el Gobierno cree que esta vez será diferente.