–¿Roberto Lavagna es la versión prolija de este modelo?
–Podría ser. Es que la gente reconoce algunos aciertos. Por ejemplo, las políticas de Estado que aseguraron el superávit, un buen tipo de cambio para tener una balanza comercial positiva y el aprovechamiento del efecto maxi devaluación, que fue una gran oportunidad pero que también dejó un tendal. Pero para no perder eso, ahora hay que evolucionar: el crecimiento debe convertirse en desarrollo.Es lo contrario de lo que hace el oficialismo. No quiero que los bienes que maneja el Estado se vayan a los subsidios del transporte o a una compañía donde el Gobierno está metiendo la cola a través de sus empresarios amigos.
–Los empresarios parecen conformes así...
–Es el temor. Dicen las cosas que piensan en voz baja, a través de los celulares o a puertas cerradas. Se hacen preguntas, dudan: ¿con qué nos vamos a encontrar cuando se destape la olla en noviembre del 2007? El Gobierno, en lugar de sincerar una cantidad de variables que la economía y la realidad imponen, está tratando de meterlas debajo de la alfombra. Sólo para llegar a octubre y ganar.
– Pero sus colegas confiesan esos temores en la clandestinidad...¿No será porque están ganando más plata que nunca?
–Seguro, pero se equivocan. Ahora hay que opinar fuerte y claro. Todos, políticos, empresarios, medios, académicos. Hay oportunismo. Existen muchos empresarios que están yendo a buscar los retornos de sus negocios a la Casa de Gobierno y no al mercado. Cuando los funcionarios levantan el teléfono y dicen ‘no queremos que los empresarios se reúnan a elaborar un plan de ahorro de energía’, lo único que buscan es apretar. Usan la bonanza macro para ganar las elecciones del 2007.
–Y lo van a conseguir: no existe un contrapeso opositor...
–Pero le recuerdo: en Brasil, el que iba a ganar tan cómodo, Lula, al final ganó ahí nomás, y políticamente perdió. Lo mismo pasa con la reelección indefinida de Rovira, en Misiones: ganaba y ganaba y, ahora, parece que puede perder. Surgen mojones puestos por la realidad. Límites. Se pueden rescatar las cosas que están bien hechas, pero vayamos por otro rumbo del que propone Kirchner, que es un camino cortoplacista, electoralista, autoritario. Así vamos a una polarización: los ánimos se empiezan a crispar desde el atril presidencial y terminan con las patotas en el Hospital Francés...
–¿Los empresarios se reformaron respecto a los ‘90
– Veo mucho mayor compromiso del capital nacional en la pequeña y mediana empresa que en el gran empresario. Los grandes han involucionado: se someten al avasallamiento constante del poder, se llame Guillermo Moreno o quien sea, y así están trasladando los costos al país futuro y no anotándolos en su propia cuenta de resultados. Ellos serán los responsables y cómplices de que esto se frustre. Este momento de grandes ganancias puede trocarse, en cualquier momento, en una etapa de grandes pérdidas. ¿Por qué no están planteando desde ya la falta de horizonte productivo de la Argentina? Y si creen que lo tenemos garantizado, ¿por qué no se atreven a decirlo? ¿Por qué no explican cómo y con qué nos vamos a insertar en el mundo en los próximos 10 años? ¿Qué pasa cuando un Presidente prohíbe las exportaciones sin resolver el precio de la carnicería y le sirve en bandeja la justificación que necesitaban las economías proteccionistas del mundo para no comprarnos por incumplidores? La Argentina no es confiable. Los daños que están consintiendo los empresarios con su silencio, va a llevar mucho tiempo repararlos. Deberían mirar a Venezuela y ver lo que le pasó al sector privado, por los mismos temores y oportunismos.
–¿Y la burguesía nacional? ¿Es un proyecto verdadero o la cobertura de los amigos del poder?
–Siempre pensé que es fundamental consolidar un fuerte sector empresario nacional. No digo grande sino fuerte, en base a las Pymes. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, tenemos 425.000; deberíamos tener un millón. Todas las sociedades modernas basadas en el ascenso social se construyen en base a las Pymes. Las multinacionales tienen una cobertura global que se sinergiza. El empresariado local la tiene en la red de Pymes. Kirchner habló de burguesía nacional, pero en realidad descree del capital nacional. Viene de una provincia en donde el capital era el Estado, tenía un contrato petrolero, otro de gas y alguno de pesca con las multinacionales, varias licitaciones públicas para los amigos y el 50% de la población dependiendo del Estado provincial o municipal. En ese marco, ¿hace falta la actividad privada? No, simplemente no existe. Pero a nivel nacional, las cosas no son así. El capital nacional debe asumir otros compromisos y el Estado, en todo caso, fomentarlo, como hace Brasil. El capitalismo nacional no pasa por los contratos de obra pública sino por una concepción del modelo productivo. No excluye el capital internacional, pero se moldea bajo el principio de que las economías se protegen. Uno de los grandes errores de los ’90 fue abrir toda nuestra economía y después preguntarle al mundo qué nos daban a cambio. No sólo no nos dieron nada; ni nos contestaron.
–¿No es una contradicción dedicarse a la política y ser empresario de medios?
–Primero le aclaro: no quiero ser empresario de medios, quiero ser político. Sí creo que los medios forman un eje central en la construcción de una sociedad. A condición de que sean independientes, plurales, críticos, o sea que informen y que opinen. Con una línea editorial, claro. Mi vocación de invertir en los medios se da porque los concibo como reflejo de otra sociedad para el futuro. Adquirí el diario El Cronista (que tiene 98 años de historia) para evitar que se vendiera a un grupo extranjero y porque creo que es un canal para defender las instituciones, el mercado, el rol del Estado y la inserción argentina en el mundo.
–¿Pero no afecta su credibilidad que un medio privado autodefinido como independiente sea manejado por políticos?
–No hay un medio de comunicación sin posición política. No opinar, incluso, es una posición política. En todo caso, no tendrá por qué ser partidaria. Los medios en donde yo participo tienen opinión, aunque no necesariamente la mía. Prefiero convertirlos en tribunas de mayor pluralidad, porque esa pluralidad es lo que los hace independientes, no si estoy yo u otro político detrás...
–Pero en América habrá tenido que pagar costos o ceder a las presiones... ¿No se convirtió en un canal oficialista?
–Mire, jamás me llamó un funcionario para pedirme nada, probablemente porque sabrían la respuesta. No me esfuerzo mucho en decir una u otra cosa, prefiero que la realidad se vaya imponiendo. Es un canal plural, se critica al Gobierno y a veces se lo defiende. La línea editorial no tiene por qué ser la mia. Los auspiciantes deben saber que tienen una responsabilidad en esto, como los periodistas. Hay toda una industria, y no sólo los propietarios de los medios, que debe sostener a los medios independientes. Si un auspiciante acepta la presión de un ministro A o B para que levante la publicidad a determinado medio o periodista, está siendo tan cómplice o más que el propio Estado que discrimina y censura. En materia de medios también se está cediendo y, para recuperar autonomía, habrá que pagar en el futuro costos impagables.
–¿Por qué lanzó ya su candidatura?
– Porque se corre el riesgo de perder la oportunidad. El mundo trae buenas noticias. Crece como no lo hacía hace 100 años y la mitad se explica por los países en vías de desarrollo como el nuestro, no sólo por China y la India. Pero el mundo también dice que las economías han hecho reformas pro mercado, que se ha revalorizado el papel del Estado para que sea capaz de regular inteligentemente y que es posible insertarse en la globalización con perfiles productivos diferenciados y autónomos. El mundo no dice “hagan cualquier cosa”. Y Kirchner hace cualquier cosa, porque no tiene proyecto, salvo su reelección indefinida. Nuestra responsabilidad es evitar que lleguemos a la próxima crisis.