ECONOMIA
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Medidas que carecen de fuerza y estabilidad

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Dólares. El nuevo anuncio del ministro de Economía llama a desahorrar. | xinhua

El Gobierno ha anunciado una serie de medidas que tienen como objetivo principal incentivar el consumo, facilitando el uso de ahorros que hoy se encuentran fuera de la economía formal. Las principales medidas (las más abundantes) estuvieron relacionadas con la administración tributaria. Las mismas buscan reducir la carga burocrática tanto para individuos como para empresas, favoreciendo la formalización y haciendo más accesible el cumplimiento tributario. De esta forma, el Gobierno pretende incentivar a quienes tienen ahorros no declarados a integrarlos a la economía formal, sin la necesidad de enfrentar una compleja e intrusiva fiscalización. En este sentido, se ampliaron los límites para realizar operaciones sin necesidad de ser informadas y se eliminaron varios regímenes informativos, como los de compras con tarjetas de crédito, compras de autos usados, transacciones notariales y pagos de expensas, lo que busca reducir la carga administrativa que recaía sobre los ciudadanos y las empresas. Asimismo, se anunció un régimen simplificado de impuesto a las ganancias para autónomos, una excelente noticia que estará totalmente operativa a partir de la liquidación del impuesto correspondiente al ejercicio de este año. Este nuevo régimen, optativo y sólo disponible para individuos que perciban renta argentina en forma exclusiva, elimina la obligación de reportar consumos personales e incrementos patrimoniales (lo que permite usar ahorros no declarados para comprar bienes durables sin penalidad), y establece que el impuesto será determinado exclusivamente por los ingresos corrientes de los que lo adopten.

La otra faceta de las medidas es la llamada “dolarización endógena” o remonetización en dólares, un concepto defendido por el ministro Caputo, quien destacó que la circulación de dólares en la economía es clave para evitar obstáculos en el crecimiento. En la visión de las autoridades con una oferta de pesos que no crece (el BCRA ya no emite por ninguna razón), la economía real enfrentaría un freno al no contar con la liquidez necesaria. Sin embargo, si lamedida se limita a favorecer la bancarización de los dólares que están fuera del sistema (ya sea en el colchón, en una caja de seguridad o en un paraíso fiscal) podría disminuir el atractivo para quienes preferirían mantenerse en la informalidad. La posibilidad de que se favorecería el uso del efectivo en dólares era atractiva, pero generaba un riesgo muy alto de fomentar un crecimiento de la economía informal. La bancarización agrega una capa de formalización que, si bien saludable, podría restar incentivos a los que son reticentes a salir de la informalidad.

La pregunta del millón: ¿por qué desahorrar para consumir ahora? Uno de los interrogantes centrales es qué motivará a aquellos que acumularon dólares fuera del sistema a desahorrarlos para el consumo, sobre todo cuando el poder adquisitivo de esos dólares es relativamente bajo. Está claro que estas medidas eran inviables con cepo. ¿Quién estaría dispuesto a blanquear sus dólares no declarados y gastarlos sin saber cuándo podría volver a acumularlos? Tengamos presente que, en la mayoría de los casos, se trata de dólares que están en negro, pero que fueron generados con ingresos en blanco. Por lo que es lógico no penalizar su uso con nuevos impuestos. Sin embargo, este incentivo puede ser insuficiente. El desacumular ahorros para ser destinados el consumo no es una decisión que dependa sólo de los costos en los que se incurre al introducirlos en la economía formal. Las expectativas de sostenibilidad de la estabilización son claves.

En este sentido, la economía argentina sigue enfrentando importantes desafíos estructurales. Los sectores productivos, particularmente los transables, los que exportan y los que compiten con importaciones, se ven afectados por la apreciación real del tipo de cambio, que impacta negativamente sobre la capacidad de sostener el saldo de la cuenta corriente financiera y sobre la capacidad del BCRA de acumular divisas. En este contexto, el incentivo al consumo, de ser efectivo, podría agravar la situación en la medida que parte del gasto recaiga sobre bienes importados. El Gobierno a través de varios de sus funcionarios repite cada vez que puede que no tiene entre sus objetivos inmediatos la acumulación de reservas. Sin embargo, la bancarización de los ahorros en dólares podría ayudar a que parte de los mismos terminen en el balance del Banco Central, algo que no sucedería si se dejara abierta la posibilidad de transaccionar con dólares en efectivo. Más depósitos en dólares implican más encajes en dólares de los bancos en el BCRA (y por lo tanto más reservas brutas) y, eventualmente, más crédito en argendólares (que aumenta la oferta de dólares en el mercado formal y que pueden contribuir también a aumentar las reservas si el BCRA interviene dentro o en el piso de las bandas).

¿Alcanzará con un decreto y la promesa de nuevas leyes? Un decreto tiene el beneficio de ser más rápido y eficiente para implementar cambios inmediatos en el corto plazo, sin la necesidad de pasar por el proceso legislativo. Sin embargo, al tratarse de un instrumento ejecutivo, carece de la fuerza vinculante y la estabilidad que proporciona una ley aprobada por el Congreso. Las promesas de futuras leyes (una que impida revertir las medidas por próximos gobiernos o la modificación de la ley Penal cambiaria) pueden ser vistas con escepticismo por los ciudadanos y mercados, ya que éstas pueden verse influenciadas por la dificultad de alcanzar acuerdos legislativos. Esto genera un nivel de incertidumbre que podría restar efectividad al plan, especialmente en una economía caracterizada por altos niveles de desconfianza. La posibilidad que haya que esperar hasta después de las elecciones de medio término para que estas leyes sean aprobadas (hubo trascendidos de que el Gobierno no tiene apuro en que sean tratadas con el Parlamento actual) podría determinar que el impacto de los anuncios resulte muy limitado.

Conclusión. En definitiva, las medidas de simplificación tributaria van en la dirección correcta, pero no está claro que puedan tener un efecto significativo sobre el consumo. Sobre todo porque no parece que puedan lograr un cambio contundente en las expectativas de los ciudadanos y los mercados. El Gobierno ha venido tratando de generar dicho cambio por dos vías: la estabilización macro (el ordenamiento fiscal y monetario inéditos) y una estrategia comunicacional tendiente a convencernos de que esta vez sí será diferente. No es fácil ser pacientes (el Gobierno puede serlo, algunos de nosotros también) cuando el ingreso disponible se ha reducido sustancialmente y cuando la actividad económica y el empleo privado no terminan de engranar.

*Economista y director de la consultora Perspectivas Económicas.